Irene del Peso, María Ferrer y Marta Maroto, en un montaje de Magas.
Las pilotos españolas María Ferrer, Irene del Peso y Marta Maroto: "El pasaje aún se sorprende al ver una mujer"
Queda un importante camino por recorrer, pero cada vez es más común ver a una mujer a los mandos de un avión. Estas pilotos de Vueling son un claro ejemplo.
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"Buenos días, les saluda la comandante a cargo del vuelo de hoy". Con esta frase empiezan su jornada Irene del Peso, Marta Maroto, y María Antonia Ferrer, todas con una sólida trayectoria a sus espaldas. Eligieron un camino en el que todavía predomina la presencia masculina, pero en el que pudieron desarrollarse, demostrando que no hay profesiones de hombres o mujeres, sino vocaciones. A los mandos de una aeronave no hay distinción de género, aunque la sorpresa del pasaje, a veces, es inevitable.
"Después de 17 años volando, se siguen asombrando cuando entran y ven a una mujer. Generalmente, es la gente mayor la que más se extraña. Una vez un señor al verme dijo en tono medio jocoso que si había una mujer pilotando se bajaba", recuerda Del Peso sin poder evitar la sonrisa.
Irene del Peso, a los mandos de uno de sus vuelos. Cedida
Ser piloto es algo vocacional y estas tres profesionales llegaron al sector casi sin referentes, tampoco por tradición familiar y alguna, incluso, por casualidad. En el caso de Irene, nacida en un pueblo de la sierra de Madrid, viene de una saga de pasteleros. "Fui la oveja negra, porque lo que quería era ser astronauta", dice bromeando. Empezó a estudiar Física, pero pronto abandonó aquel sueño de ir al espacio y, a través de un amigo, descubrió la que más tarde se convertiría en su pasión.
Pese a la sorpresa de sus padres, ellos la apoyaron en todo. "Hicieron un gran esfuerzo para que pudiera prepararme y tuviera la formación adecuada. No me sentí extraña ni fuera de lugar, aunque era de las pocas chicas que había. Además, tuve la suerte de que mi instructora de vuelo también era mujer y ella sí que me dijo: 'Aquí todos somos buenos, pero tú tienes que ser mejor".
María Antonia Ferrer (le gusta que la llamen solo María) quiso ser piloto desde pequeña. Pese a algunas reticencias en casa, al final se salió con la suya. Lo tenía clarísimo, aunque la idea de ponerse el traje de astronauta para descubrir la galaxia también le rondó durante un tiempo, como su compañera. Sacarse el título para pilotar supone un esfuerzo que ella enfrentó con determinación.
La más veterana de este trío es Marta Maroto, tiene 47 años y lleva 22 en la aviación. Resulta fácil imaginar que cuando ella empezó, lo de ver a una mujer piloto era casi una quimera. Dio sus primeros pasos en el sector como tripulante de cabina mientras terminaba sus estudios y obtuvo su primer trabajo al mando de un avión en 2009.
Marta Maroto, lista para embarcar. Cedida
Las tres reconocen que, por las características de la profesión, la conciliación puede llegar a ser difícil. "No te das cuenta lo difícil que es hasta que tienes hijos. Para mí, el primer año después de ser madre fue complicado, por todo lo que te crea esa revolución de hormonas", dice María Ferrer. Aun así, aseguran que en Vueling han encontrado todo tipo de facilidades y agradecen que la compañía esté tan comprometida en materia de igualdad.
De hecho, a nivel global, la plantilla de la aerolínea mantiene un equilibrio de género, con un 51,5 % de mujeres entre sus más de 4.800 empleados, cifra que ha experimentado un incremento en los últimos años. También se ha avanzado en la incorporación de mujeres piloto, que representan el 4,7 %, en línea con el sector.
Además, se impulsan iniciativas como el programa 'STEAMing: dando alas al talento femenino', junto con la Fundación Princesa de Girona, con el objetivo de fomentar el interés y la participación de los jóvenes en las disciplinas STEAM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Arte y Matemáticas) en la aviación, con un enfoque en la igualdad de género y la diversidad en el ámbito laboral.
El camino va avanzando, pero todavía es fundamental seguir impulsando referentes para que la profesión de piloto sea visible para las jóvenes. Se necesitan vocaciones. Irene, María y Marta fueron unas pioneras y recuerdan que eran pocas chicas en aquel entonces. "Si no tienes a alguien en la familia o algún conocido, es difícil que lo veas como opción, porque es algo que no llega al público en general. Yo tengo dos hijos y siempre me llaman para ir a hablar al colegio porque soy piloto y todavía les sorprende", dice Ferrer.
"Si tú como niña no ves mujeres arriba pilotando un avión, no te va a pasar por la cabeza intentarlo", explica su compañera Marta Maroto. Irene del Peso añade: "En aviación no se muestra suficientemente las salidas que pueden tener las mujeres, como piloto, sobrecargo, técnicos…".
Maria Ferrer lleva 22 años en la aviación. Cedida
Hay que destacar que en este sector no hay diferencias salariales entre géneros: mismo trabajo, misma retribución económica. Sin embargo, también es una carrera en la que hay que estar pasando pruebas constantemente. Se examinan cada seis meses para demostrar que sus capacidades siguen intactas.
La visibilización de las mujeres es importante. María, Marta e Irene están enamoradas de su profesión, y aspiran a que su compromiso inspire a otras a seguir sus pasos. Aunque el desafío a nivel personal y familiar es grande, su amor por el trabajo demuestra que esta carrera puede ser apasionante y gratificante. "Quien se adentra en ella, descubre una vocación que enamora", destacan.
"Mi primer vuelo lo hice con un compañero que me invitó a ir con él al aeródromo de Ocaña a volar una avioneta. Fue maravilloso, una sensación de absoluta felicidad. Se me ilumina la cara cada vez que hablo de mi trabajo. Para mí volar es salir del mundanal ruido y que los problemas se hagan pequeños", confiesa Maroto.
Del Peso también destaca los paisajes y la "gran familia" que se crea entre la tripulación. Por su parte, Ferrer espera estar volando hasta los 65, pero tiene claro que cuando se jubile se dedicará a viajar, pero de verdad, porque ahora aterriza en muchos países, pero no ve ninguno en realidad.
"Nunca me he arrepentido de ser piloto, es una profesión muy exigente, pero muy bonita. Cada día ves cosas nuevas, pero te tiene que gustar", añade María.