Bruselas

Mientras en España todos los focos se concentran ahora en las elecciones generales del 28 de abril convocadas este viernes por el presidente Pedro Sánchez, en Bruselas lo que más preocupa son los comicios europeos que tendrán lugar un mes más tarde, del 23 al 26 de mayo, los primeros tras el brexit y los "más importantes" de la historia, según decía esta semana el portavoz de la Eurocámara, Jaume Duch. A menos de 100 días de que se celebren, los dirigentes comunitarios temen que las fuerzas populistas y euroescépticas logren al menos un tercio de los 705 escaños, lo que les daría poder para vetar o ralentizar las decisiones y bloquear la UE.

En la actual legislatura que empezó en 2014, el Parlamento Europeo ha funcionado gracias a una alianza entre las fuerzas tradicionales europeístas: populares, socialistas y liberales, con apoyos puntuales de los verdes. "Pero hace cinco años, la situación política en Europa y en el resto del mundo era muy diferente. No se hablaba del brexit, ni de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, ni de la influencia de Rusia, ni de la situación en Turquía, ni las fake news tenían la importancia que han cobrado después", explica Duch.

Las últimas proyecciones basadas en encuestas nacionales señalan que la suma de la extrema derecha (de partidos como La Liga de Matteo Salvini o la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, a los que podría sumarse ahora Vox) y la derecha euroescéptica (como el Fidesz húngaro de Viktor Orbán -actualmente en el PPE- o Ley y Justicia en Polonia), pasarán del 23% al 28% de los escaños de la Eurocámara, según relata a EL ESPAÑOL el investigador Pawel Zerca, del think tank Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), que acaba de publicar un estudio sobre el auge de los partidos antieuropeos en las próximas elecciones. 

Sin embargo, estas proyecciones podrían subestimar la potencia de la explosión populista porque la campaña todavía no ha empezado y sobre todo porque no tienen en cuenta los efectos de la participación, que es especialmente baja en las elecciones a la Eurocámara (42,61% en 2014). La baja participación favorece especialmente a los partidos radicales, cuyos votantes están más movilizados, en detrimento de los partidos tradicionales proeuropeos, que podrían verse lastrados por una mayor abstención. 

¿Un gran grupo antieuropeo?

"El escenario más preocupante sería la creación de un gran grupo que reúna a la extrema derecha de Le Pen y Salvini con los conservadores euroescépticos de Orbán, el polaco Kaczynski y de los países escandinavos y del Benelux. Si se acercan a un tercio de los escaños, tendrían una voz potente en el Parlamento y podrían marcar la agenda. Eso significaría que los partidos proeuropeos tradicionales han perdido las elecciones", señala el investigador del ECFR. Este bloque antieuropeo podría además cerrar "alianzas tácticas" con la extrema izquierda, por ejemplo la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, para ralentizar la toma de decisiones en la UE.

¿Cuáles son las políticas de la UE que pueden bloquear estos partidos antieuropeos? El informe del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores avisa de que la prioridad de los populistas será vetar los expedientes sancionadores contra los Estados miembros que vulneran el Estado de Derecho (como los que tienen abiertos Polonia y Hungría); paralizar futuros acuerdos comerciales, por ejemplo con Reino Unido tras el brexit; o poner en riesgo el libre movimiento de personas o la lucha contra el cambio climático.

"Serán capaces de limitar el margen de maniobra de los partidos tradicionales y hacer que les resulte más difícil seguir adelante con políticas liberales en materia de comercio, inmigración o cambio climático", sostiene Zerca. "Y los partidos tradicionales, como ya hemos visto, estarán tentados de virar hacia posiciones radicales, sobre todo en migración. Esto se ve en todas partes, incluyendo en España, donde el PP de Pablo Casado ha virado hacia la posición de Vox sobre migración", añade. 

Los partidos populistas podrían además ganar peso en el resto de instituciones de la UE, como la Comisión (donde Italia o Polonia enviarán representantes euroescépticos) o el Consejo. "Si la actividad de la Eurocámara se ralentiza y se demuestra ineficaz, eso podría mejorar la posición de las fuerzas euroescépticas de cara a las elecciones nacionales - como las que están previstas en los próximos meses en Dinamarca, Polonia o Eslovaquia- y reforzar así al campo euroescéptico en el Consejo Europeo. Eso le gustaría a Orbán o Kaczynski, pero complicará la vida a los que creen en una agenda liberal para Europa", subraya el investigador.

¿Están todavía a tiempo los partidos tradicionales europeístas de frenar el auge del populismo?  "Si no cambian de actitud, si creen que pueden limitarse a contar con su electorado habitual y piensan que estas elecciones consisten en defender el statu quo frente a los insurgentes, perderán las elecciones. Si quieren ganar, tendrán que recuperar su legitimidad a ojos de los votantes y eso sólo lo conseguirán proponiendo nuevas narrativas sobre Europa. Si centran la campaña en inmigración, como quiere Orbán, las perderán también", concluye Zerca.