Desde Albacete, "el Nueva York de la Mancha" que decía Azorín, a la verdadera Gran Manzana hay 6.000 kilómetros. Ana Céspedes (Barrax, Albacete, 1973) los cubrió en avión dos días antes del cierre de fronteras en España. Era un viaje de vuelta. Porque ella vive allí, aunque se escapa a ver a la familia, y a tomar un moje manchego, su plato preferido, en cuanto la vorágine de su trabajo se lo permite. Alta directiva de una firma internacional para la investigación de vacunas, vino a Albacete al cumpleaños de su madre.

Céspedes es la directora general mundial de Operaciones de IAVI, con sede en Nueva York. La organización está centrada en vacunas y anticuerpos frente a enfermedades infecciosas con dos objetivos: que sean accesibles y baratas. La firma nació hace 23 años para luchar contra el SIDA, trabaja también contra el ébola y desde este mes de enero, contra el COVID-19. Céspedes coordina las operaciones de la organización a nivel mundial: con un presupuesto de 100 millones de dólares, cuatro laboratorios de investigación y cinco sedes.

Ana Céspedes, en la plaza de Barrax.

La manchega lidera a un total de 200 personas. Dentro de sus responsabilidades están las áreas de estrategia, financiero, legal, desarrollo de negocio, acceso, relaciones con instituciones, comunicación y recursos humanos de las 200 personas que la firma tiene alrededor del planeta.

Normalmente viaja a Europa, Asia y África, y si puede hace escala en Albacete, o en Londres, donde estudia su hija a la que le ha contagiado el virus de la investigación. A ella el gusanillo de la ciencia le llegó por Marie Curie, a la que admiraba desde  pequeña. Habla con tono vivaracho, como sus ojos, y estilo divulgador, de las mujeres que han sido sus mentoras y de su trabajo. Pero también se ha topado en su fulgurante carrera con la discriminación. O con las discriminaciones: por ser mujer, por ser latina, por ser joven... Contra ese virus tiene su propia vacuna, su propio mantra: "Cuanto más alto miras, más lejos llegas". Sin olvidar su origen: en su joyero de Manhattan guarda un broche con una mancheguita que suele ponerse en reuniones importantes.

El broche de mancheguita de Ana Céspedes.

Hace casi 40 años Ana Céspedes salió de Barrax, 1.800 habitantes, en la comarca de la Mancha Alta Albaceteña, para ir al instituto en la capital de la provincia. Hoy desde Manhattan es la mujer española que más cerca está de una vacuna asequible contra la pandemia que nos ha cambiado la forma de vivir.

Y a ella. Hasta marzo viajaba alrededor del mundo. Hoy, desde su casa con unas espectaculares vistas al puente de Brooklyn, sigue liderando equipos: "Mi trabajo es orquestar los esfuerzos de todos nuestros equipos, ayudarles a que sus resultados brillen, hacer de altavoz y reflexionar con ellos, darles perspectiva cuando la pierden o cuando no la tienen desde sus respectivas áreas y hacer que sus contribuciones 'individuales', ya que todos lideran equipos a su vez, se unan en perfecta sintonía", explica a MagasIN. "Esto es para mí la esencia de liderar como una organización y requiere que el líder sea uno más en el equipo".

Se declara una gran partidaria de la cooperación: "La complejidad del mundo actual lo exige. Es imposible saber de todo, especialmente cuando tienes responsabilidades mundiales. Tengo la suerte de trabajar con profesionales que saben mucho más que yo en cada una de sus áreas".

Pero no todo es concordia en su historia. Una líder mujer y española y joven. Alguna vez se ha tenido que enfrentar a otros virus no precisamente de laboratorio: "Desafortunadamente, sí he visto y en ocasiones sufrido discriminación. No sólo por ser mujer. También por ser más joven. O por tener otra nacionalidad. O por tener acento". Ojo, dice que todo eso lo lleva con orgullo, aunque es consciente de que parte con desventaja. "Pero que eso no me ha de hacer perder el foco, la disciplina ni la autoconfianza necesaria".

En la planta de producción de Biofabri, una compañía gallega que trabaja en la vacuna de la tuberculosis.

Optimista por naturaleza se queda con lo bueno: "También he visto y me he beneficiado de mucho apoyo. He tenido grandes mentoras mujeres y un mentor hombre que me han apoyado en más de lo que nunca hubiera podido esperar". Sabiendo, eso sí, que queda mucho terreno por recorrer también en la presencia de la mujer en el ámbito de la ciencia: "Creo que se ha avanzado mucho y en los laboratorios hay una gran presencia de talento femenino. Pero todavía no existe la igualdad necesaria en los puestos de primer nivel, incluyendo CEO, presidente, miembros de consejos de administración de compañías en el área biomédica".

