Bruselas

La economía de la eurozona muestra crecientes signos de debilidad debido al impacto negativo del proteccionismo comercial de la Casa Blanca de Donald Trump, la crisis presupuestaria en Italia, el brexit o la crisis de los emergentes. Así lo ha reconocido este jueves el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, que sin embargo de momento descarta una recaída y seguirá adelante con la retirada de los estímulos monetarios.

De hecho, el Banco Central Europeo ha decidido mantener sin cambios su política monetaria. El programa de compra de deuda pública, al que muchos economistas atribuyen la recuperación de la eurozona tras la Gran Recesión, concluirá definitivamente en diciembre. El volumen de adquisiciones se ha reducido ya desde este octubre a 15.000 millones al mes. Los tipos de interés podrían empezar a subir a partir de verano de 2019 desde su mínimo actual del 0%.

Draghi ha asegurado que todavía dispone de un importante arsenal de herramientas para hacer frente a cualquier empeoramiento de la situación. En primer lugar, el BCE seguirá reinvirtiendo el dinero de los bonos adquiridos que lleguen a vencimiento más allá de diciembre. Además, sopesa reactivar los préstamos a largo plazo a los bancos de la eurozona (LTRO, en jerga de banco central), una posibilidad que han planteado dos miembros del Consejo de Gobierno durante la reunión de este jueves. Lo que no se plantea, al menos de momento, es una nueva prórroga del programa de compra de deuda.

"Sí, hay un impulso más débil, sí hay datos de indicadores más débiles. ¿Es eso suficiente para hacernos cambiar el escenario base? La respuesta es no", asegura Draghi. "Estamos hablando de un impulso más débil, no de una recaída", ha insistido en varias ocasiones. El BCE sigue confiando en que la inflación acabará llegando al objetivo del 2% gracias a la fortaleza del consumo, la mejora del empleo y las subidas salariales y las políticas de estímulo presupuestario en algunos países.

Pide al Gobierno italiano que rebaje el tono

Durante su rueda de prensa en Fráncfort, Draghi ha tenido que regatear una decena de preguntas sobre el desafío del Gobierno populista italiano a las reglas presupuestarias de la UE y sus posibles consecuencias. El banquero italiano avisa de que el pulso entre Roma y Bruselas ya se ha traducido en una subida en los tipos de interés que deben pagar las empresas y los consumidores italianos que piden créditos. Si el enfrentamiento continúa, los bancos italianos que tienen una gran cartera de bonos italianos experimentarán problemas de capital y acceso a financiación.

Draghi todavía confía en que se encontrará un acuerdo entre Italia y la UE. No porque disponga de información privilegiada o porque se plantee mediar, sino porque es la mejor solución para el país. No obstante, ha lanzado un recado al Gobierno de La Liga y el Movimiento 5 Estrellas. "Que rebajen el tono y no cuestionen el marco institucional constitucional del euro", ha solicitado.

En cualquier caso, el BCE no tiene ninguna intención de salir al rescate de Italia si pierde el acceso los mercados debido a su desfase presupuestario. "Nuestro mandato no es financiar los déficits de los Gobiernos", ha dicho Draghi. A su juicio, el contagio de la crisis italiana a otros países periféricos como Grecia o España es "limitado".

Al vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, se le ha preguntado por la sentencia del Tribunal Supremo que obliga a la banca a pagar el impuesto de las hipotecas, que ahora va a ser revisada por el Pleno. "No comentamos sentencias de los tribunales, las respetamos", ha dicho Guindos por toda respuesta.

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