Estambul

Los oficiales iraquíes llevan anunciando la caída del Estado Islámico en Mosul desde que el grupo terrorista volase por los aires la simbólica mezquita de al-Nuri el pasado 21 de junio. Aquella en la que su líder, Abu Bakr Al-Baghdadi, declaró el califato a principios de julio de 2014. Con la zona rodeada por el ejército, el primer ministro iraquí, Haider Al-Abadi, anunciaba en Twitter el “fin del falso estado de Daesh” (acrónimo con el que se conoce en árabe al Estado Islámico).





Pero aunque la campaña por recuperar Mosul esté prácticamente concluida, los analistas advierten de que haber ganado una batalla no significa que se haya ganado la guerra contra el grupo terrorista. Si bien la influencia de los yihadistas en Irak se verá gravemente debilitada, se espera que hasta final de año sigan teniendo una presencia relevante en Siria, mientras continúan extendiendo sus redes de influencia hacia el sudeste asiático y el África subsahariana.



“Si echamos un vistazo al número de ataques que han tenido lugar en las ciudades que ya han sido liberadas del Estado Islámico por el ejército iraquí, veremos que las estadísticas dicen que el grupo está volviendo a utilizar una táctica de insurgencia que ya aplicaba antes de declarar el califato”, cuenta Ludovico Carlino, analista especializado en Oriente Próximo y yihadismo en la consultora de riesgo IHS Makit.



Ludovico se refiere al estudio publicado por el Centro para la Lucha contra el Terrorismo de West Point, en el que se afirma que el Estado Islámico ha llevado a cabo 1.468 ataques en 16 ciudades de Irak y Siria después de que éstas hubieran sido declaradas libres de militantes. Según estos datos, habría motivos para creer que existen amenazas de seguridad a largo plazo, especialmente en las zonas más próximas al frente.

La liberación de Mosul puede que signifique el fin del proyecto de gobierno del califato, pero es demasiado pronto para cantar victoria. Lejos de desaparecer, los análisis sugieren que el Estado Islámico volverá a la guerra asimétrica.

Varapalo ideológico y económico



El 26 de junio, el califato abarcaba una superficie de 36.200 metros cuadrados, un área similar al tamaño de Bélgica. Este dato implica una reducción del 40% del territorio desde enero de 2017, según un informe reciente de la consultora IHS Markit.



La pérdida de territorio también ha contribuido al colapso de la economía del grupo terrorista, con una caída del 80% de sus beneficios desde 2015. Todo indica que la pérdida del bastión de Mosul hará que se mantenga la tendencia.

“La liberación de Mosul significa el fin del califato como entidad estatal en Irak”, explica Ludovico. “Pero tiene también una importancia económica significativa. Varias estadísticas realizadas para el gobierno iraquí muestran que el Estado Islámico estaba ganando cuatro millones de dólares al mes (unos 3,5 millones de euros) explotando las varias actividades económicas, legales e ilegales, en Mosul”.



Nuevos frentes en el sudeste asiático



Con su territorio y economía bajo amenaza, el Estado Islámico ha desarrollado una nueva estrategia de diversificación, poniendo especial atención a Afganistán, Irán, el África subsahariana y el sudeste asiático. “En el último año o dos años, el grupo ha buscado mover un poco el baricentro de sus acciones en el exterior hacia otras áreas donde se dan los factores propicios para el desarrollo de este tipo de ideología”, explica Ludovico.

Es el caso de Afganistán. Uno de los factores destacables es la vuelta de muchos combatientes extranjeros, que dejan Siria e Irak. “Entre ellos hay también comandantes y líderes de la organización que están intentando iniciar nuevas ramas ideológicas”, dice el experto. La guerra civil que asola el país asiático desde 1978 es además una ventaja para el movimiento de armas y militantes.

