Cómo utilizar el refuerzo positivo para mejorar la  conducta infantil.

Cómo utilizar el refuerzo positivo para mejorar la conducta infantil. Istock

Salud y Bienestar

Cómo utilizar el refuerzo positivo para mejorar la conducta infantil

El uso de refuerzos positivos es uno de los recursos más utilizados en la educación. Pero ¿son realmente útiles? Francisco Fernández y Saray Olmedo, psicólogo y pedagoga, nos dan todas las respuestas.

29 septiembre, 2022 02:55

Constantemente nos vemos bombardeados por todo tipo de información relativa a cómo educar a los niños, ya sea como padres, cuidadores, tutores, profesores… un exceso de información que a menudo puede llegar a crearnos dudas sobre cuál o cuáles pueden ser las mejores técnicas de comunicación para padres y madres con hijos o las mejores herramientas y la forma correcta de educar a los hijos.

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Si años atrás el castigo era frecuentemente utilizado en la educación de los niños, hoy afortunadamente sabemos de la existencia de otros recursos mucho más beneficiosos para la mejora de la conducta infantil. Precisamente uno de esos recursos educativos del siglo XXI de los que más se habla, es el refuerzo positivo.

Pero ¿Es este método de aprendizaje realmente útil? y otro aspecto aún más importante ¿Sabemos utilizarlo de forma correcta? Según palabras del psicólogo general sanitario, Francisco Fernández Sastre, se trata de “un principio del aprendizaje que según cómo sea utilizado y con qué intención, puede ayudar a potenciar comportamientos adaptativos”, pero que si por el contrario se usa de forma desmedida, “puede llegar a perder su poder”.

Con él y con Saray Olmedo Martínez, Graduada en Pedagogía y Técnico Infantil, hemos hablado sobre los pros y contras del refuerzo positivo en la mejora de la conducta infantil, así como de las mejores formas de utilizarlo.

¿Qué es el refuerzo positivo y en qué se diferencia del refuerzo negativo?

Hablar de refuerzo positivo es hablar de ofrecer un estímulo que como padres, madres, tutores o cuidadores consideramos agradable y motivador para que el niño emita la respuesta que consideramos adecuada o lo que podría definirse como conducta objetivo, una estrategia educativa que tiene como fin esa tendencia final a que el niño o niña pueda llegar a repetir esa conducta objetivo por sí mismo en un futuro cercano y sin necesidad de un estímulo de por medio.

“Cuando hablamos de reforzamiento, se trata esencialmente de aumentar o disminuir una conducta objetivo. De forma muy resumida, el refuerzo positivo se produce cuando la realización de una conducta conlleva consecuencias positivas, es decir, la obtención de un premio o estímulo apetitivo”, añade Francisco Fernández.  

“A modo de ejemplo, si a una niña no le gusta comer pescado, pero lo hace y se le refuerza con un premio, es probable que aumente este comportamiento. Otro ejemplo más esclarecedor sería si la profesora le comenta al alumno que si termina la tarea le dejará jugar con la plastilina. Esto sería otro ejemplo de reforzamiento positivo. El alumno sabe que la recompensa es que jugará con la plastilina, pero antes tendrá que hacer caso a su profesora y terminar la tarea que le propone”, detalla el experto.

Como también destaca la pedagoga especializada, Saray Olmedo, en el uso del refuerzo positivo el contexto y la situación también tienen un papel protagonista: “Aquí, lo importante sería saber qué tipo de reforzadores son los que aplicaremos teniendo en cuenta el contexto y la situación. Tendríamos que intentar ofrecer una verdadera recompensa que motive, que sea coherente, que se ciña a los beneficios motivaciones e intrínsecos de la población infantil y no se convierta en la realización de una mera orden rutinaria o la realización de una conducta estereotipada que haga que el niño o la niña pierda el interés, entusiasmo y no integre un pensamiento crítico del porqué de las cosas”.

Pero ¿Qué sucede si por el contrario las consecuencias de la realización de una determinada conducta derivan en la retirada o evitación de un estímulo? En ese caso estaríamos ante lo que se conoce como refuerzo negativo. “Un refuerzo negativo, no es sinónimo de castigo.

Para que se vea más claro, si los padres argumentan a su hija que si hace los deberes que le mandaron en clase, esta noche no tendrá que recoger la mesa. La niña sabe que no tendrá que recoger la mesa, que funcionaría como estímulo no deseable o poco apetitivo y por ende, hará los deberes”, explica.

¿Qué utilidad real y beneficios tienen el refuerzo positivo?

