Esta es la historia de cómo una llamada telefónica acabó convirtiéndose en la publicación de una biografía sobre uno de los personajes clave de la historia del siglo XX. A finales de 2019, Carmen Thyssen le pidió a la periodista Nieves Herrero que escribiera un libro contando su vida. Con sus luces y sombras; sus amoríos y sus desajustes con Hacienda; sus cuadros y sus ángeles de la guarda. En definitiva, con la emoción que supone haber vivido 80 años entre presidentes del Gobierno y artistas de primer nivel. 

Tres años después de aquella primera cita de trabajo, ha llegado La baronesa (Ediciones B, 2023), una aventura literaria que no ha podido culminar con un punto final entre la protagonista y la cronista. Tras una entrevista en televisión, Herrero supo que su relación con Tita se había roto. ¿El motivo? "No lo sé. Ella quería una novela totalmente romántica, eliminando las partes más oscuras que todos tenemos en nuestra vida", sentencia Herrero. 

"He llegado a admirarla, pero no soy capaz de comprenderla", afirma la periodista, quien en esta entrevista con EL ESPAÑOL de Málaga desvela algunos de los secretos y reflexiones que han antecedido a la publicación de la obra. 

Este libro se adentra en las profundidades de uno de los personajes clave de la jet set mundial. ¿Ha podido usted descubrir realmente quién es Carmen (Tita) Cervera?

Nunca lo sabremos porque cada uno se abre hasta donde considera. Sí que creo que ella tenía muchas ganas de hablar, de que se conociera su historia, pero hay una parte de ese relato que ella no va a compartir con nadie. Es muy celosa de su intimidad y aunque queremos saberlo todo, solo conocemos una parte. Nunca nos vamos a acercar al 100% a un personaje tan vivido. 

Es que ella lo ha vivido todo en todas las décadas. Nació en el 43, en el seno de una familia del despegue catalán tras la industria. Tras separarse de sus padres, se aferra muchísimo a su hermano y ya empieza a vivir en internados. La infancia marca la vida de las personas y ella estaba acostumbrada a vivir sola, ser autosuficiente y tomar decisiones desde que era niña. 

Haciendo un desglose de su vida, te das cuenta de lo que suponía que una mujer hablara idiomas en los años 60. Su madre, desde el principio, quiso que estudiara en centros ingleses o americanos, por lo que dominaba muy bien varias lenguas. Además, por su forma de ser, era romántica. Muy romántica. Soñaba que iba a venir el príncipe azul y la iba a rescatar… Hasta que llegó Lex Barker, 21 años mayor ella.

¿Su gran amor?

Yo creo que sí… ¿Sabe qué ocurre? Que el primer amor siempre se idealiza. Ella se acuerda muchísimo de él y en las conversaciones volvíamos recurrentemente a Lex Barker. Siempre lo tiene en la memoria. 

En el libro cuenta que desde el principio quiso que la llamara Tita, y no baronesa. Sin embargo, no se puede despojar a la persona del personaje. ¿Esa aura de mito e ídolo supuso una dificultad añadida a la hora de abordar este trabajo? Especialmente por lo complejo que resulta adentrarse en el ser. 

Yo tenía una idea muy preconcebida que me fui quitando. Ella es realmente muy cercana y te abre rápido las puertas de su vida y de su corazón. Creí que iba a costar más, pero es cierto que nos encontramos en un momento en el que quería hablar. Se encuentra en un estado muy bueno: acaba de cumplir 80 años, pero parece una mujer de 60; hace deporte; está todo el día leyendo legajos jurídicos y tiene muy poco tiempo. Por supuesto, tiene los cuadros todo el día en la cabeza. Si se entera que hay una subasta en la que sale una obra de Joaquín Sorolla o Julio Romero de Torres, allí que va para intentar hacerse con él. No sueña con adquirir ropa o ir a la peluquería; su sueño son los cuadros. 

¿Cómo fue el momento en el que Tita Cervera le llama por teléfono y le pide que cuente su historia? 

Yo la había entrevistado para distintos medios desde hacía muchos años, pero no sé cómo se hizo con mi teléfono. El caso es que un día me llamó y yo me quedé… Estaba a punto de entrar en directo en la radio y de pronto escucho: “Hola, soy Tita. Nieves, quería hablar contigo porque tengo muchas ganas de que escribas mi historia”. Me quedé petrificada.  

