Bruselas

"No debemos olvidar que ninguno de los problemas a los que nos enfrentábamos antes del estallido del virus han desaparecido. El mundo sigue girando y muchos de estos problemas están empeorando y debemos continuar prestándoles atención", ha avisado el jefe de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell, durante la presentación de la nueva operación militar en el Mediterráneo que la Unión Europea lanzará en las próximas semanas para controlar el embargo de armas en Libia

El refuerzo del papel geopolítico de la Unión Europea era uno de los pilares de la nueva Comisión de Ursula von der Leyen para contrarrestar el aislacionismo de los Estados Unidos de Donald Trump, la creciente asertividad de China o la agresividad de Rusia. Ahora, el impacto de la pandemia y las medidas de confinamiento han reducido la actividad en Bruselas a mínimos y han cambiado todas las prioridades. La paradoja es que la emergencia ha servido también para desbloquear decisiones en materia de política exterior que llevaban meses atascadas.

Si la semana pasada resucitaron la ampliación de la UE hacia los Balcanes con la luz verde para negociar con Macedonia y Albania, este martes los Veintisiete han dado luz verde a la operación Irene (paz en griego), cuyo objetivo es garantizar el respeto del embargo de armas impuesto por Naciones Unidas en Libia y facilitar así un alto el fuego entre las dos facciones que se disputan el poder, el Gobierno de Trípoli y el mariscal Jalifa Haftar, que controla el este del país.

"Esta decisión demuestra que en los tiempos del coronavirus continuamos siendo conscientes de nuestra responsabilidad e intentamos jugar un papel importante a la hora de promover la paz en nuestro vecindario más próximo", ha asegurado Borrell.

La sala de prensa vacía de periodistas durante la rueda de prensa de Josep Borrell Xavier Lejeune/CE

A la Unión Europea le preocupa haber quedado marginada en la crisis de un país vecino como Libia -sumida en una situación de caos y guerra civil desde la caída del dictador Muamar el Gadafi en 2011 y de cuya estabilidad dependen por ejemplo los flujos migratorios a territorio comunitario- y haberse visto desplazada por Turquía y Rusiaque ahora pugnan por repartirse el dominio del Mediterráneo

No es la poción mágica de Astérix

La tarea central de la operación Irene será vigilar el embargo de armas a través del uso de activos marítimos, aéreos y satélites. En particular, la misión de la UE llevará a cabo inspecciones en alta mar de buques sospechosos de transportar armas y productos relacionados en las aguas del este de Libia. Eso sí, la UE no va a enviar tropas sobre el terreno para vigilar las fronteras terrestres, por donde entran buena parte de las armas. 

"Irene no es la poción mágica de Astérix que va a resolver el problema. El problema es complejo, difícil y multidimensional", admite Borrell. "Nosotros hacemos lo que podemos. Hay que actuar allí donde podemos actuar. Nosotros no estamos en situación de desplegar una fuerza terrestre en la frontera entre Egipto y Libia, eso no podemos hacerlo", ha insistido el jefe de la diplomacia comunitaria. "No es el 100% de la solución pero es una parte importante y además abre la vía para buscar otras soluciones", ha agregado.

Además de su función central, la operación Irene tendrá como tareas secundarias vigilar el contrabando de petróleo procedente de Libia, contribuir al entrenamiento de la guardia de fronteras del país y combatir las redes de tráfico de migrantes en el Mediterráneo. El jefe de la misión será el contraalmirante italiano Fabio Agostini y el cuartel general se mantiene en Roma. Su mandato durará inicialmente hasta el 31 de marzo de 2021. Borrell prevé que los barcos estén patrullando en cuestión de semanas.

España aportaba uno de los buques de la operación Sophia Jon Nazca/Reuters

Irene sustituirá a la operación naval Sophia, que se creó en 2015 para combatir a los traficantes de migrantes en el Mediterráneo. Sophia quedó en suspenso en marzo del año pasado debido al veto del entonces ministro del Interior italiano, Matteo Salvini. El Gobierno de Roma rechazaba quedarse con todos los migrantes rescatados en alta mar -la ruta del Mediterráneo sufría entonces una fuerte presión migratoria- y exigía que se repartieran por todos los países de la UE, pero tras meses de negociaciones no hubo acuerdo entre los países miembros sobre las cuotas.

Acuerdo para desembarcar a los migrantes 

La cuestión del desembarco y reparto de los migrantes rescatados en alta mar ha vuelto a ser el principal escollo a la hora de poner en marcha Irene. Hungría, Austria o Italia han exigido que los buques se retiren de inmediato si se comprueba que provocan un "efecto llamada" de inmigrantes irregulares. Finalmente, Grecia acepta abrir sus puertos a los migrantes rescatados a cambio de que el resto de países le ayuden con los costes, según explican fuentes diplomáticas.

"Si los buques se encuentran a alguien en el mar, lo tendrán que rescatar. Y hay un acuerdo entre los Estados miembros que participan en la misión sobre cómo proceden dónde desembarcarlos y cómo repartirse la carga", ha explicado Borrell, que no ha querido dar detalles sobre este pacto alegando que es "confidencial".

El jefe de la diplomacia de la UE ha lamentado que los combates en Libia se hayan intensificado durante los últimos días pese a la petición de una tregua por parte del secretario general de la ONU para combatir el coronavirus. "Nadie puede permitirse luchar dos guerras al mismo tiempo. Es crucial que hagamos todo lo posible para combatir el coronavirus, también en Libia. Desde este punto de vista, Irene también es una contribución para lograr este objetivo", asegura Borrell.

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