Cruz Sanchez de Lara.

Cruz Sanchez de Lara.

Protagonistas

Cruz Sánchez de Lara: “Conseguir el liderazgo como el periódico digital más leído implica no querer perderlo”

Es mentora de la colección solidaria de Pedro del Hierro, ByBy, cuyo fin es fomentar el microemprendiento femenino y apoyar proyectos de impacto social.

17 enero, 2024 02:58

Cruz Sánchez de Lara (Almería, 1972) es vicepresidenta ejecutiva de EL ESPAÑOL, editora de Magas, Enclave ODS y Vivir, colaboradora en tertulias de TV, activista de derechos humanos, patrona de diversas instituciones tanto culturales como benéficas y una de las 8 mentoras de la colección solidaria ByBy de Pedro del Hierro.

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Es también quien ha llevado el interés por la sostenibilidad y el feminismo bien entendido al periódico. Suyos son el proyecto Enclave ODS y la consolidación de Magas.

Me recibe en su casa. Llega de un almuerzo y cuando me voy se prepara para una cena de trabajo.

Aprovecho la oportunidad para preguntarle a la editora de Magas por su visión del periodismo y la actualidad. Comparte con su admirada Katherine Graham —quien fuera editora del Washington Post— al menos un rasgo de su persona: ser una maravillosa mezcla de inseguridad y autoridad.

Cruz Sánchez de Lara dice que su misión en la vida es hacer brillar a los demás. Y se deshace en elogios por Pilar Mateo, diseñadora de la capa de la colección ByBy, y la Fundación Quiero Trabajo, a quienes mentoriza en este proyecto de Pedro del Hierro.

Capas solidarias ByBy Pedro del Hierro

Capas solidarias "ByBy" Pedro del Hierro Atrevia

Usted es mentora de la científica Pilar Mateo y de la Fundación Quiero Trabajo en el proyecto “ByBy” de Pedro del Hierro…

Yo quiero que ganemos, que el beneficio del proyecto vaya a la Fundación Quiero Trabajo. Con un 80% de éxito, esta fundación ayuda a mujeres desfavorecidas a presentarse a una entrevista de trabajo. Tener un sueldo con el que mantener a tu familia mejora sustancialmente la autoestima.

Pilar Mateo es la inventora de la pintura que vacuna las casas. Salva muchas vidas. Dentro de la capa que ha diseñado pone We paint too. Es un movimiento que se está iniciando: las mujeres también pintamos. 

La capa es muy bonita y ya está agotada. Espero que se reedite. Pedro del Hierro ha construido un proyecto que ojalá imiten el resto de las firmas porque tendría un impacto muy positivo. El tercer sector necesita ayuda y visibilidad.

Usted ha ejercido la abogacía durante 25 años. Lo que era su bufete se ha consolidado en la redacción de Magas, Enclave ODS y Vivir. ¿Cuáles son los objetivos de esta nueva etapa?

El objetivo de toda mi vida es cumplir con mi deber. Es una de mis principales virtudes para con los demás. Quizá para mí no sea tan bueno. Mi deber en este caso es que las 200 familias que dependen ya del periódico no se sientan defraudadas por la empresa y que sigamos construyendo el sueño de nuestro presidente, un periodista que ha puesto por tercera vez en marcha un periódico. 

Además, se ha convertido en mi proyecto personal y profesional. Nunca imaginé que cambiaría mi vida profesional por una historia de amor, y mucho menos para hacer dos cosas tan dependientes en el plano personal y profesional. La vida, a veces, te sorprende y te da lecciones.

¿Qué aporta al periodismo una mirada nueva como la suya? 

Como abogada me han pagado toda mi vida por ver las cosas con objetividad y con una visión de 360 grados. Es decir, por pensar por dónde pueden hacer daño a mis clientes, tener previstas las posibles fisuras y cubrir los fallos. Eso es lo que procuro hacer con EL ESPAÑOL.

¿Cuáles son los vicios de la profesión?

Creo que son bastantes. Muchas veces, la prudencia de sentirme paracaidista y ese síndrome de la impostora que sufrimos todas a veces, me hacen callarme. No sabes si es que no sabes o que realmente hay algo que no funciona. 

Me sorprende mucho que en un mundo plenamente digital hayamos heredado la rivalidad y la competencia del papel. La fidelidad que se le tenía antes a un periódico ya no existe. Ahora los lectores leen un poquito de cada cosa en distintos sitios. 