¿Directamente?

Sí, sí, directamente, sin que hubiera entremedias una propuesta de ir a comer ni nada. Yo le dije que sí, siempre y cuando fuera una historia en la que se recogieran las luces y las sombras y ella aceptó.

¿No tuvo el síndrome periodístico de sentirse utilizado? ¿De ser una herramienta de la que disponen terceros para aprovecharse?

Lo que he tenido ha sido el síndrome del abandono porque desapareció de mi vida en enero. Ha sido algo que me ha costado superar. Hoy ya he pasado página, pero hasta que he llegado hasta hoy, he afrontado un proceso que psicológicamente me dejó muy tocada. Han sido tres años creyendo que eras más que una escritora. Yo entraba por allí, iba al servicio. Era como…

¿Amigas?

Nunca. Ella nunca me dio pie a eso. Estaba siempre a mucha distancia, pero sí que se abrió en canal. Había veces que llegaba a mi casa excitadísima, pensando, ¡Dios mío, qué cosas me ha contado hoy, madre mía, madre mía! Otras, a lo mejor, eran más repetitivas, pero ha sido una experiencia que me ha permitido conocer a uno de los grandes personajes del siglo XX y compartir tres años con ella, aunque no haya habido un punto final. Quizá, hay un punto suspensivo. 

¿Le llegó a explicar por qué había decidido que usted fuera la autora del libro? 

No. Ni yo se lo pregunté. Nunca. 

Ahí se forja una reflexión que usted plantea: “He llegado a admirarla pero no a comprenderla”.

No la comprendo en casi nada y no entiendo su forma de ser. Creo que responde a la vida que ha tenido desde muy adolescente. Por ejemplo, cuando empieza con Lex Barker, se encuentra con una vida muy lujosa a la que se acostumbra. Pronto le abren las puertas de Hollywood. 

Estamos hablando de una persona que comía con los presidentes de EE. UU., visitaba a los papas y se reunía con todos los líderes políticos y culturales del país. ¿Es posible llegar a comprender lo que eso supone?

Por mucho que nosotros nos hagamos a la idea, es imposible. Me acuerdo que una vez le pregunté a la reina Letizia que si no echaba de menos la profesión y me dijo: “Es que ahora estoy compartiendo con los grandes personajes que siempre hemos querido entrevistar, estoy con ellos”.  Entiendo que ella forma parte ya de la propia historia de España y a Tita le pasa un poco lo mismo. 

Cuando empezó su relación con el barón, dio un salto cualitativo. Se metió en la sociedad mundial y empezó a visitar despachos, casas… Se reunía con los grandes pintores del momento. Lo mismo iba a Downing Street, con Margaret Thatcher que… No sé. Si no llega a ser por el barón, hubiera sido imposible. Pero Cervera supo encajar bien en ese entorno. Tiene mucha inteligencia y aprende rápido, además de una enorme simpatía. 

Aquí entra en juego otra cuestión. Ella se adaptó rápidamente a esa vida, pero no quiso dejar solo a Henry Thyssen en ninguno de sus viajes, por lo que tenía que preparar un dispositivo para que su hijo se quedara con alguien. 

Ha vivido en un mundo que no es el mundo normal. El mundo normal es el de las personas que tienen problemas a fin de mes, el que puede tener un problema con un hijo porque no puede pagarle tal… A ella no le ha pasado, por lo que creo que no tenemos la misma perspectiva; estamos en trincheras distintas. 

Esa vorágine hace que la inestabilidad que todo el mundo tiene se haya trasladado a otros ámbitos de su vida.

Claro, ella está muy acostumbrada desde niña a hacer su voluntad. Siempre ha hecho lo que ha querido, incluso cuando no querían sus padres, lo ha seguido haciendo. Desde que abrió la puerta del coche de su padre y salió volando por la carretera y no le pasó nada, dice que tiene un ángel de la guarda y yo sí que lo creo, porque ha estado en situaciones peligrosas más de una vez. Se siente protegida. Tiene un lado espiritual que le hace pensar que su gente queridísima no se ha ido del todo; eso le permite hablar con ellos, como con Lex Barker, el barón, su madre, su hermano…

El realismo mágico de Tita Cervera. 

