Inma Chacón

Inma Chacón Sadeq Mousavi (Imagen cedida)

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Inma Chacón y la petición de su hermana antes de morir: “Sabía que la literatura me iba a salvar”

La escritora repasa para MagasIN sus inicios en la literatura y cómo le afectó la muerte de su hermana Dulce Chacón. 

21 julio, 2022 02:04

Su voz y su inmensa sonrisa inesperada desprenden alegría, pasión por lo que hace y entusiasmo por lo que vendrá. Inma Chacón nació en Zafra (Badajoz) hace 68 años, el mismo día que su hermana gemela, la escritora Dulce Chacón, fallecida en 2003. Tras muchos años dedicada a su vocación inicial, la enseñanza, inició su carrera literaria en el año 2005 publicando la novela La princesa india (Alfaguara, 2005).

Fue el comienzo de una fértil travesía que ha dado lugar a novelas como Las Filipinianas (Alfaguara, 2007), Tiempo de Arena (Planeta, 2011) o Los silencio de Hugo (Contraluz Editorial, 2021), un libro elaborado a fuego lento que actualmente navega viento en popa y es un éxito de ventas y crítica.

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La emoción contenida en la escritura la impulsa a escribir poesía para abrir espacio y tiempo a sus fragilidades, dando a luz poemarios como Alas, Urdimbres, Antología de la herida y Arcanos, que próximamente van a ser reeditados. Pero hay una predilección que Chacón abraza tanto o más que las anteriores: la dramaturgia. En otoño estrena en Asturias La memoria de las flores y poco después su versión de Comedia de recibimiento en Las Palmas de Gran Canaria.

Desde que nace La princesa india, tu primera novela, hasta hoy, no has parado de escribir. ¿Cómo sientes que ha sido la travesía?

¡Muy fecunda! Si me hubieran dicho que tendría 18 años por delante para escribir siete novelas, seis obras de teatro, seis poemarios  cuatro de ellos publicados un libro de relatos y otro que está en capilla, más todos los pregones, reseñas, prólogos… Yo les diría: eso es imposible, no se puede hacer.

Pero así ha sido, ¿gracias a tu entrega absoluta a la escritura?

La escritura me ha servido para sobrevivir o mejor dicho, para vivir. Sobrevivir es fácil, es dejar que pase la vida por encima de ti, pero vivir es amar la vida, entregarse a ella y saber que siempre merece la pena vivirla, pase lo que pase; a mí la literatura me ha servido precisamente para eso.

Yo estaba feliz en mi mundo académico, era lo que siempre había soñado, era decana en la Facultad de Comunicación... pero, de pronto, fallece mi hermana gemela de una muerte casi súbita desde que le diagnosticaron el cáncer terminal hasta su muerte, pasaron solo 27 días y apenas pude darme cuenta de nada, fue un shock tremendo, porque nosotras éramos gemelas ejercientes, nos encantaba serlo.

¿Que supuso la muerte de su hermana? 

Además del dolor inmenso, yo estaba desconcertadísima, no era eso lo que habíamos planeado, pensábamos envejecer juntas. Su muerte fue también la mía, sentí que también yo había muerto y tuve que volver a nacer, a rehacerme de otra manera.

Dulce le hace un regalo, una petición antes de morir….

Sí, ella había leído las primeras 50 páginas de Los silencios de Hugo, la novela que yo había empezado por entonces. Sabía que yo escribía y confiaba en mí, aunque mi vocación era la docencia, mientras que la de Dulce siempre fue la de ser escritora. Ella tenía la idea de escribir una novela sobre una princesa azteca, basada en Isabel de Moctezuma, y cuando supo que iba a morir me pidió que la escribiera yo. Le dije que su princesa viviría, se lo prometí.

Inma Chacón con su libro 'Los silencios de Hugo'

Inma Chacón con su libro 'Los silencios de Hugo' Sadeq Mousavi

Es triste y muy hermoso a la vez. Comienza partiendo de una idea escueta, de una firme promesa y en homenaje a su hermana…

Así es, escribí la novela muy deprisa, pensando que yo también me iba a morir porque era lo lógico. Habíamos nacido juntas, nos teníamos que morir juntas, pero al ver que no me moría, y además con una hija muy pequeña, al terminar La princesa India me pregunté: y ahora, ¿qué hago?

Seguí escribiendo, recuperé Los silencios de Hugo. Me di cuenta de que mi hermana me había pedido que escribiera porque sabía que la literatura iba a ser una tabla de salvación para mí, sabía que escribir atrapa y que eso también me pasaría a mí, que me ayudaría a recomponer mi vida. Escribir es un ejercicio de sanación, eso es lo que ha supuesto para mí la literatura.

Las historias que atraviesan sus novelas, ¿tienen siempre algo que ver con vivencias cercanas o retazos de su propia historia?

Todas están basadas o inspiradas en hechos reales que me implican y luego ficciono, y son homenajes a las personas que protagonizaron esos hechos.

