Tríptico de Natalia López de la Oliva.

Tríptico de Natalia López de la Oliva. Cedida

Protagonistas

Maï Diallo, Hodei Herreros y las 15 jóvenes creadoras que guían el futuro del arte español: "Nos salimos de convencionalismos"

Sus obras dan forma a la exposición 'Urdir: Convivencias', que puede visitarse en el Centro Cultural Casa de Vacas de Madrid hasta el próximo 31 de agosto.

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El Retiro, en pleno agosto, es un termómetro del ritmo madrileño. Fuera, turistas y vecinos buscan un respiro bajo los árboles; dentro de Casa de Vacas, se respira un aire distinto. En las paredes acristaladas del edificio se refleja la luz del verano y, dentro, una exposición que parece pensada para transformar lo que significa compartir un espacio.

Urdir: Convivencias, comisariada por Lucía Caballo, reúne a quince artistas —la mayoría mujeres, nacidos entre 1994 y 2002— que han decidido que el arte no solo se expone: también se habita, se comparte y se construye colectivamente. Es la propuesta de una muestra que gira en torno a un concepto, la convivencia, no solo logística, sino como motor del intercambio de ideas y experiencias.

Como dicen desde el colectivo, ‘se trata de observar lo que no grita: una sombra, una pausa, una mota de polvo’. ¿Sus protagonistas? Ángela Jiménez Durán, Hodei Herreros, Lara Ordóñez, Irene Molina, Nuria López Blanco, Adela Angulo Portugal, Caterina Miralles, Maï Diallo, Isabel Merchante, Lola Zoido, Andy Luengo, Natalia López de la Oliva, Arta Delharte, Juan Couder y Alejandro Manzano. 

"Son creadoras jóvenes, pero están marcando el panorama español", explican desde la galería Río & Meñaka, que nos acoge en este particular recorrido. "Cada pieza parte de motivos muy personales —la tierra de cada cual, las experiencias digitales, lo íntimo—, pero en Casa de Vacas participan en una convivencia que despierta nuevas formas de mirar".

Al entrar, el visitante es recibido por un pasillo con los paneles de Juan Couder, que explora los nexos entre la fotografía experimental, la temporalidad y la naturaleza. Dentro de la sala, Urdir prosigue su narrativa con un vídeo que muestra a Isabel Merchante instalando piedras luminiscentes en mitad del paisaje volcánico canario.

'Dibujos de la corteza latente', de Isabel Merchante.

'Dibujos de la corteza latente', de Isabel Merchante. Cedida

Sus rocas absorben la luz del sol a lo largo del día y la devuelven horas después, como si la tierra tuviera memoria. La artista, que estudia arte computacional en Londres y con la que ha podido hablar Magas, define su proyecto como un puente que "visibiliza las conexiones entre lo material y lo simbólico" y que refleja la importancia que atribuye a los procesos. 

De la luminosidad de las piedras se pasa al gesto opaco de una cortina de ducha en el que aparece impreso algo tan cotidiano e ignorado como el suelo del duty free de un aeropuerto. La obra de Nuria López Blanco se coloca en una esquina y despierta la curiosidad del público: todos intentan asomarse detrás, pero no hay nada escondido.

Lo importante es la impersonalidad del tránsito, la experiencia colectiva de pasar siempre por los mismos no-lugares sin detenerse. "Habla del consumismo, de la rapidez de nuestros tiempos", explican desde Río & Meñaka. "Muchos visitantes se acercan con la tentación de mirar qué hay más allá, y eso es exactamente lo que quiere provocar".

'Urdir: Convivencias' podrá visitarse hasta el 31 de agosto.

'Urdir: Convivencias' podrá visitarse hasta el 31 de agosto. Cedida

Más adelante, el recorrido se encuentra con hilos suspendidos en el aire. Lara Ordóñez, que nos atiende por teléfono desde Mallorca, donde está realizando una residencia con otros creadores, habla de su obra: ”El textil me atrae porque su ductilidad y su riqueza aportan mucho al discurso artístico. Además, para mí es fundamental el componente de memoria, herencia e identidad que tienen los tejidos".

No está sola en esa reivindicación. Andy Luengo, de apenas 22 años, trabaja con barro, agua y fibras naturales para reivindicar los paisajes extremeños, a veces erróneamente representados como áridos o infértiles. Sus instalaciones huelen a tierra mojada y remiten a la infancia, a lo frágil y lo elemental. Es un homenaje a sus orígenes.

La muestra, ubicada en el Centro Cultural Casa de Vacas.

La muestra, ubicada en el Centro Cultural Casa de Vacas. Cedida

A su lado, obras que celebran la incomodidad de lo deforme. Irene Molina convierte errores tecnológicos en esculturas. Lo que en una pantalla sería un glitch se materializa en formas impresas en 3D. Lola Zoido trabaja con realidad aumentada y animaciones digitales. Ambas pertenecen a una generación que creció conviviendo entre lo material y lo digital.

