Las sastras españolas, en una creatividad de Magas.

Las sastras españolas, en una creatividad de Magas. Julia Ramírez

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Así son las “sastras valientes” que se han atrevido a meterse en un mundo de hombres

Cada vez son más las sastras que toman las normas y los métodos artesanales de la sastrería para llevarlos, desde sus talleres, a la creación de impecables prendas sartorial también para mujer.

1 abril, 2024 02:03

Cuando una empieza a indagar sobre la sastrería femenina se da cuenta, antes de nada, de que es la misma RAE la que confirma una clara prevalencia de lo masculino sobre lo femenino en la propia acepción del término. La definición que da del término "sastra" es la de "persona que tiene por oficio cortar y coser trajes, principalmente de hombre". Y también la de "mujer del sastre". Es decir, que es una palabra que ni se corresponde con la vestimenta femenina ni tiene apenas entidad por sí misma, sino que depende de un sastre hombre. 

La historia de la sastrería masculina, la única existente durante siglos, es rica e interesantísima en cuanto a técnicas, significados y códigos de comportamiento. Y sigue siendo un ámbito en manos de hombres como demuestran, a modo de ejemplo, la Asociación Nacional de Sastrería, fundada en 2017 para promover, potenciar y proyectar la sastrería española a nivel nacional e internacional, o la Sociedad de Sastres de España La Confianza, cuyo origen se remonta a 1865 y se define como heredera del antiguo gremio sartorial. 

En ambas organizaciones la presencia entre sus socios de mujeres o de firmas que diseñen para féminas es anecdótica, pues oscila entre un 10 y un 15%. Un dato bastante relevante si se tiene en cuenta que, como nos confirma la madrileña Sastrería Serna, artífice del traje blanco que llevó la princesa Leonor a su jura de la Constitución y que también organiza cursos de sastrería online, el número de hombres y mujeres en sus cursos está bastante igualado.

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Las dueñas de Carmen 17, Sofía Nieto y Arancha Rodrigálvarez.

Las dueñas de Carmen 17, Sofía Nieto y Arancha Rodrigálvarez. Cortesía.

Como dato, un 60 % de los estudiantes de uno de sus cursos actuales son mujeres. Es decir, que estudian sastrería las mismas mujeres que hombres, pero llegan a puestos relevantes, al menos en sus asociaciones más importantes, muchas menos féminas.

Aun así algo está cambiando. Cada vez son más las mujeres que se atreven a introducirse en un mundo todavía protagonizado por hombres, y aprender y emplear esas mismas técnicas de corte y confección artesanal con gran atención al detalle para crear prendas bespoke —hechas a medida, artesanales y según los criterios del cliente— para mujeres.

"Nosotras tuvimos que insistir a mi abuelo Ramón para que nos enseñara a trabajar como él lo había hecho tantos años en su taller porque siempre ha habido un poco de sesgo. La sastrería era cosa de hombres, las mujeres hacíamos modistería", explica Sofía Nieto

Junto a Arancha Rodrigálvarez son las fundadoras de Carmen 17, en origen un taller de vestuario para producciones audiovisuales y de artes escénicas y que desde el año 2020 es, además, un negocio de ropa local y confeccionada a medida en su atelier madrileño. "Es un espacio que nos genera mucho bienestar y donde todas las bondades de la artesanía se nos quedan memorizada en el cuerpo. El taller proporciona una vida cercana a los gestos textiles, a un ritmo lento y a una manera más sostenible y respetuosa de relacionarnos con el entorno", dice.

Tanto Arancha como Sofía pertenecen a familias con tradición en sastrería y moda, y esta última es nieta, bisnieta y tataranieta de sastres. Y fue de su abuelo, Ramón Recio, de quien aprendieron, pese a su resistencia inicial por ser mujeres, los tratados clásicos y los modos de proceder tradicionales de la sastrería "para luego poder innovar, jugar, pasarlo por nuestro filtro y generar cosas muy personales". 

Es cierto que siempre ha habido una clara diferencia entre los términos de sastre y modista; el primero, referido al hombre, y en muy menor medida, a la mujer que hace ropa para hombres. El segundo, identificando a la mujer que hace ropa para otras féminas. Por lo tanto, el trabajo de las modistas ha sido considerada históricamente de menor categoría que el de un sastre.

Ana M. Moreno, fundadora de la sastrería Blanam.

Ana M. Moreno, fundadora de la sastrería Blanam. Cortesía.

