Es lo que define a los unicornios: son extremadamente raros y valiosos, algunos dirían que casi míticos. Como si de linces ibéricos se tratase, con mucho mimo se ha conseguido que la población crezca en España. Cuando en diciembre de 2021 Jobandtalent -de raíces malagueñas, pero sede fuera de casa- superó la valoración de mil millones de euros, se consideró que era la cuarta empresa nacional (solo tras Glovo, Cabify y Wallbox) en ganarse ese calificativo, unicornio, pero en cuestión de semanas se han ido sumando otras. 

El medio especializado El Referente incluía también en la lista a Travelperk, eDreams, DEVO, Flywire e Idealista, situando la cifra de estas criaturas de origen español en nueve. Y la firma de capital riesgo Atomico situaba en el país de la piel de toro 12 de las 321 empresas unicornio europeas, ¡y eso sin contar con Jobantalent, Travelperk, DEVO o Flywire! Desde el ente con sede en Londres, enumeraban a Amadeus IT Group, Allfunds Bank, Jazztel, Idealista, AlienVault, Wallbox, Cabify, Hotelbeds Group, Glovo, Schibsted Spain, eDreams Odigeo y Letgo.

Dejémoslo en que España actualmente cuenta con un número indeterminado de entre 5 y 16 empresas tecnológicas sin presencia en Bolsa, pero con valor de más de mil millones de euros. Si nos ponemos pitonisos, El Referente señalaba a veinte posibles nuevos unicornios a seguir la pista entre este año y el próximo: Capchase, Copado, Wallapop, Userzoom, Clickalia, Factorial, Spotahome, Carto, Red Points, Clarity, Paack, Colvin, Playtomic, Civitatis, TradeINN, Belvo, Typeform, Seedtag, Genially y Odilo. Nombres similares se repiten en listas de Emprendedores.es, Cinco Días o Expansión.

Quien lo pregunta no es un cualquiera. Se trata de Joaquín Cuenca, cofundador de la primera compañía española vendida a Google (Panoramio) y actualmente CEO de uno de los mascarones de proa del auge tecnológico de Málaga: Freepik, una compañía que creció a través de la reinversión sin necesidad de financiación externa -a eso se refiere con bootstrapped- y que vendió la mayoría de sus participaciones al fondo sueco EQT. Afortunadamente, la sede (y la gestión) se quedaron en la Costa del Sol.

La transacción, la mayor que se recuerda en la ciudad andaluza, se cerró por una cifra sin confirmar que rondaría entre los 200-300 millones de euros, según a quién se le pregunte, y desde entonces Freepik no para de crecer. Su imparable trayectoria no les ha hecho aparecer en las quinielas a unicornio español; mientras que, entre las candidatas a +1.000 millones de la prensa madrileña, las hay que actualmente superan por poco los 20 millones de euros. Tras su nombre, a diferencia de nuestra paisana bootstrapped, siguen una ristra de inversores de renombre nacional.

La reflexión de Cuenca, que abre un debate muy vigente en Málaga sobre si solo es el capital riesgo el que debe determinar el valor de un proyecto, no quedó muy alejada en el tiempo del enésimo titular en medios más generalistas -siempre celebrables- de que la Málaga tecnológica está de moda. Para nosotros, los titulares; para ellos, los fondos de inversión y los ránkings especializados. ¿Cómo es posible que en el escaparate seamos la niña bonita de España; pero, cuando entramos en taller con los especialistas, seamos relegados a cascarilla?

Seguro que la posición justa y real está en algún lugar entre medias. Pasa muchas veces cuando se descubre algo nuevo ("Málaga hasta hace poco era el norte de África", Miguel Ramos dixit): se convierte en un tercero, se objetiviza, se exotiza, pero no se llega a entender como un sujeto de igual valor con dones y dificultades por delante.

¿Sirve de algo tener públicamente colgado el cartel de "unicornio"? En principio, que la gente sepa lo preciada que es tu compañía no debería hacerla más valiosa todavía, aunque el 'efecto llamada' es real. Sí podemos pedir, al menos, que en toda España cale la convicción que la Málaga tecnológica no es solo un relato, y realmente existe. En todas sus dimensiones.