La realidad que rodea al uso del refuerzo positivo durante la etapa de aprendizaje, es que según cómo sea utilizado y con qué intención puede tanto ayudar a potenciar comportamientos, como también perder su poder y derivar en un comportamiento sistemático, si se aplica de forma desmedida.

“Un claro ejemplo de ello podría ser unos padres que están viendo a sus hijos comer, sin juzgarlos, pero en realidad podrían estar elogiando un comportamiento esperado (el niño lleva la cuchara a la boca para terminar de comer), pero quizás se estarían menospreciando o ignorando otros comportamientos no tan adecuados (mientras come, el niño está tirando la comida fuera del plato o bien está distraído viendo los dibujos mientras come)”, explica el experto.

“Otra hipótesis es que si tus hijos saben que, a ciencia cierta y como viene pasando habitualmente, los padres les dirán lo que tienen que hacer y como consecuencia de ello los hijos no atenderán a peticiones iniciales, por lo que las habilidades de escucha se pueden ver mermadas de seguir así, lo que derivará en que este tipo de refuerzo positivo irá perdiendo poder con el tiempo o sea necesario implementar un refuerzo de mayor intensidad para obtener un resultado similar.

Y finalmente, otra de las posibilidades que existen sería la pérdida gradual de la motivación intrínseca de los niños debido a que se estaría haciendo una aplicación abusiva del refuerzo positivo, creándose una dependencia del reforzador externo”, concreta Sastre.

Pero ¿Existen entonces efectos positivos del refuerzo positivo? Francisco Fernández argumenta que también “es un recurso muy valioso para implementar una educación acorde al perfil que se pretenda instaurar”. En cuanto a sus beneficios, “se sabe que motiva a los niños cuando realizan una tarea bien, refuerza su capacidad de esfuerzo, hace que se instaure una actitud receptiva a lo que le decimos al igual que aumenta su autoestima con un uso moderado y bien llevado a cabo según el caso.

Lo que está claro es que cada niño/a tiene unas capacidades, habilidades, motivaciones, estilos cognitivos y unas características personales que difieren en cada individuo, lo que en psicología y en educación se le denomina diferencias individuales, es por ello por lo que habría que saber cuándo y en qué momento y en qué caso deberíamos de aplicar ese reforzamiento positivo”, recalca. 

Una herramienta poderosa si se aplica de forma correcta

Nos encontramos por lo tanto como bien explica Saray Olmedo, ante “una herramienta poderosa que puede incentivar a nuestros niños a afianzar comportamientos que probablemente de otro modo no se arraigarían tan firmemente. Hablo de esos momentos en los que se premia que sean capaces de levantarse del suelo cuando se caen, de que sean aplaudidos cuando después de mucho esfuerzo son capaces de leer un texto de unas pocas líneas, de alabar sus dibujos a menudo desastrosos y sin mucho sentido, de darles el cariño que necesitan cuando están tristes o echan de menos a sus padres o de incentivar la participación en clase cuando tienen dudas o quieren explicarle algo a un compañero que no lo entiende”, detalla esta pedagoga. 

“De esta manera, podríamos aprovechar al máximo sus potenciales de forma que estas, ayuden a mejorar sus debilidades creando así un equilibrio perfecto que haga de los niños del mañana gente con recursos, críticos, intuitivos, creativos, honestos y no adultos que pasan por la vida perpetuando las ideas que un profesor les impuso durante su etapa escolar”, explica.

En definitiva, es bueno si se sabe aplicar. Si se tiene en cuenta la personalidad de cada alumno, si lo individualizamos y entramos en un terreno neutro alejado de nuestras anteriores experiencias como alumnos, si los enseñamos con amor, con cariño, ese es el verdadero premio que se merecen: saber que hay alguien que no solo les enseña, sino que cuida de ellos, que les demuestra afecto y que puede ayudarlos cuando más lo necesitan pues no debemos olvidar que los maestros, educadores, profesores… somos agentes de socialización primaria y que, por ende, somos ejemplos a sus ojos”.

Un concepto sobre el que Olmedo también nos invita a hacer una interesante reflexión: “¿Seremos capaces de educar a los niños de hoy y del futuro? ¿A aquellos que, el día de mañana estaremos orgullosos de ver medrar en sus vidas con buenas herramientas psicológicas y de autogestión? Hablamos de gente sin miedo a levantar la mano en clase, gente que sea capaz de opinar y no de dejarse llevar. Para eso sí. Así me gusta el refuerzo positivo. Bien hecho, bien para ellos, bien para el mundo”, remata.