Bruselas

En la cumbre de Salzburgo que ha concluido este jueves, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE han recurrido a su habitual táctica de la patada hacia adelante. Ni sobre la crisis migratoria ni sobre las negociaciones del brexit hay avances concretos. La hora de la verdad de tomar decisiones para afrontar estos problemas vuelve a aplazarse hasta la próxima cita, el Consejo Europeo del 18 y 19 de octubre. Al menos los líderes europeos han evitado el espectáculo de encontronazos directos como los que ha protagonizado en las últimas semanas el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, con varios Estados miembros.

Las ONGs, en el punto de mira

El canciller austríaco, Sebastian Kurz, que gobierna con la ultraderecha y anfitrión de la cumbre porque su país ocupa la presidencia de turno de la UE, ha situado en el punto de mira a las ONGs que rescatan migrantes en el Mediterráneo. Kurz les acusa de mantener una especie de "acuerdo informal" con los traficantes de seres humanos para traer a los migrantes a la UE: actúan cerca de las costas de los países del norte de África e impiden que los guardacostas libios rescaten a los migrantes y los devuelvan a Libia, ha alegado, citando el caso del Aquarius.

La nueva estrategia migratoria que la UE quiere ensayar después de Salzburgo consiste en cerrar acuerdos con los países del norte de África, en particular Marruecos, Túnez o Libia. El objetivo es que sean ellos los que impidan a los migrantes embarcarse y que, si al final lo logran, los intercepten cuanto antes cerca de sus costas y se los queden. El modelo a seguir, ha dicho Kurz, es el del Egipto del dictador militar Abdelfatah Al-Sisi, país del que en los últimos dos años no ha salido ninguna embarcación hacia Europa. Él mismo admite que estas ideas hace unos meses se consideraban radicales o de extrema derecha, pero ahora cuentan con un apoyo mayoritario entre los líderes europeos. En la cuestión del reparto de demandantes de asilo entre los países de la UE, "el desacuerdo continúa" y no tiene visos de resolverse de aquí a fin de año.

Kurz contra Sánchez

El canciller austriaco ha cargado también contra España, Italia y Grecia por resistirse al refuerzo de Frontex, la Guardia Europea de Fronteras y Costas. Bruselas ha propuesto ampliar su plantilla hasta 10.000 personas y fortalecer su mandato para actuar tanto dentro como fuera de la UE. El objetivo, impedir la entrada de inmigrantes irregulares. Kurz critica que los países del sur se escudan en la defensa de su soberanía nacional y no les importa que los migrantes sigan luego su camino hacia Centroeuropa. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quiere quitarle hierro al enfrentamiento. España, ha dicho, sí apoya que Frontex tenga 10.000 guardias de fronteras pero con dos salvedades: que sea flexible para amoldarse a las necesidades de cada Estado miembro, que son distintas; y que "no se ponga en cuestión la soberanía nacional en el control de fronteras". Si España es realmente uno de los países que bloquea, se verá en las negociaciones de aquí a fin de año, cuando Bruselas quiere cerrar la reforma.

May se va con las manos vacías

La primera ministra británica esperaba que el resto de líderes europeos flexibilizarían sus líneas rojas sobre el brexit y le darían más tiempo para encontrar una solución sobre el espinoso problema de la frontera con Irlanda del Norte. Pero los 27 han  sido inflexibles: el plazo tope para llegar a un acuerdo amistoso de divorcio, la hora de la verdad, es la cumbre de octubre; y el plan de May para el brexit, el denominado acuerdo de Chequers, resulta "inaceptable". También Sánchez ha mandado un recado a Londres: es imperativo cerrar un trato sobre el futuro estatus de Gibraltar de aquí a mediados de octubre. El presidente del Gobierno admite que sigue habiendo "complicaciones" en el diálogo con Londres en todos los asuntos pendientes: cooperación medioambiental, cooperación policial y judicial, libre movimiento de trabajadores o  contrabando de tabaco o fiscalidad. No ha mencionado el control conjunto del aeropuerto del Peñón, que era otra de las reivindicaciones planteadas por el anterior Gobierno de Mariano Rajoy.

Orbán se queda en el PP Europeo

Finalmente, el cisma no se ha producido. En la votación de la semana pasada en la que la Eurocámara decidió abrir un procedimiento sancionador contra Hungría por poner en riesgo la democracia y el Estado de derecho, buena parte del grupo popular europeo votó en contra del primer ministro, Viktor Orbán, adalid desde primera hora de la política ultra en materia migratoria. Parecía una ruptura total, el primer paso para expulsar al Fidesz de Orbán del PP Europeo. Pero en Salzburgo, el presidente del PPE, Joseph Daul, ha dejado claro que no piensa hacerlo. "La prensa no puede obligarme a expulsar a Víktor Orbán", dice Daul. El primer ministro húngaro cuenta también con el apoyo con el líder del PP español, Pablo Casado. "Hungría, cuando España ha solicitado apoyo a la hora de encarar el proceso independentista, siempre ha estado con España", dijo Casado en Salzburgo.