Los chicos jóvenes consumen información a través de las redes. Hay que buscar cómo llegar a ellos para que esa información no sea sesgada ni falsa. Son el futuro del mundo y, con mala información, pueden crear una mala sociedad. Tenemos que hacer una defensa del modelo de negocio de la verdad y de la profesionalidad de quienes suscriben las noticias.

MagasIn ha pasado a llamarse Magas

Empezamos llamándonos MagasIn (Magas dentro). Me gustaba la idea de magas, pero hubo un cierto temor a que se asociara con brujas. Dentro del periódico era Magas, en cualquier sitio cuando llegábamos decían ya están aquí las “magas”. 

Yo creo que las mujeres somos magas de nuestro tiempo, de los afectos. Somos magas porque procuramos multiplicar y crear bienestar a nuestro alrededor. Luego también hay brujas, pero esas no nos gustan.

Tiene una larga trayectoria en la defensa de los derechos humanos y en particular de las mujeres. ¿Cómo ve el feminismo actual?

El feminismo es la defensa de la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. Lo que pasa es que hay necios y necias que utilizan la bandera del feminismo para hacer propaganda. Es decir, para salir en titulares, tanto los negacionistas como las personas con sentido mesiánico.

Espero —tengo los dedos cruzados— que vengan unos años que nos ayuden a superar la mala gestión en política de igualdad de estos últimos. Nos ha dejado un poco desprotegidos y desprotegidas. Porque las mujeres no somos las únicas víctimas del machismo y la desigualdad. Los hombres también lo son.

Usted es tertuliana de Espejo Público. En el debate de actualidad, como abogada, ¿cree que peligra la igualdad jurídica? 

Sí, lo creo, pero, más allá de las decisiones que tome el gobierno, tenemos que buscar alternativas y exigir responsabilidades a los gobernantes, siempre dentro de un debate social y democrático. El “y tú más” no funciona. La agitación y lo que pretenden ambos extremos nos pueden llevar a la gente razonable a salirnos de nuestro papel.

Esta mañana, en una reunión, personas que forman parte de la élite me preguntaban cómo veía la actualidad. Les he dicho que ellos tienen la responsabilidad de transmitir tranquilidad a las masas, porque si la élite promueve la efervescencia social, vamos a acabar a tiros. No pretendo ser tremendista, pero tenemos dos guerras muy cerca.

Usted es una de las 100 mujeres españolas más influyentes de la lista FORBES, de las 500 más poderosas de Yo Dona, de las Top 100 de Líderes Innovadores… ¿Cómo conlleva la relevancia social? 

No sé si soy ingenua. Agradezco mucho que me hayan incluido en las listas, pero no me siento nada de eso. Crecí desde los dos hasta los 10 años en un pueblo muy pequeño.

¿En cuál?

Nací en Almería, pero como mis padres eran funcionarios, fuimos a un pueblo de Cáceres que se llama Logrosán. Pasé hace poco con mi hijo. Quería enseñarle donde había estudiado su madre y me colé en el colegio. Es importante no perder los orígenes. Era una escuela pública, la única que había en el pueblo. 

Pregunté a los chicos qué querían ser de mayores: “yo notario, yo arquitecto…”. Les dije que allí yo había aprendido de unos maestros buenísimos que me enseñaron a leer, a escribir muy bien y a comprender las cosas. Por eso me ha ido bien. No hay nada que se os resista si os esforzáis, trabajáis y no dais nada por hecho en la vida.

Los chicos estaban todos revoloteados, querían hacerse fotos conmigo. Los profesores contentos. Creo que lo importante es no dejar de pensar que tú sigues siendo una niña que se esfuerza, porque todo lo demás es bastante mentira.

Pero tiene influencia

Hace poco tuve la posibilidad de hacer valer esto que llaman influencia para que las niñas siamesas Mauritania vinieran a operarse a España. “Si esto es la influencia, bendita influencia, muchas gracias, ministra”, le dije a Margarita Robles.

Cruz Sánchez de Lara junto a Nacho Aguayo

Cruz Sánchez de Lara junto a Nacho Aguayo

Pero yo sigo viviendo con el sentido de la responsabilidad y el trabajo. Me gustaría poder transmitir a las niñas mi experiencia. He tenido muchos altibajos en la vida y problemas, y siempre me he levantado con esfuerzo y con ayuda. No me gustan las historias de poses. Me gustan las cosas de verdad. Esto tiene ventajas e inconvenientes.

Usted está escribiendo una tercera novela. ¿Progresa adecuadamente?