En la pared central de la sala, tres lienzos de colores vibrantes imponen su presencia. Son de Natalia López de la Oliva, que además, valga la curiosidad, escribe poemas en el reverso de cada cuadro. De amor, de rabia, de esos que salen solos cuando se echa de menos... No solo plasma sentimientos en tonos fuertes, sino que también los escribe detrás, desvelan los encargados de guiarnos en la exposición.

Tríptico de Natalia López de la Oliva.

Tríptico de Natalia López de la Oliva. Cedida

En algún momento del recorrido, sorprenden unas esculturas orgánicas que parecen a medio camino entre lo humano y lo alienígena. Maï Diallo, nacida en Tenerife en 1999, ha convertido su investigación sobre la ginecología moderna y su trasfondo colonial en una denuncia materializada. "Mi investigación se centra en estudiar la mirada de la medicina institucionalizada y su trasfondo colonial y racista", cuenta. 

Y desarrolla: "Me interesa cómo esta forma de observar el cuerpo implicaba una violencia que todavía hoy tiene consecuencias. Encuentro un paralelismo entre esa mirada ginecológica —intrusiva, invasiva— y la mirada pornográfica: ambas son manifestaciones de una lógica colonizadora que convierte al cuerpo en objeto de estudio más que en un sujeto".

Una de las obras de Hodei Herreros.

Una de las obras de Hodei Herreros. Cedida

A su lado, la mirada del visitante se topa con algo aparentemente más ligero, pero igual de subversivo: la obra de Hodei Herreros, que reivindica objetos tradicionalmente asociados a la feminidad como elementos que también pueden inspirar al arte, apuntando especialmente al más academicista.

En sus obras, el maquillaje pasa de ser algo frívolo a convertirse en el protagonista de su proyecto, en una suerte de declaración feminista en clave estética. Su obra emplea objetos a medio camino entre el mobiliario doméstico y lo accesorio u ornamental, algo en lo que, desvela, tiene mucho que ver la influencia de uno de los lugares en los que ha pasado parte de su vida: Granada.

Los nombres del futuro del arte

En una muestra tan diversa como esta, hay que observar desde los ojos de 15 miradas —principalmente femeninas— cuyas reivindicaciones y experiencias son completamente distintas. Sin embargo, hay un nexo común entre las artistas: pertenecen a una nueva generación de creadores que vive en la "incertidumbre", dicen algunas, de estar abriéndose paso en un mundo retador.

La propuesta expone la dificultad de dedicarse al arte a través de una serie de emails.

La propuesta expone la dificultad de dedicarse al arte a través de una serie de emails. Cedida

La arquitecta y artista Caterina Miralles hace explícita esa preocupación. Ha colocado en la sala un conjunto de cartas de rechazo de becas y convocatorias. Son papeles dibujados sobre cebolla transparente que revelan una realidad bien sabida: la precariedad de la vida artística. Al acercarse, el visitante lee frases burocráticas conocidas: “Lamentamos comunicarle…”.

Merchante, desde Londres, comprende esta frustración y empatiza con su obra: "Los artistas estamos constantemente conviviendo con el rechazo. Lo importante es recomponerse y seguir creando". En el pasillo más próximo a la salida, una serie de polaroids de Alejandro Manzano muestran escenas de su cotidianidad como capítulo final de la exposición.

Urdir: Convivencias, más que una exposición de objetos, podría entenderse como un manifiesto coral o un intento de comprender qué pasa por la cabeza de los más jóvenes. Las conversaciones que nacen de lo que puede verse en la sala se extienden hacia una pregunta inevitable que Magas lanza a las protagonistas: ¿qué significa ser artista emergente en España hoy?

Retratos de los artistas que participan en la muestra.

Retratos de los artistas que participan en la muestra.

Pese a los obstáculos profesionales que a menudo llevan implícitos las vocaciones creativas, Diallo asegura que "este es un país con muchas oportunidades”. Ordóñez matiza desde su experiencia: “He tenido la suerte de empezar a vivir de lo que estudié, pero es fruto de una rutina de trabajo constante. La precariedad está ahí y exige resistencia”.

Por su parte, Merchante piensa en casa desde el corazón de Reino Unido: “En Madrid encontré un circuito abierto, con residencias y espacios que apoyan a emergentes. Fue un lugar amable para empezar. El salto al extranjero me dio otra proyección, pero el origen estuvo aquí”.

La obra de Juan Couder da la bienvenida a la exposición.

La obra de Juan Couder da la bienvenida a la exposición. Cedida

Quizá la escena que mejor define Urdir no está en ninguna obra, sino en la reacción de una visitante inesperada. El mismo día en que se realizó este reportaje, un padre entró en el espacio con su hija pequeña. Era la cuarta vez que visitaban la exposición. El hombre reconocía que no entendía nada, pero la niña ya había incluso llegado a la conclusión de que tenía una obra favorita.

La anécdota resume lo que la muestra comisariada por Lucía Caballo buscaba: abrir el arte contemporáneo a públicos diversos, desde expertos hasta familias de paseo por el parque. Todos podrán descubrirla (o volver a ella) hasta el próximo 31 de agosto, cuando este diálogo de voces zentennials se despida oficialmente del enclave madrileño.