Las Filipinianas es un homenaje a mi madre, porque su abuela nació en Filipinas, de padres españoles; mi tatarabuelo fue organista de la catedral de Manila, adonde se trasladó desde Alejandría con sus cinco hijas. Las cinco se enamoraron en el barco, una de ellas, mi bisabuela, contrajo matrimonio en Manila y allí nació mi abuela.

Los silencios de Hugo es una historia que viví. Es mi novela más personal, arranca de un hecho triste, pero es un canto a la vida, he tardado tantísimo en publicarla porque he tenido que distanciarme mucho para conseguir escribirla. Es un homenaje a un amigo.

Con su cuarta novela, Tiempo de arena, basada en una historia familiar, resulta ser finalista al Premio Planeta en 2011, ¿qué supone este reconocimiento? ¿Dejan de relacionarla con su hermana Dulce?

Jamás me ha preocupado que me relacionaran con mi hermana, soy yo misma la que habla siempre de ella. Para mí es un inmenso orgullo, nunca he tenido la necesidad de que me consideren otra cosa, ni ahora ni cuando ella vivía. Los gemelos no tenemos ese problema, el problema lo tienen los otros porque no ven a dos personas, sino a una sola persona repetida, nosotras sabemos que somos dos.

Cuando Dulce murió había gente que me decía: 'Ahora tienes que ser tú'. ¡Si yo siempre he sido yo! El problema lo han tenido los otros, no yo, especialmente cuando aterrizo en el mundo de la literatura. Dulce y yo sabíamos lo que significaba el hecho de ser gemelas y nos encantaba, era muy divertido.

Algo que ha sido toda mi vida divertido no puede convertirse, cuando ella no está, en algo negativo. La gente pretende establecer competencia entre nosotras, absurdo, yo he admirado siempre todo lo que hacía Dulce al igual que ella admiraba siempre todo lo que hacía yo.

Inma Chacón

Inma Chacón Joseba Osés (Imagen cedida)

Una vez, José Saramago me dijo una cosa muy bonita: 'Antes erais una en dos y ahora sois dos en una'. Eso me hizo reconciliarme con las personas que no sabían qué hacer cuando me veían, provocándome un dolor inmenso. Entendí su desconcierto, igual al mío, por no tener a mi hermana a mi lado. Afortunadamente la literatura me atrapó, como un bálsamo. Cada vez que escribo, soy feliz.

Hablemos de poesía. Crece de su mano…

Mi padre era poeta. Antes de dormir, en lugar de cuentos nos leía sus poemas. De los nueve hermanos que somos, todos tenemos dentro la sonoridad de la poesía, que para mí es como la música clásica. He escrito poesía desde pequeña, pero todo lo que escribía lo tiraba.

A raíz de la muerte de Dulce, empecé a escribir poemas en el ordenador: los poemas del desconcierto ante la muerte, ante la soledad, que era un sentimiento que no había tenido nunca antes. Así nació Alas, sin saber que estaba escribiendo un libro de poesía. Con Urdimbre sí fui consciente de que era un libro y el resto también.

Hay otra pasión que desarrolla, para mi gusto íntimamente relacionada con la poesía: la dramaturgia. ¿Últimamente le enamora incluso más que otros géneros literarios?

Sí, ahora es lo que más me gusta escribir. Precisamente, al terminar el poemario Urdimbres supe que, en realidad, yo quería que fuera un diálogo entre la vida y la muerte entre los dos mitos griegos: Ariadna y Aracne. Por eso decidí intercambiar sus voces en mi primera obra de teatro, El laberinto y la urdimbre, escrita expresamente para las actrices Sole y Gracia Olayo, hermanas gemelas, que más tarde me propusieron escribir Las Cervantas, un texto coescrito con mi admirado José Ramón Fernández.

¿Cómo vive su palabra encarnada sobre el escenario cuando el lector aparece transformado en espectador?

¡El teatro me encanta! La poesía es un acto íntimo, la narrativa es un acto solitario, requieren recogimiento, concentración, soledad y tiempo, pero el teatro es un ejercicio en el que está presente la verbalidad. Y lo hermoso es que es una pasión compartida, es colectivo y eso me apasiona. Yo soy muy gregaria, soy de familia numerosa y se nota.

¿Escribe con disciplina o desorden? ¿Qué espacio da a cada género? ¿Tiene la poesía un tiempo propio y único?

Cuando estoy delante del ordenador soy feliz, se me van las horas sin darme cuenta. Soy disciplinada, con la narrativa y el teatro me planteo lo que quiero escribir cada día y no paro hasta que lo termino, siete u ocho horas seguidas, y trabajo todos los días.

La poesía tiene otra pulsión, puede nacer de un instante fortuito, atrapo la inspiración en cualquier momento y luego trabajo mucho el poema. También me gusta el encuentro y trato posterior con los lectores porque construyen un mundo paralelo a tu texto, lo engrandecen, son realmente los que ponen a cada libro el punto y final.