Gente paseando en el centro de una ciudad europea.

Gente paseando en el centro de una ciudad europea. Reuters

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Por qué las europeas no vivirán en igualdad hasta al menos 2075: cobran menos, cuidan más y siguen lejos del poder

Es una de las conclusiones que se desprenden del último Índice Europeo de Igualdad de Género, que sitúa a España como cuarto país más paritario.

Más información: España afianza su avance hacia la igualdad de género: cuarto puesto y 7,5 puntos por encima de la media de la UE

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Quedan unas semanas para despedir 2025 y la igualdad de género en la Unión Europea (UE) sigue quedando como reto pendiente. El nuevo Índice de Igualdad de Género del Instituto Europeo de la Igualdad (EIGE) fija una fecha aún lejana para dar por cerradas las brechas entre hombres y mujeres en el bloque comunitario: faltan al menos 50 años para lograr paridad total.

El informe, que hace seguimiento y evalúa a los Estados miembros en materia de igualdad, pone a la UE una nota de 63,4 puntos sobre 100 y calcula que hará falta esperar, como mínimo, a 2075 para lograr un equilibrio en seis indicadores clave: trabajo, dinero, conocimiento, tiempo, poder y salud.

Lejos de ser una proyección catastrofista, el índice lo presenta como una lectura fría de los datos: la media de los Veintisiete ha aumentado 10,5 puntos desde 2010. Hay un progreso constante, sí, pero es todavía insuficiente. Entre 2015 y 2025, la igualdad se ha movido solamente 7,4 puntos. Traducido a ritmo anual, apenas llega a 0,7 puntos.

Desiguales en el trabajo

El laboral es uno de los ámbitos que se estudian a la hora de marcar el plazo mínimo de cinco décadas. El dominio de trabajo alcanza 69,3 puntos, con más mujeres que nunca en el mercado profesional y una participación creciente a lo largo en la última década. Sin embargo, la foto europea sigue siendo desigual por múltiples motivos.

Ellas se concentran en los empleos peor pagados y más inestables, mientras los puestos de mayor responsabilidad y salario siguen ocupados, en su mayoría, por hombres. Una brecha de la que ya alertó la Comisión Europea en noviembre, cuando, avalada por datos de Eurostat, afirmó que las europeas cobran un 12% menos por hora que sus compañeros.

Otro factor a destacar es la elección de las propias profesiones, pues ellas siguen estando más presentes en los llamados trabajos feminizados y su presencia es menor, por ejemplo, en el ámbito de las TIC —sólo dos de cada 10 especialistas en la UE son mujeres—, lo que las deja al margen de uno de sectores más dinámicos y mejor pagados de la nueva economía.

A la segregación horizontal y vertical se suma una brecha en la calidad del empleo, a menudo ligada a que ellas, advierte el documento, "han sido estereotipadas como generadoras de ingresos secundarios o complementarios", lo que sigue traduciéndose en más jornadas parciales, interrupciones por cuidados y carreras más cortas.

El acceso al dinero

Las desigualdades en el mercado laboral se arrastran de por vida. En el dominio del dinero, la UE alcanza 73,9 puntos, pero la foto que ofrece el informe es nítida: las mujeres siguen siendo más pobres, más dependientes y con pensiones más bajas. En promedio, ellas ganan sólo el 77% de los ingresos anuales de los hombres.

Dentro de las parejas, sus ingresos suponen de media un 30% menos que los de su compañero, una brecha que se agrava en el caso de las jóvenes, migrantes o con bajo nivel educativo, que llegan a percibir apenas la mitad que ellos. Ese desequilibrio no desaparece con la jubilación, sino que se amplifica.

Españolas congregadas en una de las manifestaciones del 25N en Madrid.

Españolas congregadas en una de las manifestaciones del 25N en Madrid. A. Pérez Meca Europa Press

En este sentido, el informe calcula que la paridad en ingresos y pensiones no llegará antes de, al menos, dos generaciones, es decir, más de 40 años. La cultura económica tampoco ayuda: en 2024, el 45% de los ciudadanos y el 40% de las ciudadanas en la UE seguían creyendo que el principal rol de un hombre es ganar dinero.

