La escritora, invitada del pódcast.

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Protagonistas

La modelo Águeda López debuta como escritora: “Quiero que vean a una niña que sufrió 'bullying' y no lo tuvo fácil"

Esta cordobesa, casada con el cantante Luis Fonsi, publica su primera novela con una historia sobre su propia vida, 'La niña que miraba al sol'.

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Rosa Sánchez de la Vega
Publicada

Águeda López, reconocida modelo internacional y esposa del cantante Luis Fonsi, debuta en la ficción con La niña que siempre miraba el sol, una novela luminosa sobre el valor de la confianza y el poder de la certeza.

Inspirada en su propia infancia, marcada por el bullying y las dificultades, narra la historia de Alma, una niña de ocho años que enfrenta la crueldad del acoso y un secreto familiar que rompe su felicidad. Gracias a su coraje y persistencia, la pequeña transforma su dolor en fuerza y se proyecta hacia un sueño que la llevará a conquistar la pasarela de su vida.

Con un estilo honesto y emotivo, esta novela valiente e inspiradora nos recuerda que, incluso en los momentos más oscuros, siempre hay luz y esperanza.

Reconocida por figuras como Alejandro Sanz y Laura Pausini, la obra de Águeda López aporta una voz necesaria para hablar del bullying y la importancia de perseguir los sueños desde la infancia.

Águeda López posando para su entrevista.

Águeda López posando para su entrevista. Cedida

El título ya me atrajo desde el primer momento. ¿Por qué 'mirabas al sol'?

En el sur, el sol parece más grande y es difícil no mirarlo. La niña se detenía al atardecer para pedir deseos y soñar. El título transmite optimismo: mirar hacia adelante, no quedarse en el pasado ni en un cielo gris.

Dado que hay tanto de ti en Alma, ¿por qué no escribiste una autobiografía y elegiste contar la historia a través de un personaje?

Porque no quería que al leerla pensaran en mí. Quiero que vean a una niña que sufrió bullying, que no lo tuvo fácil. Así, quizá, alguien pueda sentirse reflejado en alguna parte de la historia.

Creo que somos muchos los adultos con sueños aún por cumplir, que pasamos por una infancia difícil. Esta es mi forma de decir: “No soy la única. Si ella pudo, yo también".

La novela nace del dolor, pero está escrita con ternura y cariño. ¿Qué tuviste que sanar en ti para poder contar esta historia sin rabia?

Cuando empecé a escribir, lo hice para motivar y ayudar a otros, pero al final quien sanó fui yo. Al poner en palabras y leer en voz alta cosas que creía menos dolorosas, entendí que sí me dolieron mucho y aún lo hacían.

La historia nace desde un lugar de paz, amor y agradecimiento, gracias al camino espiritual que he seguido y a la certeza de que todo pasa por una razón. Al mirar atrás, veo que mi infancia me preparó para lo que vendría después.

¿Cómo fue volver emocionalmente a esa niña que fuiste?

Me dio algo de tristeza. Creo que ningún niño debería vivir momentos tan duros, sobre todo cuando no estás preparado emocionalmente.

Tenía una buena relación con mis padres, mucha confianza; los amaba y los amo. Siempre se dice que “todo es cuestión de comunicación”, que un niño debe hablar con sus padres si le pasa algo. Pero yo sentía vergüenza de lo que me ocurría. Me costaba decir: “Me están diciendo esto en la escuela, me están molestando, me escupen en el pelo”.

Volver emocionalmente a eso fue un proceso. Pero, sinceramente, no hay nada mejor que mirar de frente a los miedos. Cuando lo haces, poco a poco, se vuelven pequeños.

¿Cuándo te diste cuenta de que no era una simple broma, sino acoso? 

Creo que le puse nombre ya de adulta, cuando se empezó a hablar del bullying como un problema real. De niña, se tomaba como una tontería, pero no lo era.

En la novela hay un capítulo donde la agresión verbal se vuelve física. Ahí ya no hay duda. Yo misma, con 20 o 22 años, mirando atrás, entendí que no era normal. No estuvo bien.

Y el silencio de los demás, ¿también dolía?

Muchísimo. A veces dolía más. Los que miraban y no hacían nada no me insultaban ni me pegaban, pero tampoco me defendían. Ni un “todo va a estar bien”. Nadie lo contó, nadie ayudó. Ese silencio también es violencia. Ver algo injusto y callar es igual de grave.

En la novela hablas de Martirio. ¿Le pusiste ese nombre por lo que representa?

Literalmente, sí.

¿Te la encontraste años después? ¿Viste en ella fragilidad?

Sí. Cuando escribía este capítulo, justo había leído un artículo sobre las mujeres invisibles, esas que desaparecen por cargas familiares, parejas dominantes, o simplemente por la vida. Al recordarla, me di cuenta de que eso le había pasado a ella.

