Atención a la oferta laboral: “Haga hasta mil dólares en metálico cada noche. Establezca su propio horario. Clientela con clase. Ambiente divertido. Empiece hoy”. Se buscan bailarinas que se desnuden sobre un escenario. Para camareras, la cifra baja a 300 dólares por jornada, y luego hay puestos de tipo administrativo. Son anuncios publicados en Internet para trabajar de estríper en Déjà Vu, una de las mayores cadenas de clubes dedicados a estos espectáculos en los Estados Unidos.

Hasta ahora, estos locales suponían una atractiva salida profesional con la que hacer dinero rápido, discreto y libre de impuestos durante un tiempo, especialmente para estudiantes o artistas noveles llegados a Hollywood en busca de carrera. Sin embargo, desde hace unos meses, el sector parece amenazado en California, uno de los estados estrella para la industria del ocio de adultos. La mano de obra escasea, las bailarinas renuncian y el desnudo y la barra ya no compensan tanto.

“Han arruinado este negocio. La gracia de ser estríper es que puedes lograr dinero rápido sin que nadie se entere de cómo lo consigues. No queda documentado y no te lo quitan”, explica al ‘San Francisco Examiner’ Darla, una madre que trabajaba en el Penthouse Club de esta ciudad.

Este local ha perdido 200 bailarinas desde que empezó a aplicar una reciente sentencia del Tribunal Supremo estatal. El fallo obliga a convertir en empleados regulares a todos los artistas que actúen habitualmente en el establecimiento y que, hasta ahora, eran considerados contratistas independientes, una figura parecida a la del autónomo.

La decisión judicial es del pasado mes de abril, pero es ahora cuando se están viendo sus efectos. Empresas como estos clubes, salones de bellezas o compañías de reparto deben convertir a sus contratistas en parte de la plantilla.

Este cambio supondrá cotizar, adquirir beneficios laborales y también quedar registrados en las bases de datos del Departamento de Trabajo. Lo que a priori podría parecer una conquista laboral ha supuesto un mazazo para los negocios de estríptis, ya que ahora los bailarines recibirán una nómina por hora de la que se le detraerán impuestos a cambio de recibir el seguro de desempleo o el de sanidad. La regulación ha recortado las ganancias.

Déjà Vu es, con casi 200 establecimientos en EEUU y otros países, una de las grandes empresas que está plantando cara a la nueva normativa. Para ello ha fichado como portavoz y lobbista nada menos que a Stormy Daniels, la actriz de cine porno que protagonizó una polémica al asegurar que había recibido un soborno para mantener en secreto una aventura con Donald Trump cuando su mujer Melania estaba embarazada.

“Llevará nuestros esfuerzos de relaciones públicas a niveles más altos. Aunque ya somos conocidos en todo el mundo como el líder del entretenimiento para adultos, creemos que tener a Daniels como nuestra portavoz oficial ayudará”, comenta en un comunicado Kristi Flores, representante de la compañía.

Desde luego, hay mucho en juego. En EEUU, donde la prostitución es ilegal en casi todos los estados, el sector del estríptis se ha mantenido en auge durante décadas atrayendo a todo tipo de públicos. El pasado año llegó a generar unos beneficios que ascendieron a 7.000 millones de dólares.

Además, en tiempos de crisis, siempre ha sido una opción para aquellas personas jóvenes en buena forma física y con aptitudes para moverse sobre un escenario. De hecho, no es raro que algún famoso -como Chris Patt, Channing Tatum o Courtney Love- reconozca cada cierto tiempo haberse dedicado a esto en el pasado.

Hasta 120.000 al año

El sueldo que un estríper, hombre o mujer, puede sacarse al mes en el estado de California se sitúa en los 48.000 dólares de media. La cifra es un promedio, por lo que en realidad hay quien se queda en los 20.000 y quien supera los 120.000, según recoge Payscale. Si esta cantidad se integra en una nómina, el nivel de impuestos que pagar será elevado. Por no mencionar que el informe de vida laboral del bailarín quedará marcado con el nombre del club.

La decisión del Supremo de California surgió de una demanda de 2005 presentada por dos conductores, contratistas independientes, que trabajaban regularmente para la misma empresa de reparto. Según el fallo, ambos debían ser considerados empleados.

La asamblea de California está preparando ahora una ley que convierta en norma la sentencia. Esto podría afectar a otros sectores como la industria del porno -muy importante en California-, los conductores de Uber, los transportistas y muchas otras profesiones. Los diputados están analizando qué exenciones aprueban. El caso de los bailarines se tendrá que analizar.

Para tratar de influir en la decisión final, Stormy Daniels se ha puesto manos a la obra. Esta semana ha publicado un artículo esta semana en Los Angeles Times, solicitando una legislación que proteja a estos trabajadores del fallo judicial.

Stormy Daniels

“Las peticiones de las bailarinas que buscan protecciones laborales y beneficios en el lugar de trabajo son sinceras y legítimas, pero obligar a todos a convertirse en empleados no es la respuesta”, escribe.

A su juicio, esa regularización en masa es “incompatible con este modelo de negocio”. “Necesitamos poder trabajar donde y cuando queramos, recibiendo nuestro dinero al final de cada turno”, continúa.

Sin embargo, no todos los agentes implicados lo ven como ella que, cabe recordar, es portavoz de una de las mayores empresas de la industria.

¿Discreción o jubilación?

Otra voz es la de Alana Evans, presidenta del gremio de actores de cine adulto, que asegura en declaraciones al San Diego Union Tribune que la mayoría de los bailarines sí quiere esos beneficios que supone ser empleado. De hecho, afirma que es una de las prioridades de su sindicato, porque esos trabajadores también tienen familias y deberán enfrentarse a problemas como la jubilación y la atención médica.

Para otros, pesa más el argumento de Daniels. En su opinión, como contratista independiente se tiene más control sobre la privacidad y la trayectoria profesional, dada la “naturaleza sensible” de esta profesión.

“Si nos clasificamos como empleados, los administradores de los clubes tendrían la potestad de dictar las condiciones y exigirnos desnudos para clientes con los que no nos sentimos cómodos. Estas son decisiones personales y deben estar sólo en manos de los bailarines”, concluye la actriz porno.