Pero hoy son mujeres como Sofía y Arantxa, y también como Ana M. Moreno, fundadora en 2023 de la firma de sastrería 100% femenina Blanam, las que se atreven a dar el gran paso. "Es importante el hecho de que seamos mujeres quienes estamos detrás de una firma de sastrería femenina porque sabemos mejor que nadie lo que queremos: disimular las caderas o que los bolsillos del pantalón no engorden, por ejemplo", explica Moreno.

"En términos de confección o acabados hacemos exactamente lo mismo que en sastrería masculina. Pero en nuestro caso, una firma destinada a las mujeres, queríamos conseguir un patrón con influencia masculina pero que siente superbién y nos haga vernos guapas", añade. 

Y califica la blazer como una prenda de confianza que nunca falla. "Quería una marca que me representara 100%, y no he parado hasta conseguir el patrón de la blazer perfecta, mi prenda de confianza. Si sé que esa blazer me sienta genial, se ve buena y me veo guapa, voy con seguridad y salgo de casa feliz", reconoce la dueña de Blanam.

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Una opinión compartida con las fundadoras de Carmen 17, que aseguran que "es importante la mirada de las mujeres que hacemos sastrería para hombres, pero también para mujeres. La figura del diseñador en muy conocida, y él hace ropa para mujeres que nunca se va a poner. Quizás por eso existen las faldas estrechas que nos impide movernos, los tacones o la escasez de bolsillos en las prendas femeninas".

La democratización de la sastrería femenina

Resulta una realidad constatada que la sastrería femenina está en pleno proceso de democratización. Cada vez existen más firmas del tipo que sea, lujo o low cost (y obviamente con diferentes niveles de calidad), que incluyen prendas bespoke en sus colecciones. Llevamos varias temporadas en las que no solo vemos trajes en las influencers y reinas del street style, sino que reinas estilosas como la reina Letizia, Mary de Dinamarca o Máxima de Holanda recurren al sastre con frecuencia. 

Y también se apuntan a los trajes royals jóvenes como Isabella de Dinamarca, que lució un tres piezas de Max Mara (de su madre Mary) en su confirmación en 2022 o la princesa Leonor, que optó por un impecable traje blanco en su jura de la Constitución el pasado 31 de octubre.

Andrea Moragues, fundadora de la firma Byan, conocida por sus chaquetas y abrigos de factura perfecta y tejidos coloridos, cree que cada vez existe una mayor oferta de sastrería femenina. "Y se da un mayor reconocimiento del made in Spain, de la artesanía y la calidad en la moda. Que figuras públicas y jóvenes royals opten por este tipo de prendas están desempeñando un papel importante. Su estilo elegante y sofisticado al usar trajes sastre en eventos importantes contribuye a la reputación positiva de esta forma clásica y atemporal de vestir, ayudando así a mantener viva la tradición de la sastrería", reconoce. 

Teresa Marco, responsable de diseño de Sumissura, una firma de moda en la que puedes hacerte trajes a medida y diseñarlos desde su web, va más allá y habla del traje blanco y el efecto Leonor, "una muestra del impacto que puede tener la elección de vestuario de figuras públicas en la moda, influyendo en las tendencias, percepciones sociales y cultura. Cuando la heredera al trono de España optó por un traje sastre blanco en un evento tan emblemático como la jura de la Constitución, no solo demostró su elegancia y sofisticación, sino que también inspiró a otras mujeres a seguir su ejemplo. En Sumissura copiamos rápidamente el traje, y tuvo una gran repercusión en prensa", reconoce. 

Uno de los diseños de la firma Byan.

Uno de los diseños de la firma Byan. Cortesía.

Una misma técnica tradicional, dos fines diferentes

La sastrería femenina actual no pretende copiar a la masculina, sino hacerla suya. Coco Chanel está considerada la inventora del traje femenino, un diseño con el que revolucionó la moda de los años 50 realizado en su icónico tweed y con falda. Divas de estilo andrógino de los años 50 y 60 como Marlene Dietrich o Katharine Hepburn también lucían trajes de chaqueta y pantalón a modo revolucionario y feminista. Y en los años 90, el sastre femenino se consolidó como el referente del power dressing para las primeras mujeres de negocios que vestían, en ciudades como Nueva York, diseños de líneas minimalistas de Calvin Klein o Donna Karan.  

