
Roberta Metsola, ante los medios de comunicación durante la cumbre de líderes europeos en marzo de 2025.
Roberta Metsola: "En el debate sobre los aranceles, debe haber un delicado equilibrio entre la fuerza y la empatía"
La maltesa afronta un mandato cargado de desafíos, desde la guerra en Ucrania a la batalla comercial global. Reclama que la UE asuma la responsabilidad de su propia seguridad: "La era de depender de otros ha terminado".
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Si vivimos en el mundo de la ley del más fuerte, es fácil caer en la tentación de pensar que Europa tiene poco que hacer. Frente a los hiperliderazgos de Donald Trump, Xi Jinping o Vladimir Putin, y embarcada sin quererlo en una guerra mundial de aranceles, la Unión Europea reacciona para defender sus intereses.
Ante estos nuevos ejes de poder, la UE se ha visto obligada a pertrecharse (o, al menos, intentarlo), frente a los desafíos que se abren en materia de seguridad, comercio y transición digital. Y, en este escenario, emerge la figura de Roberta Metsola (Saint Julian's, Malta, 1979). Es la presidenta del Parlamento Europeo, una de las cuatro instituciones que conforman el gobierno comunitario y que debe enfrentarse al complejo puzle geopolítico. Aunque la institución carece de iniciativa legislativa, es determinante para aprobar la inmensa mayoría de las decisiones que terminan afectando a la ciudadanía.
Abogada, política y madre de tres hijos, se convirtió en la persona más joven en ocupar el cargo y en la tercera mujer en presidir esta institución, después de Simone Veil y Nicole Fontaine. Habla como lengua materna el idioma de la globalización, el inglés, en un bloque que lo mantiene a pesar del Brexit porque, pese a la guerra de los aranceles, la UE sigue siendo uno de los actores económicos más relevantes del mundo en comercio, en inversiones y en PIB per cápita.
La riqueza europea es equivalente, en términos absolutos, a la de China y multiplica por ocho la de Rusia. Desde que tomara posesión por primera vez en 2022, el Parlamento se ha vuelto más visible y fuerte, y luchó contra el mayor caso de corrupción que asoló la institución, el conocido como Qatargate.
Pero fue su habilidad para conjugar los valores e ideologías de todas las formaciones el factor que más pesó a la hora de encumbrarla a la reelección en 2024. Logró el mayor respaldo jamás obtenido, todo un hito en un momento de fuerte polarización y en una burbuja que acostumbra a rotar a sus líderes. Democristiana conservadora perteneciente al Partido Popular Europeo (PPE), consiguió el apoyo de socialistas, liberales y verdes, y ni siquiera los extremos de las derechas e izquierdas discutieron el puesto.
Repitió en el cargo con el respaldo inmenso en uno de los parlamentos más fragmentados de la historia. ¿Cómo se logra el consenso y por qué cree que la reeligieron a usted?
Creo en el poder de los acuerdos y en buscar soluciones que beneficien a todos. Por eso tengo una política de puertas abiertas, de escuchar a todos los colegas y animo a todos a que se acerquen a mí con sus preocupaciones, ideas o preguntas. Escuchando, entendiendo y debatiendo, encontramos puntos en común. Creo que este enfoque es crucial para el éxito en Europa, especialmente en el Parlamento Europeo, donde se entrecruzan tantos intereses e ideologías diferentes. Con mayorías en constante cambio, construir puentes es ahora más importante que nunca, y yo estoy haciendo mi parte.

Roberta Metsola, en su despacho en el Parlamento Europeo.
Metsola, que es la política al frente del parlamento democrático con más representantes, concede estas preguntas a Magas en el contexto del pasado 8-M con el ánimo de incidir en los desafíos de igualdad que todavía persisten. Porque, aunque la representación femenina ha avanzado en las instituciones ―Ursula von der Leyen preside la Comisión y Christine Lagarde el Banco Central Europeo―, quedan todavía obstáculos para la consolidación de los objetivos de igualdad.
A la presidenta, que prácticamente era una desconocida hace tres años, se la vio ejercer de líder con aplomo en muy poco tiempo. Ha sido la primera en muchas ocasiones ―la más joven, la primera maltesa, la primera dirigente de la UE en visitar Kiev―. Y, aunque ha roto muchos techos de cristal, si se la pone de ejemplo, prefiere no serlo como símbolo, sino a través de la acción.
¿Qué otra primera vez podemos esperar de su parte?