Fue muy importante en mi infancia, pero cuando la vi, ya no era esa figura. Seguía en el mismo sitio, sin haber crecido. Yo sí lo había hecho. Y entendí que, tristemente, se había vuelto invisible.

Primer plano de la modelo y escritora cordobesa Águeda López.

Primer plano de la modelo y escritora cordobesa Águeda López. Cedida

Creciste en Hornachuelos. ¿Cómo fue llegar a la Gran Vía?

Un impacto. Venía caminando por aquí y pensaba: qué bonita es la vida. Mi pueblo es precioso, pero llegar a la capital fue descubrir otro mundo. Todo era ruido, gente, vida. Me cambió por completo. Madrid es mi lugar para volver, para recargarme. La ciudad de mis sueños.

¿Por qué te presentaste a Miss Toledo? ¿Fue por belleza o por valentía?

Fue por valentía. Quería seguir mis sueños y en Toledo no había oportunidades en moda. Un amigo me animó y pensé: "¿Por qué no?"

De niña veía a Lorena Bernal ganar y soñaba con estar ahí. Me presenté… y gané. Fue el inicio de un sueño que me abrió una puerta al mundo de la moda y una forma de decirme a mí misma que no me rendía.

Has vivido en Toledo, Madrid, México, Miami… ¿Hay algún lugar en el que sentiste por primera vez que eras tú?

En Miami. Llegué sin conocer a nadie, sin inglés ni visa, como inmigrante. Tuve que ser valiente, decir “esto es lo que quiero” y quedarme. Poco a poco conseguí mis papeles.

Cuando no había dinero, comía las lentejas que me enseñó mi madre y era feliz. Supe que estaba sola luchando por los sueños de la niña que fui y no la iba a traicionar. Pensé en volver a Madrid, pero rendirme era imposible. Así que me quedé.

Abres el libro con un momento clave: estás a punto de rendirte, pero alguien te dice que hay que dar esa milla extra”. ¿Crees en el destino, en el azar, en las personas que aparecen por algo?

Sí, creo que hay personas que reciben mensajes de Dios, que actúan como ángeles. Iba en un taxi al aeropuerto, frustrada porque nadie me había dado oportunidad en Miami. La única que me recibió me dijo que no encajaba. 

Llorando en el coche, el conductor colombiano me preguntó qué pasaba. Me dijo algo que me marcó: "Nadie merece más que nadie, a no ser que haga más que los demás". Entonces entendí que no fue casualidad: él vino a darme ese mensaje. Pienso en ese hombre todos los días. Sin sus palabras, no me habría quedado.

 ¿Qué te fue más difícil de soltar: el rencor, la tristeza o el miedo a que volviera a doler?  

El miedo.

 ¿A qué?

Todavía temo exponerme y a que la gente opine de mí, para bien o para mal. No me gusta que hablen de mi vida privada. Aunque soy figura pública y tengo Instagram, solo posteo lo que me hace sentir cómoda, dentro de mi zona de confort. Ese miedo me ha ganado muchas batallas.

¿Te hace vulnerable?

Mucho. Contar cosas dolorosas es abrir la puerta al sufrimiento, pero hay que enfrentar los miedos. Sé que muchos crecieron pensando que no podrían cumplir sus sueños. Quise decirles: "Yo estuve ahí, pasé por eso y me atreví. Atrévanse". Por eso abrí mi corazón.

¿Te llevas mejor con esa niña desde que lo has contado?

Me siento muy orgullosa de ella.

Mencionas el 11M. ¿Cómo recuerdas esos días?

Claramente, como si fuera ayer. La memoria del corazón guarda esas sensaciones profundas. Sentía miedo en el transporte y culpa por estar en una terraza en verano.

Fue un momento muy duro. Nunca pensé que viviría algo así, ni una pandemia, ni guerras. Quise que la novela reflejase ese contexto para que la gente se reconozca en él.

¿Qué música rescatas en esta historia?

No hay una canción en particular, sino un género: la guitarra española, el flamenco, las sevillanas. Me transportan al sur, a mi niñez, a la feria de mi pueblo, a momentos con mi papá escuchando música en el coche. Es mi raíz cultural.

¿Qué opinas de que proyectemos vidas en redes que no son reales solo para agradar?

Creo que lo hace casi todo el mundo, yo incluida. Allí mostramos solo lo bonito: fotos, viajes, comidas... pero detrás hay mucho trabajo, preocupaciones y vida real que no se ve.

Tengo una hija adolescente y le digo siempre que no se crea todo, que nadie es perfecto, ni en redes ni en la vida. Me gusta que haya modelos a seguir, pero obsesionarse no es sano.

Para terminar, el título: 'La niña que siempre miraba el sol'. ¿Está presente?

Sí, siempre miro el sol. Soñaba mucho con ser la mujer que soy hoy y ahora pienso en que quiero ser mañana. Siempre hay un objetivo para vivir.

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