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La guardia civil Manuela Simón ya ha estado dentro de una tumba. País Vasco. Principios de los 90. Un comando de ETA usaba las bolsas de basura de un cementerio, cargadas con flores marchitas, para entregar explosivo. La hoy cabo 1º, entonces veinteañera, de la primera promoción de mujeres en el cuerpo, participaba en la operación. Su puesto: una tumba vacía.

Manuela Simón, la primera mujer condecorada por la Guardia Civil por su lucha contra ETA.

Manuela Simón, la primera mujer condecorada por la Guardia Civil por su lucha contra ETA.

"Tengo que confesaros que estaba deseando que llegara el comando a recoger esas bolsas, aunque tuviera que enfrentarme a ellos, a seguir una noche más rodeada de muertos", cuenta a MagasIN. A sus 50 años, con 30 de lucha antiterrorista a sus espaldas, confiesa algo más: "Hoy me dan más miedo los vivos que los muertos".

Manuela Simón fue la primera mujer condecorada por la Guardia Civil. Su participación fue clave en la detención de Juan Carlos Arruti, Paterra, del comando Araba, uno de los más sanguinarios de finales de los 80. Ella siempre insiste en que los resultados siempre son del equipo.

Sábado, 16 de septiembre de 1989. Simón y su compañero seguían a un camión sospechoso. En la parada en un bar, la joven identificó al etarra: "Era él, tenía los ojos azules, y supe que era él seguro". Para comunicarlo tuvo que esconderse en el baño. "Me podrían haber pegado un tiro allí". Luego los hubo. Y también muertos. Y después ella se enteraría de que sí, que aquel día, "volvió a nacer".

Muro de pago

Desde el principio el terrorista había desconfiado de aquella cría que se había pedido unos gusanitos y una coca-cola y le había aguantado la mirada en el bar. "No pensó que pudiera ser guardia civil, pero sí policía. Después confesó que se había mosqueado y nos hubieran matado si hubieran podido". Les salvó, a ella y a su pareja de operación, salir del bar y esperar en el coche a que llegaran el resto de unidades.

La guardia civil Manuela Simón, conduciendo una moto.

La guardia civil Manuela Simón, conduciendo una moto.

Horas después, la agente Simón, pistola en la mano, asistía a la desarticulación del comando Araba en Irún, mientras los etarras lanzaban granadas desde dentro del camión. Murieron dos terroristas. Un sargento resultó herido.

De película

Todo pasó, dice, "como una película". La vivía, su vida de película, al margen de su familia. Su madre no se ha enterado de lo que realmente hacía su hija hasta 2017, cuando publicó junto a un compañero el libro Historia de un Desafío: cinco décadas de lucha sin cuartel de la Guardia Civil contra ETA. El año pasado se convirtió en un documental. "Si se lo cuento a mi madre entonces no le hubiera dejado vivir", dice.

En 1988 Manuela Simón aterrizó en un "cuerpo militar que tenía muertos diarios por el terrorismo", dice ella misma. "Todo era nuevo". Para ella y para la Guardia Civil que acababa de abrir sus puertas a las mujeres. "Fuimos integradas con total normalidad, teníamos tabla rasa para escribir nuestra historia". Escribir y pintar: "La profundidad del pincel la marcaría nuestra voluntad, nuestro buen hacer, nuestra entrega", añade.

Pregunta: ¿Era consciente entonces de que como mujer estaba haciendo historia?
Respuesta: En aquellos momentos no, ahora creo que, no solo yo, sino todas las que conformamos la primera Promoción de Mujeres de la Guardia Civil, hemos hecho historia.

Simón, (Torrenueva, Ciudad Real, 1969) va a ser hoy galardonada por la Junta de Castilla-La Mancha como mujer referente para las niñas por la celebración del 8 de Marzo. Para que éstas sientan que "pueden ser lo que se propongan", en palabras de la consejera de de Igualdad castellanomanchega, Blanca Fernández.

Manuela lo consiguió. Aunque era su sueño de infancia, esta hija de panaderos, de un pueblo de 1.700 habitantes recuerda su entrada en la Guardia Civil como algo "impulsivo". "Mi salto no fue baladí, de un pueblo en los 80, de mi instituto de Valdepeñas... creo que fui impulsiva, me precipité". Juventud lo llama.

En 1988 ingresó en la Academia del Instituto armado de Baeza y allí fue seleccionada para incorporarse a la Unidad de Servicios Especiales. Tenía 19 años. Con base en Madrid, pasaba unos 200 días al año en Euskadi y Navarra y participó en la desarticulación de varios comandos de ETA, llegando a trabajar en Francia. Eran agentes 'secretos'.

P.: A esa edad, ¿os sentíais espías?
R.: Nosotros realizábamos todas las funciones de conocimiento y detección de los comandos. Pero, normalmente, si todo salía bien, nosotros no deteníamos. No podíamos quemarnos. Volvíamos a Madrid y siempre solíamos comer en un restaurante que le llamábamos 'Pantxo', un restaurante normal, de menú del día, pero que estaba muy cerca de nuestra base operativa. Allí, mientras comíamos, escuchábamos cómo los programas de noticias de todos los canales abrían con el resultado de nuestro trabajo de las últimas semanas. Y, por unos segundos, te sentías que movías los hilos del mundo. Eso a los 20 años es un gran chute.