Según el ejército de EEUU, desde marzo de este año las fuerzas estadounidenses y afganas han matado o capturado a cientos de combatientes del Estado Islámico en Afganistán. Además, la prensa norteamericana ha publicado que los seis soldados americanos caídos en combate en lo que va de año en la región fallecieron durante ofensivas contra el grupo yihadista, lo que podría indicar un aumento de la concentración de combatientes pertenecientes a la rama afgana del Estado Islámico, conocida como Estado Islámico en Khorasan. Se cree que el grupo también es responsable de algunos de los últimos ataques en Kabul.

Su vecino Irán también se ha convertido en objetivo de los radicales islámicos, y los analistas sugieren que en los próximos meses el país persa va a experimentar importantes niveles de actividad del Estado Islámico. "Otro punto donde esperamos que también traten de abrir nuevos frentes es en el África subsahariana”, advierte Ludovico.



Pero lo que sorprende a este analista italiano es la reciente campaña mediática que el grupo terrorista ha llevado a cabo en Filipinas. “Mientras que las fuerzas iraquíes estaban haciendo progresos en Mosul y se sucedían los atentados de Londres y Manchester, el Estado Islámico estaba dirigiendo la atención de las redes sociales hacia Filipinas”, comenta.

Ludovico hace referencia aquí a la entrevista al emir de Filipinas, que fue publicada en la revista propagandística del grupo terrorista, Rumiyah, y su newsletter, Al Naba. “Cuando hay esa atención mediática en un lugar, es un claro ejemplo de la atención estratégica que le están dando al país”. 

Todo parece indicar que el presidente filipino, Rodrigo Duterte, ha estado tan obsesionado con su guerra contra las drogas, que ha ignorado el incremento de la popularidad del grupo Maute, vinculado al Estado Islámico. El grupo tomó la ciudad de Malawi, de más de 200 mil habitantes, el 23 de mayo de este año, desatando un enfrentamiento armado con la policía y el ejército filipino que continúa a día de hoy.

Duterte, fiel a su polémica forma de gobernar, ordenó al ejército que disparasen a matar, aunque haya civiles cerca. “Es su deber huir o ponerse a cubierto”, dijo. Desde que comenzara el asedio, casi 300 terroristas, 70 militares y 27 civiles han muerto, según el balance oficial.

“Malasia e Indonesia tendrán también muchos problemas”, augura Ludovico, “porque el flujo migrante hacia las Filipinas pasa por esa ruta”.



Falta de voluntad política

Lo que parece claro por el momento es que la caída de Mosul, y la de Raqa en los próximos meses, no supondrán la extinción del grupo terrorista. Principalmente debido a la falta de voluntad política de enfrentar estos problemas con una estrategia a largo plazo. “Los políticos quieren tener contento al electorado, y algunas decisiones son difíciles de presentar a la opinión pública”, explica el analista.

De una parte, es necesario un proceso de renovación y de análisis profundo de la relación entre el yihadismo y el islam desde el mundo musulmán. Deben trazar una estrategia para afrontar el problema desde un punto de vista social. De otra parte, es necesario que la comunidad internacional deje de tratar el problema únicamente desde la perspectiva militar. “Los problemas no se van a solucionar sólo con el uso de las armas”, dice Ludovico.

Dos mujeres desplazadas caminan entre los escombros de Mosul Reuters



“Occidente está involucrado en algunas situaciones que no hacen más que alimentar este tipo de retórica”, comenta el italiano, haciendo referencia al discurso extremista. Un ejemplo es la gestión de la guerra de Siria, pero también está el caso de Yemen, “un país donde hay todos los factores para que el Estado Islámico resurja”.

La clave está en crear una dinámica que involucre a los países árabes y a la comunidad internacional. “La alternativa son diez años de yihadismo en la región, que puede o no tener la bandera del Estado Islámico, o de otro grupo, pero que se traducirá en más guerras e inestabilidad”, augura el experto.



Europa, al menos 5 años de terror 



“Lo que hemos vivido en Europa en el último año es solamente el inicio”, dice el analista, que augura una nueva ola de ataques que podría extenderse por cinco o seis años.



