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"Es la típica decisión propia de una república bananera". La frase, pronunciada este fin de semana, corresponde a la prestigiosa economista Janet Yellen. La soltó nada más saber que Donald Trump había ordenado el despido de la responsable de la Oficina de Estadísticas Laborales. ¿El motivo? Un informe que el organismo publicó el pasado viernes reflejando unos datos de empleo peores de lo que esperaba la Casa Blanca.

Trump ha justificado el despido alegando que Erika McEntarfer habría "falsificado" los datos del informe para dejarle en mal lugar. En otras palabras: el presidente ha acusado a la ya exresponsable de la Oficina de Estadísticas Laborales de manipular los números para perjudicar su mandato y beneficiar al Partido Demócrata. Una acusación que, como en otras ocasiones, no ha venido acompañada de prueba alguna.

De hecho, McEntarfer fue confirmada en el puesto hace año y medio gracias al voto de decenas de senadores de ambos partidos, incluyendo el del actual vicepresidente JD Vance y el de Marco Rubio, actual secretario de Estado. En total, fueron 86 los senadores que votaron a favor de un nombramiento que solo cosechó ocho opiniones en contra. Dicho de otro modo: hasta hace unos días McEntarfer parecía contar con la confianza de (casi) todo el espectro político.

Pero… ¿qué dice exactamente el informe que ha desembocado en su despido? Pues, básicamente, dos cosas no particularmente halagüeñas para la economía estadounidense.

Un mes 'negro'

La primera tiene que ver con los puestos de trabajo que se crearon a lo largo del mes de julio. Unos 73.000, según la Oficina de Estadísticas Laborales. El problema es que, según la mayoría de economistas, la primera economía del mundo debe crear entre 80.000 y 100.000 empleos mensuales para poder seguir creciendo. Lo que sugiere la cifra de julio, por tanto, es que el mercado laboral no está siguiendo el ritmo que marca el crecimiento poblacional. Resumiendo: que se está contrayendo.

La segunda cuestión, que es la que más parece haber enfadado a Trump, tiene que ver con la revisión a la baja de las cifras de crecimiento de empleo registradas en mayo y en junio. Frente a unos datos preliminares que indicaban la creación de 144.000 y 147.000 puestos de trabajo, respectivamente, ahora la Oficina de Estadísticas Laborales dice que solo afloraron 19.000 y 14.000 nuevos empleos.

O sea: en ese par de meses el mercado laboral estadounidense creó no 291.000 nuevos trabajos, como se pensó en un principio, sino 33.000. Así que, en total, en mayo y junio se crearon 258.000 puestos de trabajo menos de lo previsto inicialmente.

"McEntarfer ha dicho que solo se han creado 73.000 empleos (¡alucinante!), pero lo que es más importante es que ha cometido un grave error al reducir en 258.000 el número de puestos de trabajo en los dos meses anteriores", escribió –claramente contrariado– Trump en sus redes sociales tras conocer el contenido del informe. "Cosas similares han sucedido en la primera parte del año, siempre negativas, cuando lo cierto es que la economía está en AUGE bajo la tutela de TRUMP".

Aunque han sido legión los políticos del Partido Republicano que han salido a defender el despido de McEntarfer, la actitud de los expertos –incluso de aquellos que cuentan con el favor de Trump– es bastante diferente.

Es el caso de Bill Beach, que ocupó el mismo puesto de McEntarfer durante la primera presidencia de Trump. De hecho, fue elegido por el mismísimo presidente para ello. "Es un despido totalmente infundado que, además, sienta un precedente peligroso y socava la misión de la Oficina de Estadísticas Laborales", le comentó a un periodista de la revista Politico horas después de que Trump echara a McEntarfer.

El presidente Donald Trump llega a la Casa Blanca en Washington. rEUTERS

Preguntado por qué le parecía un "despido totalmente infundado", Beach contestó que esos informes "son elaborados por cientos de personas y revisados luego por un equipo de medio centenar de expertos con años de experiencia que han trabajado, a lo largo de su carrera, para los dos partidos". Además –añadió– "la persona a cargo de la Oficina de Estadísticas Laborales no ve las cifras hasta el miércoles, dos días antes de su publicación, y para entonces éstas ya están integradas en el sistema informático".

Dicho de otro modo: McEntarfer no trabaja con las cifras de empleo. Ella solo se limita –se limitaba– a recoger el informe elaborado por docenas de expertos a partir de docenas de fuentes de datos y presentárselo al equipo económico de la Casa Blanca.

Una oficina independiente

En paralelo se encuentra la independencia –probada, según la prensa estadounidense, en infinidad de ocasiones– de la Oficina de Estadísticas Laborales. Una independencia que responde, sobre todo, al pragmatismo.

"Las cifras que produce la Oficina de Estadísticas Laborales se utilizan constantemente a la hora de tomar decisiones empresariales, decisiones en materia de inversión y, sobre todo,a la hora de tomar decisiones políticas por parte de los miembros del Congreso", explica Beach. "Por consiguiente deben ser lo más directas e independientes que se pueda", sentencia. "Es necesario confiar en ellas".

"Las estadísticas oficiales y gubernamentales son el espejo en el que la sociedad se mira a sí misma", ha declarado por su parte Andreas Georgiou –el economista griego que se hizo cargo de la Agencia de Estadística Helena en 2010 y descubrió que el país había alterado sus cifras de déficit– durante una entrevista reciente con el New York Times. "Si ese espejo se distorsiona, o se rompe, la rendición de cuentas, fundamental en un sistema democrático, deja de funcionar".

"Además –añadía Georgiou– si una sociedad no puede verse con claridad, tampoco podrá identificar sus problemas… y si no puede identificar sus problemas, no podrá encontrar llas soluciones adecuadas para resolverlos".