Ondina en una fotografía de sus redes sociales.

Ondina en una fotografía de sus redes sociales.

Estilo de vida

Ondina, charcutera: "El súper engaña con bandejas baratas: si miras el precio por kilo la carne vale igual que la mía"

La percepción generalizada de que el mercado es más caro se sustenta, en su opinión, en una comparación engañosa.

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A primera hora de la mañana, cuando las persianas metálicas empiezan a levantarse en los mercados de toda España, se pone en marcha una red comercial con siglos de historia. Según datos de Metrae, la Confederación de Mercados Tradicionales de España, en el país hay identificados cerca de 958 mercados municipales, que agrupan alrededor de 47.000 puntos de venta y generan más de 140.000 empleos.

Estas cifras parecen convertir a los mercados en una de las infraestructuras comerciales más relevantes de la actualidad; sin embargo, la realidad es que atraviesan una crisis estructural que pone en duda su futuro, especialmente por motivos como la digitalización, la competencia de grandes superficies, el cambio en hábitos de consumo y la presión económica.

Uno de los mercados que resisten es el de Ondina Monteiro. Tiene 62 años, es charcutera y conoce como pocos la evolución de estos espacios. Su parada, atendida también por su hermana Cristina, es un testimonio vivo de cómo han cambiado los barrios y de por qué persiste la percepción, no siempre cierta, de que comprar en el mercado es más caro que hacerlo en un supermercado.

La historia de Ondina

La importancia de los mercados se remonta a la propia configuración de las ciudades. Desde la Edad Media, las plazas de abastos han articulado la vida económica y social de los barrios, garantizando el acceso a producto fresco, de proximidad y con trazabilidad. De hecho, es el lugar donde se originó el famoso trueque.

"Parece mentira, pero este mercado tuvo en su momento dos plantas", comenta Ondina en un reportaje de Consumidor Global mientras observa el silencio que domina el recinto a primera hora de la mañana. Llegó a este mercado hace 17 años y recuerda un pasado muy distinto.

A esa misma hora, explica, ya había cola en su parada y atender a un solo cliente podía llevar casi una hora. Venía gente de barrios cercanos como Torre Baró, Vallbona o Santa Eulàlia; el mercado era el centro neurálgico de la vida cotidiana. Hoy, a las ocho y media, apenas se oye ruido. El contraste resume mejor que cualquier estadística el declive progresivo de estos espacios.

Para Ondina, el punto de inflexión se produjo hace unos quince años, cuando el Ayuntamiento de Barcelona decidió clausurar la planta superior del mercado y abrir allí un supermercado. Aquella decisión generó un cambio profundo en los hábitos de compra del barrio. "Nadie ha obligado a nadie a comprar en un súper. La gente ha decidido", afirma.

Según la charcutera, uno de los factores que ha provocado esta decadencia es el boom inmobiliario, que vació progresivamente el barrio de familias jóvenes, dejando como principal clientela a personas mayores que sostenían el mercado con compras diarias, aunque cada vez más pequeñas.

Con el tiempo, esas mujeres que habían sido la base del negocio envejecieron. Sus hijas acudían menos y sus nietos, por comodidad o falta de tiempo, apenas se acercaban. "Es la rueda de la vida", resume Ondina.

Imagen de archivo.

Imagen de archivo.

A esta transformación social se suman nuevas realidades culturales. En el barrio se ha asentado una numerosa comunidad islámica que compra exclusivamente en comercios halal. Aunque Ondina disponga de ternera certificada, el hecho de trabajar también con cerdo genera desconfianza.

Por otro lado, la comunidad sudamericana, explica, prioriza el precio diario, una batalla difícil para los mercados tradicionales, que no compiten en volumen ni en promociones agresivas. "Cada vez es más difícil reflotar al mercado", admite.

Pese a todo, la decadencia no ha erosionado ni la calidad del producto ni el compromiso de quienes siguen trabajando en el mercado. Ella recibe pollo fresco y según explica, no hay largas semanas de cámaras frigoríficas ni procesos industriales prolongados. "La calidad de los mercados no la tiene ningún supermercado", afirma.

Uno de los grandes malentendidos, según Ondina, es el precio. La percepción generalizada de que el mercado es más caro se sustenta, en su opinión, en una comparación engañosa. "La gente ve una bandejita de pechugas por dos euros y piensa que es barato, pero no mira el precio por kilo", confiesa.

Al hacerlo, sostiene, la diferencia desaparece. Un sobre de embutido a un euro puede estar costando entre 12,50 y 13,50 euros el kilo, prácticamente lo mismo que en una charcutería tradicional. El supermercado vende pequeñas cantidades que parecen asequibles, pero que encarecen el producto en términos reales.

La diferencia clave está en la forma de comprar, resume Ondina al medio citado. El mercado exige planificación y compras más grandes, mientras que el supermercado ofrece inmediatez y consumo fragmentado.

Sin embargo, el mercado tiene un valor añadido que va más allá del precio, como el servicio personalizado. Cortes adaptados a cada receta, consejos y una relación de confianza son elementos imposibles de replicar en una gran superficie.

El futuro, explica, depende del relevo generacional. Sheila, su sobrina, representa ese intento de adaptación. Ayuda en el negocio, ofrece reparto a domicilio a personas mayores y gestiona las redes sociales del puesto, diseñando carteles y contenidos gracias a su formación en diseño gráfico.

Esa presencia digital ha permitido atraer clientes de otros barrios y abrir el negocio un paso más allá. Aun así, es consciente de la fragilidad del proyecto y del sacrificio que implica animar a jóvenes a entrar en el sector.