“Hay países que a mi entender por ahora han sido inmunes a la violencia yihadista, pero la propaganda indica que pueden sufrir ataques en los próximos meses”. Es el caso de Dinamarca, o Suecia, ambos con un alto porcentaje de solicitantes de asilo.

Según datos del ministerio de Exteriores danés, en 2016, los inmigrantes y sus descendientes suponían un 12% de la población total. Teniendo en cuenta los datos, y consciente de que uno de los principales riesgos en la región es el regreso de los combatientes extranjeros, el gobierno de Copenhague puso en marcha en 2010 un programa de prevención para luchar contra el extremismo.

Con sede en la ciudad de Aarhus, la segunda urbe más grande del país con 330.000  habitantes, el innovador proyecto pretende detectar derivas radicales en los más jóvenes y reintegrar en la sociedad a los que regresan del frente.



Irak después del Estado Islámico



En la misma línea, el gobierno iraquí tiene previsto incluir un proyecto de desradicalización de la población en su plan de reconstrucción de la ciudad de Mosul, aunque Ludovico no hace un análisis muy esperanzador al respecto. “Es complicado porque el proceso de radicalización que ha hecho el Estado Islámico en Irak es a largo plazo”, asegura.



Se refiere a los campos de entrenamiento donde los niños eran sometidos a unos niveles de violencia muy elevados y a la doctrina del califato. “Esto significa que hay una nueva generación de yihadistas en Irak, y la desradicalización de estos grupos no será fácil. Sólo hay que ver lo ocurrido en otros países de la región con planes similares, como es el caso de Arabia Saudí”, añade.



Otro problema es la falta de estabilidad del propio gobierno. “Cualquier intento de mejora de la situación de la población iraquí depende de cómo vaya el camino político en los próximos meses. Con el referéndum por la independencia kurda en el horizonte, el gobierno tiene también otra prioridad, que es mantener unido el país”, dice.



Lo que está claro a corto plazo es que el ciclo de violencia va a continuar. El gran interrogante para los analistas es quién liderará esa violencia. Por el momento, el Estado Islámico aún controla pequeñas ciudades del país.



Siria a corto plazo



Mención aparte merece el caso de Siria, donde los intereses de los diferentes actores internacionales no hacen sino beneficiar al Estado Islámico.

Aunque la ofensiva en Raqa es muy probable que termine con la liberación de la ciudad en los próximos meses, el grupo terrorista mantiene una posición relativamente fuerte en la zona de Deir ez-Zor. Desde allí controlan además la explotación de todos los yacimientos petrolíferos que posee actualmente el Estado Islámico, y que suponen el poder económico del grupo en la actualidad.

Por otro lado, el desarrollo de los acontecimientos en la región está estrechamente vinculado a la guerra civil, que fuerza al Ejército de Liberación Sirio a tener varios frentes abiertos, con diferentes grupos.



La crisis humanitaria en cifras



Aunque Siria sigue siendo el país con mayor número de desplazados a causa de la guerra civil y la presencia del Estado Islámico, la población iraquí también ha sufrido el azote de la violencia yihadista.

Qayara: bebés sufriendo de desnutrición

Según datos de UNICEF, en mayo de 2017 había 3 millones de desplazados internos en Iraq, la mitad de ellos niños. Médicos Sin Fronteras afirma que, desde marzo de 2017, su equipo de Qayyara, una ciudad a 40 kilómetros de Mosul, ha tratado a más de 300 bebés de menos de seis meses con desnutrición severa.

Los bebés desarrollaron desnutrición como consecuencia de que sus madres no pudieran darles el pecho por haber perdido la leche a causa del trauma, y por lo extremadamente cara que es la leche de fórmula. “En algunos casos las madres recurrieron a llenar los biberones con té negro o agua azucarada”, explican desde el terreno.



La exposición continuada de la población a la violencia ha dejado profundas cicatrices psicológicas y emocionales en la sociedad civil, creando una necesidad urgente de apoyo psicológico. La operación de Mosul va camino de convertirse en la mayor operación humanitaria del mundo en 2017.