Y volvería a elegirlo. Aunque tuvo sus dudas. Sólo al principio. "Los primeros meses en la Academia hubo algún momento que me vine abajo, la vida militar en una academia es dura y, sobre todo, para mí, que no tenía familia militar, ni había vivido en esos ambientes. Pero una vez finalicé, jamás se me ha pasado por la mente dejarlo. Reconozco que soy una persona con mucha suerte porque he trabajado en lo que siempre deseé desde niña".

Un sueño

Porque lo suyo sólo podía ser un sueño. Cuando Manuela Simón era niña, las únicas mujeres que vivían en los cuarteles eran las esposas e hijas de los guardias. Como Loli, su "amiga del alma", con la que jugaba en el patio del cuartel de Torrenueva. La hija mediana del panadero, la que quería ser Guardia Civil, estaba terminando COU en un instituto de Valdepeñas cuando todo cambió. Se fue con tres amigas a pasar un fin de semana a Madrid y a presentarse a las pruebas de acceso del Instituto Armado para mujeres. Las primeras, las culturales, sólo las aprobó ella. Y las siguientes.

Hasta que entró en la GAO. El grupo de Apoyo Operativo. La niña del pueblo se había convertido en Guardia Civil en primera línea contra ETA. "En nueve meses tuve una nueva génesis, me incorporé directamente a la Unidad de Servicios Especiales, una Unidad operativa de primera línea en la lucha contra ETA".

En aquella su juventud, recuerda "lo más sagrado es tu compañero, esa juventud llena de impulso, ganas, fuerza, y creencia en la misión, porque es la misión que salva vidas". Por el camino, se perdieron muchas: 203 guardias civiles han sido asesinados por ETA. Y los jóvenes de hoy, ¿conocen la historia de la banda terrorista? Responde que "les falta mucha información". Y lo explica: "Ciertos sectores están intentando reescribir la historia con elementos de posverdad. Están convirtiendo la historia, no en un hecho absoluto sino en una narrativa tergiversada y, por ende, y es el auténtico problema, una narrativa manipuladora".

Considera que hay otra batalla en cómo explicar la historia: "El problema que hemos tenido en España no se ha tratado de una guerra, muy al contrario, se trataba de una organización terrorista que ha querido imponer sus ideas a base de muertos, amenazas, coacciones, unos mataban y otros eran asesinados". En España, continúa "se ha llegado a decir que el derecho a la autodeterminación está por encima del derecho a la vida". Ella insiste: "La medida de todo es el ser humano y todo debe subsumirse a esta premisa". Y promulga romper otra: "La guerra no es la política por otros medios". Ella lo sabe: "No hay mayor pacifista que el que ha luchado".

Sigue trabajando en lucha contra ETA. Está en el Servicio de Inteligencia para "resarcir a las víctimas y hacer Justicia con los casos que aún siguen abiertos". Desde el cese de 2011, desgrana, "han hecho 150 informes que hemos entregado en la Audiencia Nacional y un tercio han servido para procesar a terroristas". Y más allá de los tribunales, recuerda, "los delitos prescriben, pero el dolor, no". Por eso, recuerda, "aunque ETA haya dejado las armas no es el final de la tragedia".

P.: ¿Y cuándo ve los disturbios provocados por el rapero que apoyaba a ETA, ¿qué sensación tiene? ¿Qué les diría a esos jóvenes?
R.: Yo creo en la transformación y creo que los jóvenes deben luchar por la transformación, no por la revolución, en la revolución se tienen los dos pies en el aire y no se sabe cómo se va a caer. Yo creo en la transformación que construye el futuro, no en la que destruye el pasado, y animo a los jóvenes a que empujen el futuro, pero no quemando el pasado. Solamente les deseo a mis hijos adolescentes que sean capaces de transformar y evolucionar el sistema en democracia y libertad y que dejen banderas de siglos pasados que, únicamente, alimentan a los que las llevan y excluyen a la gran mayoría de nuestra sociedad.

Manuela, que vive en Madrid, no pasa más de dos semanas sin acercarse por el pueblo para visitar a sus padres, ya mayores. Allí se siente más que querida.

"Creo que se ha roto el dicho de 'nadie es profeta en su tierra'", dice. Le han hecho un homenaje en un colegio de Santa Cruz de Mudela, a 10 killómetros de su pueblo. "Es un auténtico orgullo como mujer, como madre, como guardia civil y como alguien que una vez tuvo 15 años en Torrenueva vivirlo".

Niñas de 10 y 12 años ya la tenían como referente. "Se sabían toda mi historia y me pedían que, por favor, les firmase un autógrafo, algunas, después, han venido a mi pueblo con el libro comprado para que se lo firmase". Sintió que "se cerraba un círculo", porque "es importante que esas niñas vean que es posible y que sus padres las apoyen".

Ahora, sobre su propio círculo no puede evitar a veces que la asalte un pensamiento: "¿Y si mis hijos vivieran como yo he vivido y no me lo contaran?".