No me centro en ser la primera, sino en marcar la diferencia. Eso es lo que me motiva. Quiero honrar la confianza de quienes me eligieron para el Parlamento Europeo y, luego, como presidenta. No me tomo esto a la ligera, quiero cumplir las promesas que hice a los ciudadanos europeos y hacer avanzar el proyecto de la UE. En ello trabajo cada día.
La tarea es hercúlea para ella y para el resto de los que conforman el club comunitario. Cuando el lenguaje bélico escala a nivel internacional y los Estados Unidos de Trump parecen haber cambiado de bando, la UE trata de dotarse ahora de ese hard power (política dura) que le ha faltado para dejar de ser los Veintisiete y pasar a convertirse, de verdad, en lo que dice su nombre: una unión europea.
Durante años, el bloque ha sido acusado de estar siempre deeply concerned (muy preocupado) y nada más. Hay quienes, con jocosidad, reproducen memes sobre los líderes que titubean ante cada crisis. Sobre esa Europa que se reúne mucho, convoca grandes cumbres, expresa su "profunda preocupación" ante tal o cual evento, pero nunca pasa a la acción.
La presidenta del Parlamento Europeo se rebela fuerte ante ello. Y pone en valor los "principios y valores" de la Unión. Eso sí, demostrando habilidad para derivar el tema de la generalidad a los hechos y para escapar de tópicos feministas y europeístas. Aunque se le pregunte por el liderazgo femenino que ha marcado las dos últimas etapas: el de la conservadora alemana Angela Merkel —basada en la búsqueda constante del acuerdo— y el de la nacionalista italiana Giorgia Meloni —que desafía la política migratoria y apuesta por la acción—. Dos formas distintas de afrontar la política.
Teniendo en cuenta estos dos modelos, ¿cuáles son las mejores cualidades que debe tener el liderazgo actual para afrontar los retos de hoy?
En vista de los desafíos geopolíticos a los que nos enfrentamos, como la guerra en Ucrania o la discusión sobre los aranceles, creo que debe existir un delicado equilibrio entre la fuerza y la empatía. Vivimos en un mundo en el que nuestros valores europeos están amenazados. Así que debemos ser firmes y mantenernos decididos a la hora de defender los principios que nos definen, como la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho. Al mismo tiempo, un verdadero liderazgo necesita también una profunda comprensión de las personas. Debemos ser capaces de escuchar, de comprender diferentes perspectivas y de construir relaciones basadas en la confianza y el respeto mutuos. Esto significa afrontar los desafíos con empatía, buscar puntos en común y fomentar el sentido de unidad sin dejar de ser fieles a nuestros principios. No se trata de ejercer poder sobre los demás, sino de empoderarlos para que se mantengan unidos.

Roberta Metsola y Ursula von der Leyen, juntas en Israel apenas una semana después de los atentados del 7-O.
La Unión Europea está inmersa en la tarea de conjugar la aplicación de sus valores en un entorno en el que vuelan las amenazas comerciales y escalan los discursos bélicos. Se está viendo empujada adaptarse a una batalla comercial, pero también a rearmarse en lo militar, tras los desplantes de un Donald Trump que se niega a seguir sosteniendo a la OTAN: "En materia de defensa hemos logrado mucho, pero tenemos que hacer aún mucho más. Necesitamos inversiones adicionales y ser más eficaces y eficientes. La era de depender de otros ha terminado. Tenemos que asumir la responsabilidad de nuestra propia seguridad", advierte Metsola.
La competitividad comercial y la defensa común son, junto a la gestión de las políticas migratorias, los tres principales retos que afronta el bloque en conjunto de cara a los próximos años: "Hemos logrado avances significativos con el Pacto Europeo sobre Migración y Asilo. Esta norma proporciona un marco que es justo con quienes tienen derecho a quedarse, firme con quienes no lo tienen y severo con los traficantes de personas", explica. "Ahora, los Estados miembros tienen que implementar estas disposiciones para que el Pacto pueda ser verdaderamente eficaz", sentencia Metsola.
Este discurso lo pronuncia una política oriunda de un país pequeñísimo que en soledad jamás podría defenderse, y, de hecho, jamás pudo. Malta es una isla en el Mediterráneo, el mar cuyo control ha sido clave en la historia de Occidente, y cuya posición estratégica siempre fue codiciada, desde la antigua Roma a las dos guerras mundiales, pasando por el dominio naval del viejo Imperio Británico.