Se trata de una visión que refuerza la idea de que los recursos, el crédito o la riqueza siguen siendo, por defecto, masculinos.

Del tiempo a los cuidados

Si el empleo y el dinero explican por qué la igualdad se desplaza hacia 2075, el tiempo es el engranaje que conecta todas las piezas. El dominio de este, con 65,0 puntos, apenas mejora respecto a hace una década y sigue reflejando una realidad, según el EIGE: las mujeres dedican más horas a los cuidados y a las tareas domésticas, y eso recorta su margen para lo demás.

El informe habla de un gender care gap —brecha de cuidados— como uno de los "motores clave" de la desigualdad en la UE. Ellas son mayoría en el cuidado intensivo de menores y mayores dependientes, y siguen asumiendo a diario la cocina, la limpieza o la organización del hogar. Ese tiempo reduce sus horas de trabajo remunerado, limita su acceso a puestos de responsabilidad y, de nuevo, impacta en sus ingresos y pensiones.

Aunque las normas sociales empiezan a moverse, lo hacen despacio. Cerca de la mitad de la población europea considera todavía "que los hombres son menos competentes por naturaleza para llevar a cabo tareas del hogar", y una de cada cinco personas ve el uso de permisos de paternidad como un signo de "falta de ambición" en la carrera profesional.

Poder y conocimiento

El poder sigue siendo el territorio más resistido. Con 40,5 puntos, es el dominio que suspende a pesar de los avances registrados en la última década en la presencia de mujeres en consejos de administración y órganos de decisión económica y social. El informe advierte de que las líderes siguen atrapadas en una especie de "doble vínculo", constata.

Y, tal como explica el propio documento: se espera de ellas que encarnen habilidades "blandas" asociadas a lo femenino, pero se las penaliza cuando muestran rasgos de ambición o asertividad típicamente codificados como masculinos.

Según el EIGE, en política las barreras "se están profundizando", en la medida en que ellas tienen más dificultades para conseguir financiación de campaña y menos influencia en la elaboración de candidaturas. A esto se suman estereotipos y discriminaciones que desincentivan su entrada en la vida pública y empobrecen la representación democrática.

El informe también identifica el deporte como un campo estratégico para transformar estas dinámicas de poder. Recuerda que se trata de una potencia económica y cultural en la UE, con gran peso entre la población joven, pero donde las tradiciones, los medios y los referentes siguen reforzando normas de género rígidas.

Las futbolistas de España celebran el gol de Putellas contra Suecia en el partido disputado el 28 de octubre de 2025.

Las futbolistas de España celebran el gol de Putellas contra Suecia en el partido disputado el 28 de octubre de 2025. EFE

A juicio del instituto, aumentar la presencia de mujeres en la cúpula de clubes, federaciones y organismos deportivos tendría un efecto ejemplarizante sobre empresas, gobiernos y comunidades, siempre que vaya acompañado de un cambio sistémico que abra realmente el acceso de las profesionales a los espacios de decisión.

Otro terreno que marca todos los demás es la formación académica. Las europeas superan a los hombres en educación superior y han sido clave para alcanzar el objetivo europeo de titulados universitarios entre los 30 y 34 años. Sin embargo, el dominio de conocimiento se queda en un aprobado limitado, de 57,4 puntos; este apenas ha avanzado 1,8 puntos desde 2010.

La razón no está en cuántas estudian, sino en qué estudian: la segregación por carreras se mantiene casi intacta y el informe calcula que podrían hacer falta hasta 200 años para lograr una igualdad real en la elección de estudios sin sesgos de género.

Mientras ellas se concentran en disciplinas feminizadas como educación, salud o bienestar, ellos siguen predominando en STEM y TIC, las áreas mejor posicionadas en salarios, estabilidad y poder. La consecuencia es directa: el sistema educativo reproduce las brechas que luego se ven en el mercado laboral y en los espacios de decisión. Todo está relacionado.

Violencia y 'backlash' generacional

Pese a no formar parte del cálculo numérico del informe, la violencia machista sigue siendo un campo determinante para entender los límites de la igualdad. El EIGE lamenta su dimensión "generalizada, grave e infradenunciada" y advierte de un fenómeno preocupante: la tolerancia a ciertas formas de agresiones y control está creciendo entre los jóvenes.

