Los Duques de Cornualles.

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El éxito de la resistencia ante los prejuicios: Camila se corona

A lo largo de los años, Camila de Cornualles y Carlos de Gales han protagonizado una historia de amor repleta de capítulos duros y dolorosos, sobre todo, para ella.

10 septiembre, 2022 02:46

Por edad, tanto a Camila de Cornualles, de 75 años, como a Carlos de Gales, de 73, les tocaría ser una alegre pareja de jubilados. Sin embargo, es justo ahora cuando comienzan en el trabajo más importante de sus vidas, como el rey y su consorte. Ella, que durante tanto tiempo fue la amante por antonomasia, considerada la mala de la película y responsable, en una visión bastante machista, por cierto, de la ruptura del matrimonio de Lady Di y el, entonces, príncipe de Gales, se va a convertir en reina.

[Camilla de Cornualles, de ser despreciada por Isabel II a convertirse en reina consorte: así fue su relación]

Si bien, la historia no trató bien a la princesa del pueblo que, aunque se ganó por siempre el corazón de la ciudadanía, murió prematuramente, ahora sí hace justicia a una pareja, que pese a todos los escándalos –tampón incluido–, han protagonizado un verdadero, aunque prosaico, cuento de hadas: han conseguido sobrevivir a cincuenta años de relación bajo los más intensos focos mediáticos imaginables. Se dice pronto. 

God save the King

The queen is dead, God save the King’. Con el compungido anuncio de la Primera Ministra británica Liz Truss del fallecimiento de la reina Isabel II de Inglaterra a los 96 años se acababa una era. Le toca, al fin, reinar a su hijo Carlos, el eterno príncipe de Gales. A su lado, contará con la ya perpetua, en las sombras primero y, después, bajo el foco mediático, presencia de Camila, duquesa de Cornualles, su segunda esposa. La mujer que, así, pasa de amante, luego esposa y, ahora, a reina consorte.

Los Duques de Cornualles en un viaje oficial.

Los Duques de Cornualles en un viaje oficial.

El camino de la pareja no ha sido fácil. Nadie 'habría dado dos duros' por ellos cuando saltó su romance a la prensa. Y, de hecho, al principio no llegaron muy lejos. Se conocieron en 1970, en un partido de polo, una de las muchas aficiones que comparten. Los presentó una amiga común y, al parecer, ella le dijo: ‘¿Sabía que su tatarabuelo fue amante de mi bisabuela?’ Camila Shand, apenas dos años mayor que él –él tenía 21 años, ella 23–, pero mucho más resuelta, se refería al rey Eduardo VII y a la socialité Alice Keppel, su antepasada. Se dice que, precisamente, fue ese descaro y, en general, su espontaneidad, fue lo que cautivó al príncipe de Gales.

Los jóvenes iniciaron una relación, pero la falta de decisión de él, considerado ya por entonces el soltero más codiciado de Europa, y la oposición de la casa real británica –aunque ella procedía de una familia bien, no poseía títulos nobiliarios–, hicieron que la cosa se enfriara. A él lo destinaron a servir en la Marina. Ella, mientras, se casó con el mayor Andrew Henry Parker Bowles, con quien tuvo dos hijos. Él seguiría enlazando romances más o menos breves, hasta que conoció a Diana Frances Spencer y se casó con ella poco después, en 1981.

Dos mujeres enfrentadas

En una mítica entrevista, Lady Di contó que, desde el comienzo, “éramos tres en ese matrimonio”. Para que el público se hiciera una idea, recordó que “cuando él caminaba al altar, solo la buscaba a ella [Camila] entre los invitados, y fue muy doloroso verla allí, sentada en la iglesia”.

Con aquellas palabras, la princesa de Gales dinamitó el que fuera considerado el mayor cuento de hadas del siglo XX, con un noviazgo teñido de romanticismo, entre la tímida y dulce aristócrata, apenas una adolescente de 19 años, con el soltero de oro y heredero al trono británico, de 33. Su boda la vieron más de 750 millones de personas. Tras sus revelaciones… ¡Bum!

Desde aquella entrevista, Diana se convirtió en la víctima y, como suele ocurrir, la amante pasó a ser considerada la gran culpable. Ahora, con la posibilidad de que Camila suba al trono como consorte, las redes sociales hierven de memes en su contra. No ocurre lo mismo con Carlos. Si bien se bromea con su edad y su rol de eterno aspirante al trono, el odio se reserva para ella. Una vez más, el machismo se refleja a la hora de repartir culpabilidades y se tiende a enfrentar a las dos mujeres, mientras el marido, el único que en realidad debía, en todo caso, lealtad a Lady Di, se va de rositas.