Nos movemos en un mundo que camina hacia esos hiperliderazgos masculinos, con un eje Trump-Putin midiéndose en fuerzas. ¿Cómo se ve desde su prisma? ¿Y cómo debe responder Europa? Y no nos referimos solo a Defensa…
Creo firmemente que necesitamos más mujeres en la política. Necesitamos su liderazgo y sus voces poderosas en Europa y más allá. Ellas, en muchas profesiones, se enfrentan a obstáculos adicionales, y la política no es una excepción. Cada aspecto de su vida es analizado minuciosamente: desde su vestimenta y comportamiento hasta sus elecciones personales. Este escrutinio constante puede ser increíblemente agotador, una carga que los hombres rara vez experimentan en el mismo grado. Pero esto no debería disuadir a nadie de defender lo que cree.
Tuve que postularme dos veces antes de ser elegida eurodiputada. Y hoy soy la presidenta de esta institución. Para lograr un cambio real, los partidos políticos deben hacer más a nivel nacional, de tal forma que garanticen que se presenten y aparezcan en las papeletas electorales. También es importante que nosotras nos ayudemos mutuamente. Quiero utilizar mi plataforma para ser una voz fuerte para las mujeres en Europa y alentar a más a que den el salto a la política.
Para lograr un cambio real, los partidos políticos deben hacer más para garantizar que las mujeres aparezcan en las papeletas electorales. Quiero utilizar mi plataforma para ser una voz fuerte para las mujeres en Europa y alentar a más a dar el salto a la política.
A la hora de colaborar con otros líderes mundiales, la mejor respuesta de la UE debe ser centrarse en cumplir nuestras propias prioridades. Eso incluye reforzar nuestra competitividad y nuestras capacidades de defensa. Construir una Europa más fuerte, más segura y mejor preparada para afrontar amenazas futuras. Necesitamos tener más fe en nosotros mismos, porque tenemos lo que hace falta.

Roberta Metsola con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, António Costa.
Se podría decir que el proyecto europeo nació como un seguro de paz después de siglos invadiéndonos unos a otros, colonizando el resto del planeta y guerreando con excusas ideológicas o nacionalistas. Y, en ese sentido, nada indica, de momento, que el plan se vaya a truncar. Porque hasta los gobiernos más beligerantes de los Veintisiete prefieren estar dentro del club para reformarlo, antes que dinamitarlo.
Los "dividendos de la paz", pues, están claros. Pero es cierto que el continente no sólo ha perdido el paso en la revolución tecnológica, tampoco sus políticas de transformación verde o digital proveen a sus ciudadanos. La desigualdad entre ricos y pobres crece en el supuesto paraíso del Estado del bienestar. La amenaza está ahí. Y Metsola la modera en la Eurocámara, donde el incumplimiento de la promesa de prosperidad se ha convertido en una crisis de representación que ha impulsado a los partidos que promueven discursos y acciones populistas.
A nivel nacional, este fenómeno provoca retrocesos democráticos bajo discursos populistas que se disimulan envolviéndose en banderas excluyentes. Dentro de este alambicado club, que se ofrece al mundo como faro de la democracia y del Estado de derecho, hay gobiernos que aprueban leyes restrictivas a las libertades o a la división de poderes. Y otras formaciones de ultraderecha van tomando posesión y avanzando en votos. De hecho, sólo su división entre los grupos que conforman la Eurocámara evita que se conviertan en la segunda fuerza de poder del Parlamento, muy cerca de la primera, el PPE.
Tenemos que restaurar la confianza de la gente en los partidos tradicionales. Nos hemos vuelto complacientes asumiendo que los votantes nos apoyarán pase lo que pase.
¿Cómo explica que los ciudadanos apuesten por estas opciones?
La verdadera pregunta es por qué votan a estas formaciones extremas y no a otras. Por qué optan por alejarse de los partidos tradicionales, y qué debemos hacer para volver a conectar con ellos. En eso es en lo que debemos centrar nuestra atención. Hace falta restablecer la confianza de la gente en la capacidad de los partidos tradicionales para aplicar políticas concretas que marquen de verdad la diferencia. Nos hemos vuelto demasiado complacientes, hemos dado por sentado que los votantes nos apoyarían en cualquier circunstancia.
De seguir igual, ¿cómo ve Europa en los próximos cinco años?
Tenemos que analizar todo esto con atención y aprender de lo que nos está pasando. Ésta tiene que ser nuestra tarea en estos cinco años, porque, si no damos un paso adelante, todos pagaremos el precio en las próximas elecciones europeas.