"Llevo toda la vida. Mi abuelo era el guardia mayor en la zona y en los años 40 ya se encargaba de organizar la recogida del corcho". José Antonio Zurera es la tercera generación de corcheros de una familia que llegó a Cortes de la Frontera para preservar el medioambiente. Su abuelo paterno y, posteriormente, su padre, fueron los guardias forestales del entorno de Cortes de la Frontera, una localidad de la Serranía de Ronda.

"Mi abuelo materno también fue corchero, él vino de Aguilar (Córdoba) después de la Guerra Civil, aunque luego se fue a Alemania y dejó a la familia aquí en Cortes". La vida de Zurera tiene una constante relación con la principal actividad económica de su pueblo: el corcho dejará este año en las arcas municipales 1,8 millones de euros, una cifra importante para un municipio de poco más de 3.000 habitantes.

José Antonio ha trabajado durante todos los veranos de su vida en la saca del corcho, una actividad que se prolonga desde finales de junio hasta mediados del mes de agosto. "Depende de si hay lluvias en junio o no. En agosto ya el corcho se pega al árbol; al tener el estrés hídrico por la falta de agua, el corcho se agarra".

El corcho le ha dado a muchos jóvenes del pueblo la posibilidad de seguir viviendo cerca de su familia. José Antonio es ingeniero técnico forestal, una formación que se pagó gracias a los veranos trabajando como corchero en Cortes. 

Por eso, en Cortes todo se enfoca al bosque y a mejorar las condiciones del corcho: "Hubo años en los que no se miraba por el monte ni se cuidaba. Hace treinta años hubo un declive, la gestión forestal desapareció. Ahora se está intentando recuperar y se hacen trabajos de desbroce, de prevención de incendios...". En Cortes saben que el principal capital con el que cuentan es el alcornocal.

Zurera es, además, teniente de alcalde de su pueblo con un partido local independiente, Vecinos. El conocimiento de su realidad les ha llevado a tener una actividad más sostenida en torno al corcho: ahora el Ayuntamiento invierte en la mejora constante: los preparativos para la recogida, la limpieza del monte, el mantenimiento del sotobosque. "Desde que yo recuerdo, nunca ha habido un incendio forestal en época de descorche: eso es gracias a los trabajos para abrir las veredas, para limpiar caminos y demás actividades en el bosque". Durante el invierno hay más de una docena de hombres trabajando.

Cambio de costumbres

La recogida del corcho es una actividad manual, tradicional, aunque los medios de locomoción lo han cambiado todo. Antiguamente, relata Zurera: "Los hombres se iban por quincenas a la saca del corcho. Un día para ir, doce trabajando, otro para volver y uno que se aprovechaba en el pueblo; después, volver a empezar". 

"Yo recuerdo cuando iba con mi padre. Antes, la figura del guardia forestal estaba más relacionada con todos los trabajos en el bosque, pero ahora se ha quedado sólo en ser la policía del monte", indica Zurera. "Yo iba a diario con mi padre y aprendí mucho".

La tradición marcaba que los corcheros durmieran en el monte. Las cuadrillas llevaban cocinero y aguador y tenían unas rutinas muy marcadas: "Empezaban a trabajar con el sol, paraban a las doce para tomarse la zopa y luego a las 14:30 paraban para comerse los garbanzos y sestear hasta las cinco. Luego seguían trabajando".

Ahora todo ha cambiado, los carriles y los coches lo han cambiado todo: "Ahora vamos y volvemos todos los días". Lo que no ha cambiado es la intensidad del trabajo. A las 7 de la mañana ya están pegando hachazos en el árbol. Tras tres horas de trabajo, una primera parada para desayunar durante una hora. Otra hora de trabajo "y un cigarro". El cigarro es la unidad de medida de los pequeños descansos, hasta para quien no fume.

El mediodía marca el ritmo de la saca. Si a las tres de la tarde el día ha ido bien hay cuadrillas que dan de mano; si la recolección va más lenta de lo esperado, otro tirón hasta las cinco. Después la tarde en el pueblo, a descansar. Así son hoy las jornadas de los corcheros, "ya no hay ni aguaores ni cocineros", recuerda Zurera.

Este año en la saca del corcho en la Serranía de Ronda no ha sido el mejor. Una reducción de 400 toneladas con respecto al año anterior por culpa de una primavera que ha venido con pocas lluvias y que ha dejado a los alcornoques de la comarca más secos que en campañas anteriores.

Desde el Ayuntamiento trabajan por conseguir la mayor rentabilidad del corcho recogido. Este lunes finalizaba la licitación para la compra del corcho. Dependiendo de la calidad, se divide lo recogido en cinco lotes. A diferencia de años anteriores, en los que ha llegado a venderse diez veces más barato, este año esperan recaudar en torno a 1,8 millones de euros. El precio del kilo de corcho oscilará esta campaña entre los dos euros y 1,57. 

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