"Para un mundo seguro necesitamos a África y Asia"

Su compañía, IAVI, trabaja a nivel mundial con financiación de fundaciones como la de Bill y Melinda Gates, la Unión Europea y EEUU, su objetivo es buscar una vacuna barata y para ello acaban de firmar un acuerdo con la multinacional MSD (en Estados Unidos y Canadá Merck&Co). "Necesitamos capacidad para fabricar miles de millones de vacunas, y ellos la tienen, porque no estaremos todos seguros hasta que todo el mundo no esté seguro y eso incluye África, Asia”, explica desde el otro lado del Atlántico. Reconoce en cualquier caso que la vacuna en la que trabaja su organización no es la más avanzada: hay varias más adelantadas, entre ellas las de la firmas Moderna y CanSino.

Defiende la alianza que critica Miguel Bosé

Nombrar a Bill Gates, cuyos fondos ayudan a IAVI, nos lleva inevitablemente a Miguel Bosé. La investigadora prefiere no entrar a valorar las polémicas declaraciones del cantante que acusa a Gates de tener oscuros objetivos como controlar la población con un chip. Bosé ataca directamente la labor de GAVI, una alianza mundial para la vacunación, que también apoya Gates.

Ana Céspedes nos explica: "GAVI no desarrolla vacunas. Es una organización cuya misión es hacer que las vacunas que otros desarrollan y que normalmente ya son accesibles en países con más recursos puedan llegar a países con pocos recursos". Es más, señala que "desde su creación en el año 2000 ha permitido la vacunación de 760 millones de niños en países de bajo nivel económico". Y concluye, "los datos muestran, por tanto, que ha salvado muchas vidas. La labor de GAVI a mí me merece todo el respeto". Cerrado el tema, volvemos a la carrera por la vacuna.

En contra de encarar el problema con pesimismo, ella mira al futuro con esperanza pero no con conformismo. "No dejo de trabajar para cambiar a mejor todo lo que está a mi alcance". Es su responsabilidad: "Y me la tomo muy en serio".

Ahora, no pueden obviarse los tiempos de la ciencia: "Tradicionalmente se tardan 11 años en lograr una vacuna efectiva, eso va a cambiar, se va a romper con el COVID19". Más cifras: sólo un 6% de todas las vacunas que se prueban consiguen buenos resultados. Es decir sólo seis de cada 100 se comercializan con éxito. Pero Céspedes tiene un buen dato: los últimos datos muestran que hay 183 candidatas, 15 ya en fase de ensayos clínicos. Así las cosas, la directiva pide paciencia. "Lo ideal sería que a finales de año tuviéramos datos para una autorización condicional, una vacuna probablemente para personas de riesgo".

Con la vista puesta en ese futuro, Ana sabe que hay que analizar todo lo que nos está pasando para aprender. Y volvemos a su último viaje Albacete-Nueva York: "Todo el mundo en EEUU me decía, 'oye Ana qué mal lo que está pasando en España' y aquí dos semanas más tarde llegaron las mismas medidas: teletrabajo, mascarillas... Quizá lo mismo que pensó España con Italia: eso pasa en otro país porque algo habrán hecho mal".

Céspedes, que en condiciones normales recorre el mundo varias veces organizando equipos, insiste en que tenemos que ser "menos locales" a la hora de pensar en salud pública. Lo que incluye invertir más en investigación: "De tuberculosis cada minuto mueren cuatro personas en el mundo: la enfermedad infecciosa más antigua. De hecho sólo hemos sido capaces de erradicar una enfermedad infecciosa que es la viruela y ha sido con una cantidad de recursos enormes".

Y recursos es lo que hay que seguir dándole a la ciencia. Que los gobiernos y la sociedad entiendan que la salud pública es una prioridad es una de las ideas grabadas en el ADN de Ana Céspedes. Y en IAVI puede trabajar desde ese convencimiento. "Yo trabajaba en Madrid en la industria farmacéutica y hace 10 años me fui a Boston como responsable de Precio y Reembolso de medicamentos de una compañía mundial". De ahí, saltó a IAVI, en 2018. Asegura que no dudó ni un segundo cuando conoció cómo trabajaban en la que hoy es su casa científica.

El presidente de la firma, Mark Feinberg es, dice Céspedes, "un virólogo alucinante" y comparte con él la visión de que la ciencia debe jugar un gran papel para hacer bien a esta sociedad, para contribuir a un mundo diferente. Un ideal que Céspedes tenía claro desde pequeña. Eso sí, la disciplina que iba a elegir para desarrollarlo, no tanto: "Quería ser una buena profesional... de lo que fuese. Siempre he tenido muchas inquietudes y curiosidad por áreas diversas. Me encantaba coser y recuerdo admirar a las modistas en Barrax. También me encantaba escuchar las conversaciones de mayores y la seguridad con la que mi padre hablaba de ciencia, matemáticas, política, economía... despertó mi interés por estar formada en todas esas áreas".

