En plena calle San Agustín, justo enfrente del museo Picasso, se encuentra un negocio afincado, desde que no había ningún negocio en la calle, desde que el museo presentaba el letrero de Bellas Artes y no en honor al pintor malagueño.
Mari Carmen es quien está al frente a día de hoy del restaurante que abrieron sus padres allá por el año 63. El Tormes es aquel lugar en el que el sabor de Málaga se siente en cada uno de sus platos y es que "nosotros apostamos por nuestra gastronomía", apunta la dueña.
El Tormes lleva en el centro de Málaga toda una vida. Aquello que empezó con su padre, camarero en el antiguo Hotel Cataluña, un promotor salmantino y un menú asequible para todos los públicos, es hoy refugio de turistas y malagueños.
Es cierto que una parte importante de su sustento es el turismo, pero antes todo era muy distinto. "El barrio era gente de aquí, de Málaga, eran familias y había muchos matrimonios de personas mayores", recuerda la mujer.
Con el tiempo, la cosa ha cambiado y las familias se han marchado. Sin embargo, "no le podemos echar la culpa al turismo", cree la dueña. Las casas deterioradas se han tenido que remodelar y, simplemente, la fisonomía del centro ha variado.
También es verdad que es mucho más rentable un edificio turístico que de vecinos. Pero es que, gracias al turismo, el centro ha renacido. Mari Carmen recuerda que "el centro estuvo muchos años dejado de la mano de Dios en cuanto a seguridad, limpieza y todo".
Interior del restaurante Tormes.
Robos, drogas, heroína, tirones en la misma puerta del restaurante marcaron los años 80 del restaurante. Y ahí se mantuvo, resistiendo frente a todo. La ciudad ha dado un vuelco de 180º, así de claro.
No obstante, no hay que olvidar a la población local. Fueron los clientes de Málaga, los de siempre, los que durante el dichoso COVID-19 "se volcaron en que esto no se viniera abajo", comenta.
La pandemia supuso un parón para todo el mundo. No había nadie en la calle, ni turistas ni vecinos, los negocios no generaban dinero y había que seguir pagando impuestos.
Fue difícil, no cabe duda. Afortunadamente, el Tormes se mantuvo gracias a la ayuda y al apoyo de su clientela "de aquí, de Málaga". Aunque también han recibido subvenciones para soportar el bache que, a día de hoy, han logrado superar.
Interior del restaurante Tormes.
A pesar de los malos momentos, nunca se ha planteado cerrar. Cuando su padre se fue a jubilar quiso dejar el negocio en manos de los tres hermanos. Sin embargo, Mari Carmen fue la única que quiso continuar con el legado.
"De pensar que esto se cerraba, me ponía mala. Significa parte de mi vida", admite la mujer. En la parte de abajo se encuentra el restaurante, en el primer piso viven su madre y uno de sus hermanos, y en la segunda planta otro de sus hermanos junto a su familia.
No es por nada, pero son el "restaurante más antiguo del centro histórico". Y, aunque la placa y el reconocimiento por más de 40 años de historia es un halago, no quiere que se quede solamente en eso.
Interior del restaurante Tormes.
Llegar a este momento ha sido muy duro, mantenerse en pie ante las dificultades ha sido complicado. Y, en vez de acribillarles a trabas, podrían darles más ayudas o "tener un poco más de mano izquierda y de apoyarnos más", considera la mujer.
El Tormes tiene esa esencia familiar porque siempre ha sido un hogar para amigos y desconocidos, para todo aquel que quiera probar el 'pescaíto' frito, el cordero o unas berenjenas de las de verdad, de las de antes.
La hija de Mari Carmen tomará el relevo, algún día. Mientras tenga fuerzas, Mari Carmen seguirá con el Tormes. Al igual que su madre, Joaquina, sentada en una silla disfrutando de una bebida mientras recibe saludos de los que un día fueron niños y que hoy son padres que traen a sus hijos.