En países como Eslovaquia, Hungría o Malta, la aceptación masculina de comentarios sexistas, abusos online o acoso en el trabajo supera en más de 20 puntos a la de las mujeres de su misma edad. Los investigadores hablan de un backlash: "las nuevas generaciones, lejos de ser uniformemente más progresistas, están alimentando una reacción contra la igualdad".

Es un fenómeno que también se pone de manifiesto en encuestas como la que Magas lanzó con motivo del 25N. De ella se extrajo, entre otras conclusiones, que el 35% de la población española considera que la juventud está menos sensibilizada respecto al problema de la violencia machista que sus padres y abuelos.

2075 como horizonte

El resultado de estas tendencias se resume en un mensaje: si la UE sigue al ritmo actual, la igualdad no llegará antes de 2075. Pero el informe no sólo describe la brecha; insiste en que acelerarla es posible. Apunta a medidas como invertir en cuidados, reforzar políticas de conciliación, y combatir las narrativas negacionistas que ganan terreno entre parte de la juventud.

Este documento se publica en un año de contrastes: hay avances en algunos frentes, pero también se alerta sobre posibles retrocesos. Por ejemplo, en España, el informe Women in Business 2025 indica que la presencia de directivas en empresas ha caído en dos puntos, al 38,4%, aunque es cierto que el país sigue por encima de la media del bloque.

2025 se despide con una fecha marcada en las compañías de la UE que cotizan en Bolsa: el 30 de junio de 2026. Para entonces, la Directiva europea sobre equilibrio de género en los consejos de administración las obliga a que el 40% de los puestos de consejeros no ejecutivos, o el 33% del conjunto del consejo, estén ocupados por el sexo infrarrepresentado.

Los Estados miembros tenían como límite el 28 de diciembre de 2024 para trasponer la norma a sus leyes nacionales, de modo que 2025 ha sido el año en que esa transposición se ha consolidado y ha arrancado la cuenta atrás. Esto hace que el año que viene sea un primer test real sobre hasta qué punto Europa está dispuesta a acelerar el equilibrio de poder en las cúpulas.

En el terreno político, 2025 confirma que tener más mujeres en cargos públicos no garantiza, por sí solo, políticas feministas. El caso de Italia es paradigmático: Giorgia Meloni se presenta como "mujer, madre, italiana", ha roto un techo de cristal al convertirse en la primera jefa de Gobierno del país.

Sin embargo, su programa mantiene una defensa de la "familia tradicional", una posición ambigua sobre el aborto y un conocido cuestionamiento de los derechos LGTBI. Paralelamente, en Europa del Este también se encuentran ejemplos de Estados que están poniendo en cuestión los propios marcos europeos de protección.

La última polémica la ha protagonizado Letonia, cuyo Parlamento votó en octubre a favor de abandonar el Convenio de Estambul el principal tratado del Consejo de Europa contra la violencia machista— por considerar que promueve un feminismo radical basado en la ideología de género incompatible con una retórica que se ha ido extendiendo por el continente.

La primera ministra de Letonia, Evika Silina.

La primera ministra de Letonia, Evika Silina. Europa Press

Una decisión que desató protestas y críticas de organismos internacionales. Aun así, la Comisión Europea ha dejado claro que la república báltica seguirá estando obligada a respetar las normas internacionales de protección de la mujer. A un país de distancia, Polonia ofrece otro ejemplo de cómo la igualdad formal convive con derechos muy frágiles.

Recientemente, el primer ministro Donald Tusk reconoció que no tiene el apoyo necesario en el Parlamento para liberalizar la ley del aborto del país, que se encuentra entre las más restrictivas de Europa. La actual legislación no penaliza a quienes abortan, pero aquellos que las ayudan a hacerlo sí pueden acabar procesados.

En conjunto, estos casos muestran una Europa en la que la creciente presencia de mujeres en la vida pública convive con marcos legales frágiles y con tentaciones de retroceso. Justo el tipo de contexto político que ayuda a entender por qué el Índice de Igualdad de Género sigue situando la igualdad real en un horizonte de, como mínimo, medio siglo.