Hace poco más de un año el mundo se paraba y los amantes del gimnasio tuvieron que reinventarse para poder seguir practicando deporte. Botellas de agua se convertían en mancuernas, cuando iban a hacer la compra siempre subían por las escaleras y YouTube se convertía en su propio entrenador personal.

Cuando comenzó la desescalada y todos experimentamos esa fiebre runner, que solo duró más de dos meses para unos pocos, pese a que los gimnasios comenzaban a abrir muchos no se veían preparados para volver a ellos.

Optaban por hacer deporte al aire libre ya que anímicamente y físicamente pasó factura estar tanto tiempo encerrado en casa. Así, hubo algunos que en esos paseos por el parque descubrieron un deporte que en España quizás es algo desconocido: la calistenia.

Samuel Laguna practicando el deporte. A.R

Muchos parques malagueños tienen zonas adaptadas para practicar este deporte que cada vez tiene más seguidores. La mayoría de ellos se refugian en que es el mejor aliado en estos tiempos pandémicos para liberarse de las preocupaciones, para socializar y sobre todo para poner el cuerpo en forma.

Uno de los parques que cuenta con una zona de calistenia es el Parque del Oeste, en el distrito de Carretera de Cádiz. Allí, durante todo el día, decenas de jóvenes malagueños del barrio de La Luz y La Paz se dan encuentro para practicar este deporte donde se trabaja siempre con el propio peso corporal.

En una mañana de agosto, algo nublada, Samuel Laguna, Alejandro Seano y David Rivera, tres amigos de siempre, han quedado para entrenar. Todos tienen 22 años. El primero de ellos fue el que animó al resto a descubrir este deporte que cada día les engancha más.

Al parecer, los jóvenes lo van conociendo gracias al boca a boca. Laguna también entró al mundillo gracias a un colega de la universidad que ya lo practicaba desde hacía unos meses. "Un día me invitó a entrenar y, en vez de llevarme a un gimnasio o una piscina, me llevó a un parque de calistenia en Teatinos. Me asombró la idea de que los únicos materiales que necesitaba eran una barra y mi propio peso. Casi un año mas tarde, aquí seguimos, al pie del cañón, y dando a conocer el deporte al resto de mis amigos", dice.

Alejandro Seano trabajando las flexiones. A.R

En el caso de Seano, él siempre había acudido al gimnasio, pero llegó el confinamiento. A partir de aquí, cogió peso y "se dejó mucho". Desde que comenzó a tomarse en serio este deporte, ha perdido seis kilos y se siente incluso mejor anímicamente con él mismo. "Disfrutar, además, cada entreno con los amigos es lo mejor. Te echas unas risas y cuidas la mente y el cuerpo", reconoce el joven.

David Rivera opina que debería haber una zona de calistenia en cada parque, porque así más personas conocerían este deporte que es de los más funcionales que existen y en los que más compañerismo hay. "Si un compañero te ve con problemas para hacer la última dominada, él va a estar ahí para agarrarte en el último empujón, eso es así", dice.

Ellos son "primerizos" en el deporte. Pero en el mismo parque EL ESPAÑOL de Málaga se encuentra con Álex Vaquero. Pese a ser más pequeño, ya que tiene 19 años, lleva cinco practicando este deporte. El deportista lamenta que la calistenia está muy poco valorada en España. "Los campeones de calistenia no ganan prácticamente nada. Al final, el esfuerzo que hacemos es para beneficiarnos nosotros mismos, pero no está nada profesionalizado desde mi punto de vista y a veces nos preguntamos si merece la pena", dice Vaquero. 

Álex Vaquero practicando un back lever. A.R

Asimismo, reconoce que para él la cuarentena fue complicada, ya que por motivos personales, estuvo mucho tiempo sin salir de la cama, sin ánimos de nada y, lo único que le motivaba era practicar este deporte. "Cuando nos dejaron salir a hacer deporte, yo sentía que me picaba todo el cuerpo por cómo estaba de debilitada mi circulación. Cuando empecé a retomar la forma cambié el chip totalmente. Te das cuenta de que al final lo necesitas", relata.

No es cuestión de edad

Miguel Pérez, en el parque de calistenia del Parque del Oeste. A.R

Dando una vuelta por la zona de calistenia, llama la atención como un señor canoso y fuerte está haciendo dominadas como el resto de los presentes, mucho más jóvenes. Se llama Miguel Pérez y tiene 70 años. Un malagueño "boquerón, boquerón" que se ha dedicado a la ingeniería técnica industrial hasta que la crisis y la edad le llevaron a retirarse.

Es muy deportista y, de hecho, ha corrido toda su vida, pero a los 60 sufrió una grave lesión de menisco y no pudo seguir haciéndolo. "Hubo un momento en el que no había quién me pillara", dice entre risas. Su hijo es entrenador personal y es el que le corrige las malas posturas y le recomienda qué ejercicios debe hacer. Se graba en vídeo y se los muestra para ir viendo la evolución que va teniendo y cómo debe mejorar.

Comenzó a practicar este deporte al aire libre después del confinamiento, hace poco más de un año. El malagueño confiesa que no le apetecía demasiado volver a entrar a un gimnasio por miedo a contagiarse del virus pese a ser asiduo a ellos desde hace cinco o seis años. "Vengo tres veces en semana como mínimo, para ir poniéndome objetivos poco a poco. Por ejemplo, hace meses ni me salía el ejercicio de la rueda ni me salían las dominadas, pero ahora me voy defendiendo", cuenta orgulloso.

Algunos de los ejercicios que practica Miguel en el parque.

Es sorprendente verle entre tanta juventud con más vitalidad que ellos. "A mí no me abruma. Yo creo que al final es un deporte solitario. Llegas, te pones tus auriculares y te pones a hacer tus ejercicios a tu ritmo. Y ya está", dice. Así, cuando se le pregunta acerca de qué piensan sus amigos sobre su forma física le sale una carcajada. "Cada uno ha llevado una forma de vida y, a veces, los que se han dejado un poco más me dicen que me tienen envidia. Yo siempre les respondo que no es cuestión de envidia, sino de esfuerzo y mucha fuerza de voluntad", concluye.