Publicada

Un destello en la penumbra, un maullido en mitad de la noche. Desde las páginas de Poe hasta las pantallas de Netflix, los gatos han sido los únicos que pueden mirar de frente a la oscuridad sin pestañear.

"Los gatos tienen una visión nocturna superior", indica la etóloga Paula Calvo. "Sus ojos tienen una alta concentración de células bastón y una estructura llamada tapetum lucidum, que refleja la luz dentro del ojo, aumentando su capacidad de ver en condiciones de poca iluminación".

Mientras que el ser humano tropieza en la oscuridad buscando un interruptor, el gato ya está explorando con total confianza. Pueden ver en la penumbra hasta seis veces mejor que una persona.

Esta habilidad, que le permite sobrevivir y adaptarse a distintos entornos, es también la naturaleza inherente que le llevó a la fama. "Perciben la realidad de manera única", afirma la educadora.

Un ser liminal

Desde la Antigüedad, el gato ha sido visto como un ser liminal: ni completamente doméstico, ni salvaje, capaz de moverse entre la luz y la sombra. En Egipto fue símbolo de protección y poder divino, pero en la Edad Media europea pasó a asociarse con la brujería y el demonio.

De allí surgieron supersticiones que aún perduran. Su naturaleza oculta lo convirtió en emblema de lo enigmático. En la literatura y el arte, esa ambigüedad se transformó en metáfora del inconsciente.

Fue Edgar Allan Poe con El gato negro (1843) quien consolidó esta interpretación de los gatos. Uno de los cuentos más perturbadores de Poe, que dio pie a la cultura del terror. La figura del animal es clave en este proceso, siendo el centro de lo terrorífico.

Al principio simboliza afecto y lealtad, pero tras su muerte, se convierte en una presencia vengadora que atormenta al protagonista. Representa, así, una proyección del inconsciente del narrador: todo lo que intenta reprimir regresa bajo la forma de un gato.

Nala

El miedo, la culpa, la violencia, son las emociones predominantes del cuento. Poe, a través del das Unheimliche, transforma lo familiar en aterrador, lo doméstico en lo siniestro.

El escritor amaba profundamente a los gatos. Catterina se llamaba su compañera, que solía dormir sobre su hombro mientras escribía.

Criaturas místicas

Algunos años más tarde, el pionero de la modernidad siguió este empuje. Uno de sus poemas más conocidos, Les Chats (1857) convierte al gato en una figura simbólica y espiritual, cargada de misterio, sensualidad y conexión con lo sagrado.

Baudelaire describe a los gatos como animales misteriosos, solemnes y sabios, seres que parecen conocer los secretos del universo. No son simples mascotas, sino criaturas místicas que comparten con los poetas una naturaleza contemplativa y melancólica.

Encarna la belleza del mal, esa dualidad intrínseca en la naturaleza que nos rodea. La dualidad entre luz y sombra. Diferentemente de Poe, ese animal no es un símbolo de terror puro, pero sí oscuro y enigmático.

Es el compañero de poetas, brujas y soñadores, el clásico gato negro que hoy celebramos en Halloween. H. P. Lovecraft también contribuyó a cargar esa figura de estos significados. Los gatos de Ulthar (1920) es el símbolo de esa frontera entre lo humano y lo abismal.

El compañero de las brujas

Así nacieron los estereotipos del gato de Halloween que conocemos y consumamos hoy. Binx, el felino parlante maldito, símbolo de inocencia y redención, de El retorno de las brujas (1993) sigue protagonizando las pantallas en este periodo.

Y Salem. El estereotipo por excelencia del gato negro. El compañero parlante inseparable de Sabrina, cosas de brujas (1996), en sus aventuras de magia negra. Representa el vínculo imaginario entre las brujas y los gatos negros.

Independiente, difícil de domesticar y activo durante la noche, este animal simbolizaba lo oculto. El mito se reforzó entre los siglos XV y XVII, durante la caza de brujas. Se creía que el diablo podía adoptar la forma de un gato para visitarlas y que ellas mismas podían transformarse en estas criaturas.

El arte consolidó esa imagen aunque, con el tiempo, se empezó a leer de otra forma. Esa interpretación negativa se convirtió en símbolo de independencia, misterio y poder de las mujeres que sigue presente en la cultura popular y en Halloween.

El gato de Coraline (2009), ya no representa lo terrorífico y lo oculto. Es la guía y protector, la fuente de autonomía y sabiduría frente a lo desconocido.

El personaje sin nombre advierte a la protagonista de los peligros del Otro Mundo y la ayuda a comprender la verdadera naturaleza de la Otra Madre. Ya no es parte integrante de la oscuridad, ahora el gato es alivio dentro del caos oculto.