Pero luego descubrió y admiró a Marie Curie, "una de las pocas científicas mujeres que sí estudiábamos en los libros de pequeñas" que fue quien la marcó. Céspedes además, tuvo como lengua extranjera francés en el colegio, y empezó a leer sobre ella. Le apasionaba su valentía. Así que, la investigación ha sido para ella "una manera natural de aplicar la inquietud y creatividad" que asegura, la caracterizan, su forma de canalizar sus objetivos. Le encanta, dice, encontrar soluciones a problemas no resueltos. "¿A quién no le puede gustar investigar?", se pregunta.

Su mentora, una mujer

Empezó Farmacia en Valencia y se trasladó a Madrid para hacer la especialidad de industrial. En la investigación se inició de la mano de otra mujer: Charo Martín de Santos, hoy catedrática de Nutrición y Bromatología, el estudio de los alimentos. "Ella me enseñó lo que yo todavía llamo 'el poder mágico del método científico' y me dio la confianza en mí misma que necesitaba para empezar a crear mis propios experimentos".

Experimentación y formación sin límites: Céspedes es doctora en Farmacia, tiene un programa de Dirección General en IESE y se ha formado en la London School of Economics. Además es experta en Estrategia e Innovación por el Massachussets Institute of Technology (MIT).

Confía en que la crisis mundial causada por el COVID-19 que ha puesto el foco sobre la ciencia despierte más vocaciones investigadoras. "Que la ciencia gane glamour", nos dice. De nuevo optimista, asegura que "las nuevas generaciones tiene mayor conciencia social" que antes.

De momento, ella ya ha inspirado a alguien: su hija María, estudia Ingeniería Biomédica en Londres. "Creo que algo le he debido influir", reconoce. También en gustos culinarios, porque asegura que su hija prepara un moje manchego de escándalo, mientras nos cuenta que le gustaría dejarle un mundo "donde los valores importan y se respetan como la honestidad, respeto, generosidad, esfuerzo y reconocimiento".

A los jóvenes investigadores les recomienda "pensar en grande". Que se conecten con grupos internacionales. "La ciencia es global. Pensar en global. No marcarse límites. Mi motto es: foco, disciplina, autoconfianza". Le encantaría que esta crisis despertara vocaciones científicas "y también que los científicos tengan salarios justos, alineados con el valor que aportan a la sociedad porque la investigación necesita de más reconocimiento. Hay muchos problemas no resueltos y necesitamos las mejores mentes para encontrar soluciones".

Ana, con su madre, en la casa de Barrax donde vivieron.

Madre y científica

En España, los investigadores se quejan precisamente de falta de estabilidad en general y en estos momentos de ausencia de medidas de conciliación. Volvemos al problema de género. Un estudio reciente, en EEUU, apunta a que durante el confinamiento ellas han podido escribir menos artículos científicos y en España, las científicas han pedido a CSIC que investigara cuál era la situación de las mujeres.

Céspedes asegura que ser madre no le afectó en el ámbito laboral: "Absolutamente no, a pesar de haber sido una madre divorciada y con la custodia de mi hija". ¿La clave? Rodearse del apoyo que necesitaba para poder conseguir sus objetivos personales y profesionales. Y aquí recuerda su traslado más difícil. Corría 2012. Se mudaba entonces a Boston, desde Madrid, con su hija de 13 años, sin conocer a nadie y con un trabajo muy demandante y que requería viajar constantemente, cerca del 70% del tiempo. "Uno de mis hermanos me hizo el favor de venirse conmigo un par de meses y ayudarme a asentarme. No sé qué hubiera hecho sin él", nos explica.

El paso de Boston a Nueva York, hace dos años, ya no fue tan complicado. Poco más de 4 horas en coche. En su pasaporte laboral hay sellos de Madrid, Barcelona, Lisboa, Ginebra, Frankfurt, Boston y Washington DC. Una científica trotamundos que salió de Barrax, 1.800 habitantes, a los 12 años para ir al instituto. "Entonces nos trasladamos a Albacete. Mi madre, maestra en el pueblo, siguió trabajando ahí durante muchos años".