Camila y Carlos casados desde 2005.

Camila y Carlos casados desde 2005.

La mala de la película

Desde que se pusieron bajo el escrutinio de los medios de comunicación, Carlos y Camila llevaron las de perder, pero la opinión pública se cebaba, sobre todo, con ella. Tanto, que los medios la apodaronrottweiler’. Además, la prensa amarilla británica filtró conversaciones de los amantes. En la más comentada, él le decía que ‘quería ser su tampax’. Una ardiente conversación que pertenecía al ámbito privado y que jamás debería haber visto la luz, los convirtió en caricaturas.

Tras la muerte de la princesa de Gales en 1997, la cosa se recrudeció. Camila pasó a convertirse, también, en la ‘malvada madrastra’. Los estereotipos de género se sucedían. De nuevo, nadie habría apostado por un futuro juntos. Sin embargo, contra viento y marea, continuaron aguantando. Se dice que, aparte de las muchas actividades que les gustan a los dos el polo, la pintura, la jardinería, la equitación…–, comparten un ácido sentido del humor. Quizá eso les ayudó en los tiempos más oscuros.

Lo cierto es que donde Diana veía a un príncipe azul, ella vio a un hombre, con sus vulnerabilidades, inseguridades y contradicciones. A diferencia de Lady Di, muy joven e inexperimentada cuando contrajo matrimonio, Camila era algo mayor que el príncipe y, tras más de diez años, lo conocía a fondo y mantenía con él una relación de iguales, algo que ha sido la clave para que su historia perdurara.

El auténtico cuento de hadas

El tiempo pasó y en 2005, la reina Isabel dio su bendición para que la pareja contrajera matrimonio, en una ceremonia íntima que no tuvo nada del boato del primer enlace de Carlos. Siempre a su vera, pero ocupando un espacio propio con su propia agenda, Camila ha sabido, si no ganarse el amor incondicional de la ciudadanía, sí su respeto. Su buena relación con los príncipes Guillemo y Enrique ayudó mucho. Especialmente, cuando el segundo aseguró en una entrevista que ella no tenía nada de “malvada madrastra” y le agradecía haber hecho “muy, muy feliz” a su padre.

La serie The Crown, de Netflix, ha supuesto también un inesperado apoyo para la pareja. Los cientos de millones de espectadores que la han visto han asistido a su romance dramatizado y han comenzado a comprender –aunque fuera en una ficción basada de aquella manera en la realidad–, qué les une.

¿Es el triunfo del amor? Pues parece que sí. Del más apasionado, incluso hasta la suciedad verbal, pero también del que se transforma y se convierte en compañerismo, en apoyo. En amor del bueno, mucho más que el de cualquier cuento de hadas. O, quizá, simplemente, este es el verdadero amor de película.

La reina feminista

Seguramente, si hay algo que ha herido de Camila es su libertad personal, de la que ha hecho gala toda su vida. Ella decidía, ella se expresaba. Parecía carecer de miedo e, incluso en los momentos más complicados, ha sabido mantenerse en apariencia estoica y paciente, inalterable. Su audacia, la misma que asustó a la reina Isabel II hasta el punto de cometer el que quizá haya sido el mayor error de su reinado –no dejar que Carlos y ella se casaran en su momento–, también le valió el rechazo del público. La sociedad aún tiende a castigar a las mujeres libres.

Pero hoy, el carácter osado de la nueva reina consorte, se celebra porque, unido a su proverbial serenidad, la convierten en una mujer del siglo XXI. Con su pinta de señora british, Camila representa sin embargo una nueva era. La de la libertad de elegir con el corazón y no con el protocolo. La de ser una mujer libre, por mucha apariencia convencional que tengas, la de luchar por tus sueños, sean estos los que sean.

Algunas articulistas británicas ya han señalado que está destinada a ser la reina más feminista de la historia del Reino Unido. Para corroborarlo, destacan su compromiso contra la violencia sexual y que, aunque se ha convertido en la compañera perfecta de Carlos, mantiene su carácter aguerrido, su fuerte personalidad y una cierta libertad innata en ella.

Quizá haya quien piense que Diana se va a revolver en su tumba, pero también podría ser que mostrara su famosa sonrisa torcida de tímida de manual y celebrará la llegada al trono de la reina más punk en la historia de la monarquía mundial, Su Majestad la reina consorte del Reino Unido. La misma a la que declararon amor hasta con aquel ‘quién fuera tu Tampax.