Bruselas

Lo primero son las dudas y vacilaciones antes de tomar cualquier medida contundente. Después llegan las actuaciones unilaterales, diferentes en cada país y a menudo contradictorias. Proliferan las divisiones y los enfrentamientos: entre el Norte y el Sur, entre el Este y el Oeste. El proceso de toma de decisiones en la Unión Europea se vuelve exasperantemente lento, incapaz de responder a la velocidad de los acontecimientos. Las medidas necesarias sólo llegan en el último minuto, al borde del abismo, cuando la amenaza de estallido es real.

Con la pandemia del coronavirus, la UE está repitiendo uno por uno todos los errores cometidos durante la crisis financiera de 2008-2012 o después en la crisis de refugiados de 2015. Los dirigentes comunitarios no han aprovechado los buenos tiempos para reparar los problemas estructurales del club ni para racionalizar la toma de decisiones.

La situación ahora es todavía peor porque la guerra contra el Covid-19 se libra en varios frentes simultáneos, como el sanitario, el económico o la gestión de las fronteras. Por si fuera poco, ni los ministros de Finanzas ni los jefes de Estado y de Gobierno pueden reunirse ya de forma presencial debido a las medidas de confinamiento. Las constantes videoconferencias difícilmente pueden suplir las confidencias en los pasillos y las reuniones maratonianas de madrugada que los líderes necesitan para cerrar cualquier acuerdo difícil.

Medidas sanitarias

Cuando Italia se encontraba ya en una situación de confinamiento total, en la mayoría de Estados miembros todavía se celebraban grandes eventos y se mantenían abiertos escuelas, bares y restaurantes. Los Gobiernos de la UE han ido adoptando medidas restrictivas diferentes y a un ritmo distinto. Algunos Estados miembros como Holanda apostaron hasta el final por la estrategia de "inmunidad de grupo", que limita al máximo los casos de aislamiento.

El Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés), que se supone que es la agencia de la UE especializada en pandemias, ha mantenido un perfil bajo durante la crisis y ha evitado dar recomendaciones inequívocas a los Gobiernos. Hasta el punto de que la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ha tenido que crear esta semana un nuevo equipo de expertos científicos con el fin de reforzar la coordinación sobre las medidas de gestión del riesgo.

Este grupo recomienda las medidas de distanciamiento social -suspensión de eventos, cierre de bares, restaurantes y escuelas, teletrabajo- como las más eficaces para frenar los contagios y pide a todos los Estados miembros que las adopten inmediatamente independientemente de su situación nacional. Aún así, todavía hay muchas diferencias entre países. Bélgica, por ejemplo, permite o incluso aconseja hacer deporte al aire libre en solitario, algo que no es posible en España.

Equipos médicos

Es en este capítulo en el que se ha visto la cara más insolidaria de la Unión Europea en esta crisis. Mientras que el Gobierno de Roma pedía mascarillas y respiradores a sus socios comunitarios, Francia y Alemania prohibían las exportaciones de material médico anticoronavirus incluso a los miembros del club. Gracias a las presiones de Bruselas, esta prohibición se ha relajado, pero el daño ya esta hecho. Tanto Italia como España han recibido ayuda antes de China que de otros Estados miembros.

El caos general ha llevado al equipo de Von der Leyen a proponer esta semana la creación de una primera reserva de emergencia de equipos médicos en la UE, que contará con un presupuesto de 50 millones de euros y tendrá respiradores, mascarillas, vacunas o suministros de laboratorio. Pero esta iniciativa llega tarde para la actual crisis debido a la escasez mundial de material médico contra el Covid-19.

Cierre de fronteras

Si la crisis de refugiados dejó herido de muerte al espacio Schengen -uno de los logros clave de la UE porque permite la libre circulación de personas por todo el territorio comunitario-, el coronavirus le ha dado la puntilla final. Un gran número de Estados miembros han cerrado sus fronteras interiores para tratar de contener la expansión de la pandemia, a menudo de forma unilateral y desoyendo las recomendaciones de Bruselas, que sostiene que estas medidas no son eficaces para frenar el contagio.

En un intento de frenar este efecto dominó, Von der Leyen propuso esta semana cerrar las fronteras exteriores de la UE. Pero la iniciativa no ha servido de nada: España y otros 10 Estados miembros han introducido ya controles fronterizos internos. Se trata de Bélgica, Portugal, Estonia, Alemania, Lituania, Polonia, República Checa, Hungría, Austria y Finlandia, además de Noruega y Suiza, que también están en Schengen.

El caso más grave es el de Polonia, cuyo cierre de fronteras ha provocado colas kilométricas de camiones e impide a los ciudadanos bálticos regresar a sus países de origen. Bruselas reclama un carril rápido para el transporte de mercancías: está en riesgo el abastecimiento de alimentos y medicinas. Pero, de momento, el bloqueo persiste.

Sin bazuka económico europeo

La Comisión Europea ha decretado este viernes la suspensión temporal del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y ha pedido a los Gobiernos que disparen el gasto público para amortiguar el dramático impacto del coronavirus en la economía. Pero, de momento, no hay un plan de choque coordinado y masivo de la UE. Prima la estrategia del sálvese quien pueda: cada país anuncia unilateralmente sus medidas de estímulo.

Eso da ventaja a Alemania o Países Bajos, que tienen un gran superávit presupuestario, y perjudica a España o Italia, que están muy endeudados y se arriesgan a que los mercados les corten la financiación. El Banco Central Europeo (BCE) de Christine Lagarde les ha comprado tiempo con su plan anticoronavirus de 750.000 millones de euros. Pero la política monetaria no puede resolver por sí sola esta crisis.

El Gobierno de Roma -apoyado por París, Madrid y Bruselas- reclama activar de inmediato el fondo de rescate de la UE (MEDE) para dar líneas de crédito baratas a todos los Estados miembros sin condiciones. Alemania, Holanda y los nórdicos se resisten a utilizar este instrumento europeo. La supervivencia de la zona euro vuelve a estar en peligro, según ha avisado el ministro francés de Finanzas, Bruno Le Maire.