Durante las dos últimas semanas, Hillary Clinton y Donald Trump se han encargado de que las diferencias entre ellos quedaran muy claras para todos los norteamericanos que elegirán a su próximo presidente el 8 de noviembre.
Pero incluso entre ambos hay similitudes, algunas de las cuales han quedado al descubierto en las convenciones partidarias que se han realizado en Cleveland y Filadelfia.
Clinton y Trump son los dos candidatos más impopulares de la historia de Estados Unidos, según el portal de análisis político y estadístico FiveThirtyEight. Ambos tienen una mala imagen entre la mayoría de los estadounidenses, y esa es una de las razones por las que en las convenciones de sendos partidos esta semana (la demócrata) y la pasada (la republicana) se escucharon tanto elogios como críticas para ambos: las dos campañas quieren explotar las debilidades de su rival. Si entre los republicanos en Cleveland el grito del público ha sido “¡Enciérrenla!¡Enciérrenla!”, en Filadelfia, la respuesta de los demócratas ha sido “¡No tiene idea!¡No tiene idea!”.
Los dos candidatos han tenido que lidiar con las divisiones dentro de sus partidos, mucho más profundas en el caso de Trump. Su principal rival en las primarias, el senador ultraconservador de Texas, Ted Cruz, ha dado la nota cuando al brindar su discurso en la convención se negó a darle su respaldo formal, y, por el contrario, dijo: “Voten a conciencia”. El ingreso de Trump en ese momento con su pulgar en alto en medio de los abucheos a su rival ha sido una de las memorables imágenes que ha dejado Cleveland.
La ausencia de las principales figuras republicanas, entre ellas, los dos últimos presidentes de ese partido y los dos últimos candidatos presidenciales republicanos, deja a las claras el desagrado del establishment dentro de la propia formación por Trump. Clinton no ha tenido ese problema. La única figura que no ha estado en Filadelfia ha sido Al Gore, vicepresidente de Bill Clinton, quien desde hace años tiene una relación, cuando menos, complicada con la candidata presidencial.

Los votantes de Sanders

Ambos candidatos han intentado seducir a los seguidores del senador socialista Bernie Sanders, el que quedara segundo en la carrera a la nominación demócrata para la Casa Blanca. “Los he escuchado, su causa es nuestra causa”, ha dicho en su discurso Clinton. Sanders ha sido uno de los pocos políticos que Trump mencionó en su mensaje a la convención. Esta semana, en la cual Sanders ha hecho todo lo posible para arriar a sus seguidores al campo de Clinton, Trump ha intentado llevarlos al suyo.
“Triste observar a Bernie Sanders abandonar su revolución. Le damos la bienvenida a todos los votantes que quieran arreglar nuestro sistema acomodado y traer trabajos de vuelta”, escribió el martes, cuando Clinton fue proclamada candidata.
Los dos candidatos buscarán ahora más aún intentar seducir a los indecisos que quedan, a sabiendas de que la mayoría de la gente ya tomó una decisión, y de que la elección se decidirá según quién vaya a votar el 8 de noviembre: si la mayoría blanca aumenta su participación, Trump tiene más posibilidades; si las minorías lo hacen, Clinton quedará mejor parada.
“Mucha gente va a estas convenciones ya decidida”, ha reconocido esta semana Brian Fallon, secretario de prensa de la campaña de Clinton. “Pero sí sabemos que existe una parte pequeña de votantes persuadibles que aún tienen que decidirse, y nos sentimos bastante seguros de que vamos a haber hecho un buen trabajo en marcar el contraste entre Hillary Clinton y Donald Trump”, ha completado.
Fallon ha reconocido que el resultado de la elección será muy ajustado, y que, al menos en la campaña de Clinton, no esperan que las encuestas se abran mucho de aquí hasta noviembre.

'Republicanos de Clinton' VS. 'demócratas de Trump'

Clinton y Trump también quieren robarse votantes. Clinton ha intentado apelar a los moderados republicanos, y quiere pintar de azul -el color demócrata- a Arizona, un estado que en las últimas elecciones presidenciales votaron por el candidato republicano. Busca crear los “republicanos de Clinton”, como a principios de los 80 Ronald Reagan creó los “demócratas de Reagan”.
Pero Trump quiere hacer lo mismo. Su gran apuesta es dominar los estados del “Rust Belt”, allí donde la globalización y el libre comercio han hecho daño en el tejido fabril, para intentar quedarse con Pensilvania, Ohio, Michigan y Wisconsin, los estados de la zona de los “grandes lagos” que suelen ser decisivos en las elecciones presidenciales. Trump quiere tener “demócratas de Trump”.
Clinton aspira a que los republicanos moderados confíen en sus credenciales para ser una mejor comandante en jefe que Trump, además de predisposición para encontrar terreno común, algo que distinguió a la presidencia de su marido, Bill Clinton. Eso, y el desprecio que el “establishment” siente por Trump. El magnate inmobiliario apuesta a que su mensaje populista, nacionalista y su promesa de renegociar los acuerdos de libre comercio para proteger el empleo de los norteamericanos cale en algunos de los seguidores de Sanders.

Sus hijas son amigas

La última similitud de ambos candidatos es con la historia. Gane quien gane, los dos harán historia. Clinton será la primera mujer en ser presidenta, y Trump la primera persona en pisar el Salón Oval de la Casa Blanca sin haber ocupado jamás un cargo público. Dos detalles finales: sus adoradas hijas, Ivanka Trump y Chelsea Clinton, son amigas, y Trump donó dinero para las campañas de Clinton al Senado de Estados Unidos. Esta semana le preguntaron a Chelsea si esa amistad, forjada en Nueva York, donde ambos viven, y en las actividades filantrópicas de ambas, continuaba. “Absolutamente”, respondió. Además de llevar apellidos famosos y tener casi la misma edad, se han casado con hombre judíos exitosos.



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