Dos delfines nadando en el mar.

Dos delfines nadando en el mar.

Mascotario

El primer refugio para liberar a los delfines de la cautividad: "Es un modelo exportable para el bienestar animal"

En Taranto abre el primer santuario de este tipo en Europa, con una capacidad máxima de 17 ejemplares en 1.600 m².

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En Taranto, una antigua ciudad portuaria italiana acostumbrada al humo de la industria pesada, acaba de nacer algo radicalmente distinto: un refugio marino para delfines pensado para dar una segunda vida a animales que han pasado años girando en piscinas de hormigón.

7 hectáreas de mar con un recinto de 1.600 m² delimitados por redes y pasarelas flotantes. Es el primer santuario de este tipo en Europa. Se levanta alrededor de la diminuta isla de San Paolo, en el Mar Grande, un rincón relativamente protegido del golfo donde el agua salada y las corrientes sustituyen al cloro.​​

"Realizaremos el primer centro en el Mediterráneo capaz de albergar a los delfines procedentes de la cautividad", afirma Carmelo Fanizza, fundador y responsable del San Paolo Dolphin Refuge, en una entrevista con trm h24.

"Italia podría actuar como pionera generando un modelo exportable para la gestión, la seguridad y el bienestar de los animales", añade.

Un santuario en el mar

El proyecto, bautizado como refugio de delfines de San Paolo, no es un acuario abierto al público ni un nuevo parque temático, sino un espacio de transición para cetáceos que no pueden regresar al mar abierto, pero tampoco deberían seguir encerrados en tanques.

Los animales pueden nadar en un entorno amplio, con profundidad y estímulos naturales, pero bajo supervisión constante.​​ El refugio está cableado como si fuera un pequeño laboratorio marino.

Las boyas con sensores registran parámetros como calidad del agua, temperatura o ruido submarino y envían los datos a un centro de control instalado en Taranto, en el histórico Palazzo Amati.

Este seguimiento continuo permite ajustar desde el número de animales hasta las rutinas de alimentación y los tiempos de interacción humana, con la idea de reducir el estrés y favorecer comportamientos lo más parecidos posible a los de un delfín libre.​​

Los huéspedes esperados

El refugio está diseñado principalmente para delfines mulares, la especie más habitual en delfinarios, aunque puede albergar también otros pequeños cetáceos procedentes de instalaciones de cautividad.

La autorización contempla una capacidad máxima de 17 ejemplares, pero los responsables insisten en que trabajarán con grupos reducidos de 4 o 5, empezando con unos pocos individuos para no comprometer ni el bienestar animal ni el equilibrio del espacio marino elegido.​

Detrás de la iniciativa está Jonian Dolphin Conservation, una organización local que lleva años estudiando a los delfines salvajes del golfo de Taranto y guiando salidas de observación responsable para financiar parte de su trabajo científico.

El refugio se ha levantado con una combinación de recursos propios, donaciones privadas y fondos públicos, con una inversión inicial de en torno a dos millones de euros. El presupuesto de mantenimiento obliga a buscar apoyos estables, desde administraciones hasta entidades internacionales de protección animal.​

Un hogar para los excluidos

El espacio acaba de inaugurarse, con la infraestructura ya operativa y a la espera de la llegada escalonada de los primeros delfines procedentes de delfinarios europeos.

Para el movimiento animalista y para muchos especialistas en bienestar, este enclave del Adriático representa un giro de guion: no es solo un refugio para unos pocos delfines concretos, sino un prototipo de cómo podrían ser las "residencias" del futuro para animales marinos que la sociedad ya no acepta ver dando volteretas a cambio de aplausos.​​