Fotograma de 'Blonde'.

Fotograma de 'Blonde'. IMDb

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Marilyn Monroe, la entrevista que nunca consiguió Oriana Fallaci

La película Blonde, que podrá verse a partir del 28 de septiembre, recupera la figura del mayor icono de la historia de Hollywood.

18 septiembre, 2022 02:38

Es bien sabido que Oriana Fallaci fue una periodista aguerrida que lograba todo aquello que se proponía (al menos, en el plano profesional). La italiana consiguió entrevistar a los personajes más poderosos de su época: Henry Kissinger, Yasser Arafat, Husssein de Jordania, Indira Gandhi, Ali Bhutto… pero, ay, a la Fallaci se le escapó Marilyn Monroe.

Según narra su biógrafa, Cristina De Stefano, a finales de 1955 la reportera se desplazó de Italia a Estados Unidos en un viaje de prensa y, a su paso por Nueva York, se marcó el objetivo de encender la grabadora ante la rubia más famosa de la industria del cine, que por aquel entonces vivía escondida en algún lugar de la ciudad de los rascacielos. Nunca dio con ella, y el mundo se quedó sin conocer a Norma Jeane a través del siempre certero prisma de Oriana.

De Marilyn lo sabemos todo y no sabemos nada. Conocemos sus orígenes humildes, su romance con John Fitzgerald Kennedy, su éxito en Los caballeros las prefieren rubias, sus sucesivos matrimonios con el jugador de béisbol Joe DiMaggio y el escritor Arthur Miller, su proverbial impuntualidad, su muerte por una sobredosis de barbitúricos… pero se nos escapan otros datos.

Se nos escapa, por ejemplo, el papel que jugó en su vida el hecho de padecer una enfermedad tan incomprendida –todavía hoy, imaginen hace sesenta años– como la endometriosis, que afecta a a fertilidad y me atrevería a decir que hasta a la cordura. Ahora, la película Blonde, que podrá verse a partir del 28 de septiembre en Netflix, propone explorar la parte más íntima de la actriz. Su protagonista, Ana de Armas, ha declarado que este trabajo le ha permitido empatizar con el profundo dolor de Marilyn.

Fotograma de la película 'Blonde'.

Fotograma de la película 'Blonde'. IMDb

A la intérprete la han ovacionado largamente durante la presentación de la cinta en el reciente Festival de Venecia, lo cual debería alegrarnos por cuanto tiene de éxito para una chica que es un poco nuestra (aunque nacida en Cuba, a los 18 años Ana se mudó a Madrid y aquí la descubrimos en la serie para adolescentes El internado). Pero también debería alegrarnos por la razón de que esta película, una de las que más van a dar que hablar este año, aporta algo de sentido de justicia en lo referente a Marilyn.

Justicia porque en las representaciones de Monroe la parte frívola casi siempre acaba desviando la atención de lo que de verdad importa: que esta mujer salió de la nada y consiguió alzarse como el gran mito de la historia de Hollywood, indeleble aún hoy en día.

Esa fue su venganza contra el destino, como se desprende de sus memorias, recogidas por el guionista Ben Hecht en los años cincuenta: “La gente me está esperando. La gente está deseosa de verme. Soy alguien a quien se busca. Y recuerdo los años en que no se me buscaba (...) Siento una alegre satisfacción castigando a la gente que ahora me busca. No es a ellos a quienes estoy castigando en realidad. Es a la gente de hace mucho tiempo que no quería a una chica llamada Norma Jeane”.

No, Oriana Fallaci nunca entrevistó a Marilyn Monroe, y eso que nos hemos perdido, porque no se me ocurre espectáculo mayor que el de tener a estos dos titanes, tan diferentes entre sí, frente a frente. Pero Truman Capote sí que habló a menudo con Marilyn. Y bienvenida sea Blonde, pero por muchas películas que se rueden o libros que se publiquen acerca de la actriz probablemente nunca existirá un retrato tan delicado de ella que el que le dedicó su amigo escritor.

Se titula Una adorable criatura y en él se reproducen algunas de las cosas, bellas y tristes, que le contaba Monroe a Capote: “Jamás he tenido un hogar. Uno auténtico, con mis propios muebles. Pero si alguna vez vuelvo a casarme y gano mucho dinero, alquilaré un par de camiones para pasar por la Tercera Avenida y comprar toda clase de cosas locas. Compraré una docena de relojes de pared, los pondré en fila en una habitación y los tendré a todos marcando la misma hora. Eso resultaría muy hogareño, ¿no crees?”