Progresa adecuadísimamente. Voy casi por la mitad. Me he pasado a la novela histórica, a la Rusia del XVIII con los Romanov. Todo eso (señala una pila grande de libros) son libros de consulta. Escribir es tu momento de retiro intelectual. Lo que pase entre tú y tu ordenador es algo tan íntimo que resulta maravilloso.

¿Cómo se organiza para hacer tantas cosas?

Como decía tu bisabuelo, siendo una trapera del tiempo.

La faceta más personal

¿Qué le inspira?

La bondad, la lealtad, las cosas sencillas, la gente que me quiere y a la que quiero. Cuando estoy estresada, mi secretaria que me conoce —llevamos 20 años juntas— me lleva a un bar a tomar un pincho de tortilla. No necesito grandes cosas.

¿Libro favorito o que haya leído últimamente? Si tiene tiempo…

Ahora tengo poco. Hay una biografía extraordinaria: Una historia personal de Katharine Graham, que llegó a ser la directora del Washington Post. Ganó el Pulitzer en el 98. Siempre se lo regalo a mujeres con un liderazgo muy acusado o que tienen proyectos que afrontar.

Graham ha sido una de las protagonistas de una época en la que había pocas mujeres profesionales, pero sorprende la ausencia de autoestima. No tenía. Todas hemos sentido alguna vez lo mismo. Tenemos una losa que proviene de nuestra educación. Hace que nunca pensemos que estamos a la altura, que nos cuestionemos continuamente. Ese libro es el exponente. También estoy leyendo varias biografías de Catalina la Grande.

¿Qué es la amistad para usted?

Todo. Es el sentimiento más profundo. Es no estar siempre, pero estar cuando hace falta.

¿Y el sentido del humor?

Eso viene de fábrica. Si no te ríes de ti mismo y de lo que te rodea con ingenio… Me gusta más el humor inteligente que me hace sonreír que la carcajada.

¿Cómo es Cruz enfadada?

Tardo mucho en enfadarme. No me gusta discutir. Me han pagado toda la vida por discutir y lo hago bastante bien, pero gratis no. El día que me enfado es “hasta aquí hemos llegado”. Entonces quiero distancia y no soluciones. 

Comprendo que es un defecto grave, porque si uno se fuera quejando con las pequeñas cosas no llegaría a ese momento. No me gusta gritar y, sobre todo, procuro no decir lo que pienso cuando estoy enfadada.

Eso es una virtud. ¡Qué difícil!

Yo procuro irme, dormir, y después reflexionar sobre si realmente me interesa decirlo. “Dueña de tus silencios y esclava de tus palabras”, nunca me voy a hacer un tatuaje, pero si me hiciera uno sería ese. Siempre que me he equivocado ha sido por hablar de más.

¿Cuáles son sus batallas actuales?

Tengo un objetivo que no sé si conseguiré. Está claro que el mundo ha cambiado. Tenemos 3 opciones: quedarnos con un pie en cada mundo, en el viejo o intentar hacer el tránsito al nuevo. Yo quiero la tercera. 

No quiero caerme, como en las viñetas, al océano que se va a abrir entre estos dos mundos. Para ello tenemos que aprender de los jóvenes. Nosotros hemos nacido en un mundo a medio camino.

El futuro del periodismo

¿No siente nostalgia de abandonar el viejo mundo?

Por eso escribo. Soy muy retro, hasta en la forma de vestirme. Me gusta la estética de las películas en blanco y negro, la ópera, el teatro clásico, ponerte unos tacones y vestirte, que parezca que no existen problemas alrededor… 

Eso es una estética y parte de una ética, pero seríamos muy necios si no nos enteramos de lo que viene. No somos jóvenes ni lo vamos a ser. Es una de las tiranías del siglo XXI, pero creo que tenemos el encanto de haber nacido en una época distinta a esta.

¿Cuánto le atan las audiencias? 

Atan mucho. Además, conseguir el liderazgo como el periódico digital más leído, implica no querer perderlo. Es una responsabilidad para con nuestros lectores y trabajadores. 

Fíjate, cada vez vivimos más pendientes de los números: del reloj, del número de mensajes que tenemos sin contestar, del número de pasos que hemos dado, del número de llamadas y cosas por hacer y, por supuesto, del número de lectores a los que les ilusiona nuestro proyecto. 

¿Qué aconsejaría a futuros periodistas?

No me gusta dar consejos. Pero les diría que se formen en humanidades. El periodismo es contar historias y contarlas bien. No sabemos cómo las contaremos en diez o quince años, pero se trata de tener un relato que puedas aplicar a pequeños contenidos de una forma que haga aprender al lector y lo atrape. La gente cada día está más preparada y es más selecta con su tiempo.