Y no ha perdido las raíces del pueblo. Sigue visitando a la familia. Y le encanta coincidir con sus compañeros de EGB. El recuerdo de la infancia y la adolescencia en su pueblo manchego, visto hoy desde Nueva York, le traslada a las fiestas de San Roque y la procesión de Santa Quiteria. Las verbenas y las calles engalanadas. Esas fiestas populares que este año no se celebran precisamente por ese COVID-19 contra el que ella, desde el otro lado del océano, busca una vacuna.

A pesar de haberse cruzado el mundo y haber llegado a lo alto de la investigación es una amante de los placeres pequeños. El abrazo, el café o el paseo. "A veces nos dejamos deslumbrar por los grandes futuros objetivos y no valoramos lo suficiente lo que está accesible. Lo importante y más difícil es que no se nos olvide..." Ella no lo hace de los sonidos, los olores, los sabores y los paisajes de su Barrax natal: los toros de carretillas de agosto, hacer la matanza con su tía Josefina y su abuela, la recogida de flor de azafrán en otoño y los paseos en bicicleta por el trasvase Tajo-Segura...

Pregunta.-  ¿Cómo llega una chica de un pueblo de Albacete tan lejos?
Respuesta.- Considero que he trabajado mucho y que también he tenido mucha suerte. Una de mis mentoras y a la que considero una hermana, Laura González-Molero, presidenta de APD (Asociación para el Progreso de la Dirección) y consejera independiente en Bankia y Acerinox, me enseñó algo hace muchos años: "Cuanto más alto miras, más arriba llegas". Y creo que ha sido quizás la valentía de mirar alto la que me ha permitido ciertos logros profesionales. Ahora bien, la vida se compone de muchos elementos más allá del trabajo y hay que mirar alto en todos ellos. Sólo el trabajo no es suficiente.

Ana Céspedes, en uno de sus viajes a Uganda.

Racismo y violencia

Igual que en investigación no es sólo suficiente centrarse en las enfermedades 'físicas': "Las enfermedades infecciosas son un gran problema en nuestra sociedad. El COVID-19 en un ejemplo pero hay otras que también representan grandes riesgos. Y unido a ello, las resistencias antimicrobianas", desgrana la directiva. Y continúa: "En un ámbito totalmente distinto, me preocupa mucho como la enfermedad mental crece en nuestra sociedad, se sigue estigmatizando y no se dispone de terapias efectivas. Es una gran epidemia silenciosa".

Como lo es el racismo. Desde su ventana ve las manifestaciones en Nueva York con tristeza y preocupación. "El racismo y la discriminación son inaceptables y también lo es la violencia", nos dice. Y todo se entremezcla con la crisis del COVID-19. Lo que peor lleva de la situación es que ver tanto sufrimiento. Tiene amigos profesionales sanitarios que han pasado y pasan, "auténtico miedo".

De estar encerrada en casa intenta quedarse con algo positivo: aprovechar la tecnología para estar incluso más cerca que antes con personas que aprecia. Ahora que no viaja tiene una rutina basada en la productividad.

En una carrera deportiva en Nueva York, para recaudar fondos en la lucha contra el SIDA.

Aun así no descuida lo de hacer ejercicio y cuidarse. Se declara fan de la ropa de aeróbic y dance, de la que asegura conocerse todas las marcas. En su actual jornada a las 6.00 suena el despertador y donde antes iba al gimnasio ahora hace ejercicio en casa. Con una aplicación. Antes de las 8.00 ya está frente al ordenador. Y si quieren conocer cómo se organiza su día una líder de equipos internacionales, aquí el planning:

"Utilizo la primera hora para revisar los objetivos del día, e-mails del día anterior y lo que quiero conseguir esa jornada. Tengo reuniones sin parar desde las 9.00 hasta las 15.00. Back-to back. Las primeras son con los equipos de África, India y Europa por la diferencia horaria. Luego con USA".

La parada para comer le pilla con reuniones, sobre las 12.00: reconoce que come frente al ordenador –¿qué diría su mentora Charo Martín de Santos, catedrática de Nutrición?-. Después del almuerzo y hasta media tarde toma las decisiones pendientes más importantes. Lo llama "tiempo de calidad". Y luego, un pequeño paseo o una clase de baile. A las 19.30, cuando en la España estival estamos casi merendando, cena con su pareja. Y a las 21.00 a la cama, aunque siempre le queda algo por revisar un rato. En contra de esas recomendaciones de no buscar ser productivo todo el rato con esto del teletrabajo, ella es consciente de que su tiempo es oro. Es la encargada de encajar un puzzle mundial para que llegue pronto la vacuna asequible.

Mañana será otro día, desde Nueva York, a 6.000 kilómetros de su origen, para que Ana Céspedes, nuestra manchega con acento español, siga remando.

Pregunta.- Y... ¿si la vacuna tuviera nombre de mujer?
Repuesta.- Sería maravilloso

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