Pero la sastrería por y para mujeres de hoy no pretende copiar al hombre y su uso del traje para transmitir formalidad o poder. Quiere emplear sus mismas técnicas y modos artesanales y personalizados para crear prendas sartorial de patrones más relajados y cómodos. Por eso existe una mayor libertad creativa en cuanto a siluetas, tejidos y detalles. Buscamos cierta comodidad, también en traje.

No queremos imitar el encorsetamiento y estricto dress code que suele acompañar a la moda sartorial para ellos, aunque también van innovando con trajes más sport y casual. "Es cierto que el sastre de hombre se asocia a eventos formales, mientras que en la mujer se trata de un look propio del fondo de armario que puede reinterpretarse de mil y una maneras porque es versátil y elegante, pero no por ello formal", opina Andrea Moragues.

"En términos de elegancia, exclusividad y calidad son iguales. Pero nosotras queremos que nuestros trajes sean funcionales y cómodos", puntualiza Ana M. Moreno. Y destaca la versatilidad del traje femenino: "Buscamos conseguir que el traje sea polifacético. Que lo tengas en tu fondo de armario, y sepas que con unos stilettos es genial para un evento, con zapatillas resulta ideal para una cita con tus amigas y con camiseta es perfecto para un look de oficina. Incluso proponemos nuestros trajes para novias o, con una maxiflor en la solapa, para ir a la Feria de Sevilla". 

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Por su experiencia de más de 11 años en la firma Sumissura, Teresa Marco constata que "el traje femenino ha sabido hacerse un hueco de forma mucho más natural y fácil que para hombre. En el sector masculino cuesta desvincularse de la idea de traje como atuendo de vestir formal, pero en el femenino se ha acogido con los brazos abiertos en tejidos fluidos y de fantasía, colores y con cortes que se salen de la norma".

Esta evolución en las formas de la sastrería por y para mujeres la confirma Sofía Neto, de Carmen 17. Junto a su socia Arancha Rodrigálvarez, trabajan de forma artesanal y manual, exactamente igual que hacen con las prendas masculinas."Pero también con una mirada muy contemporánea y personalizada. Y nos parece importante y bonito que, como mujeres, hagamos sastrería y podamos aplicarla a la femenina", explica Sofía.

"La ropa de mujer suele tener menos bolsillos, abulta menos, es más estilizada, los tejidos son más finos y más fluidos.Llevar todo el imaginario de la sastrería tradicional con tejidos que te arman, que abrigan más, con muchos bolsillos y con una silueta más definida y más fuerte también nos parece interesante", añade. 

No hay duda de que entre los usos y disfrutes de la sastrería masculina y femenina existen marcadas diferencias. "Son mundos con necesidades distintas", explica Ana Moragues. "En sastrería masculina prima más la alta calidad y la atemporalidad. Pero nosotras buscamos un corte favorecedor, un fit perfecto y versatilidad en los tejidos. Nos apasiona jugar con el corte clásico y elegante del traje y añadirle un toque de audacia con estampados y colores arriesgados", asegura. 

Y continúa reconociendo la importancia de los tejidos: "Para mí son fundamentales, y ya he empezado a diseñarlos personalmente. La lana es el material que más utilizamos porque, a diferencia de los tejidos sintéticos, abriga, es duradera y tiene una buena caída. Esta combinación única convierte nuestras prendas en algo atemporal y a la vez exclusivo". 

Teresa Marco, de SUMISSURA.

Teresa Marco, de SUMISSURA. Cortesía.

Un modo de vestir tradicional, renovado y transversal

Quizás el imaginario colectivo lleve aún a muchos a pensar en traje como sinónimo de mujer profesional y madura. "Pero nada más lejos de la realidad. El traje se ha democratizado y popularizado tanto que nuestro principal rango de edad está por debajo de los 40 años, a pesar de que pueda parecer lo contrario". Lo confirma Teresa Marco, quien incide en que hoy se trata de un vestir totalmente transversal. 

Y reconoce que "la sastrería a medida tiene un atractivo intemporal que trasciende las barreras de la edad, y ofrece prendas que se adaptan a las necesidades y preferencias individuales de cada mujer. Tenemos clientas jóvenes hasta de 80 años, encontramos todo tipo de perfiles y nos encanta que cada una le otorgue su toque personal al diseño". Y quizás el ejemplo perfecto lo tengamos en casa con las reinas Sofía y Letizia, además de Leonor de Borbón, tres generaciones diferentes que resultan buenos referentes de esta clara transversalidad en el vestir sartorial femenino.