Sí, porque no deja de ser religiosa, pero con un mundo de fantasía. 

¿Qué cree que buscaba Carmen Thyssen de usted cuando la llamó?

Una novela. Pero una novela totalmente romántica, eliminando las partes más oscuras que todos tenemos en nuestra vida. A mí me gusta ser fiel a los episodios; aunque sean duros. Ella por ejemplo prefería que empezara la historia por otro lado y yo arranqué por el secuestro. También había una serie de diálogos que quería que quitara e intentaba negociar con ella: “Tita, las biografías con un rollo patatero. Hasta la de Harry reproduce diálogos que no sabemos si existieron o no, pero se escriben en base a la visión de Harry”. El caso es que seguimos adelante. Lo último que nos dijimos fue feliz 2023 y “no te preocupes con el libro que está buenísimo”. 

Era un trabajo conjunto que íbamos haciendo y corrigiendo. Sin embargo, llega un momento en el que desaparece. De pronto vemos que sale en una entrevista con Risto Mejide, donde se aprecia que actuaron los abogados probablemente a petición del hijo. Quizá ella no quiso tener ningún problema, no lo sé. Lo que sí sé es que tiempo después, el día de su cumpleaños (cuando quería sacar la novela), va al programa de Susana Griso y dice que quería escribir su propia biografía. Ahí entendimos que la relación… 

¿No hablaron en ese momento?

No, porque ahí ya actuó la parte jurídica de la editorial y de Tita, porque había un compromiso. Pero llegamos a la conclusión de que no tenía interés en hacer el libro. Luego supimos que había una plataforma audiovisual que tenía mucho interés en su vida narrada por ella. A lo mejor querían que no saliera antes la obra… No lo sé, no tengo ni idea. 

No han vuelto a hablar desde comienzos de año.

No, nada. La he llamado por su cumpleaños, le he ido dejando mensajes… Pero no me ha respondido.

¿Y ahora cómo está después de todo este camino?

Bien. Encantada. Creo que soy más libre sin ella que con ella. Es muy, muy perfeccionista. Lo vimos con la selección de las fotos… Era tremenda, por lo que resultaba muy difícil avanzar. 

¿Este libro lo engloba más dentro del campo periodístico o literario?

Creo que tiene un poco de las dos partes, ya que no puedo prescindir de mi parte periodística. Siempre que he escrito algo he intentado averiguar algo que no supiera. 

¿Cómo eran, periodísticamente hablando, las conversaciones con Tita?

Usaba la grabadora, a veces dos, y además tomaba notas en una libreta por si acaso fallaban. En total, son unas 40 horas de grabación.  

¿Censuraba partes? 

No, no. La palabra censura es muy gorda. A ella le gustaría que el retrato de su vida fuera completamente en rosa. Pero cada cosa que ponía, se la contaba. Eso sí, no tuve ningún problema en hablar de sus problemas con Hacienda, con su hijo, de las negociaciones con el Gobierno de España para que se quedaran sus obras en el país… He sido libre. 

Decía antes que lo había pasado mal. ¿Se arrepiente de haberse embarcado en esta empresa?

Me ha servido para darme cuenta de que quiero seguir con mis personajes del siglo XIX, de comienzos del siglo XX, o la Segunda Guerra Mundial, que me gustan muchísimo. Disfruto desempolvando a personajes que no son muy conocidos. Esto era para mí un reto porque tenía que escribir de alguien que estaba en vida. Se trata de un camino que ya me había propuesto hace tiempo con Adolfo Suárez, pero el hijo me dijo que quería encargarse él, por lo que no me metí. 

¿Algún detalle sobre la pasión artística de la baronesa?

Ella dice que el Mata mua de Gauguin es su obra fetiche. La han llegado a comprar tres veces. La primera fue el barón con un amigo; los dos estaban pujando y para evitar que el precio siguiera subiendo, decidieron ir turnándose cada año la obra y hacerse con ella. Lo volvió a comprar el barón tiempo después y finalmente, cuando se hizo el reparto de las propiedades entre los hijos y la mujer, pasó varias veces la opción de compra, pero como era tan caro, Tita fue la que acabó apostando por él. 

Su vida es sorprendente. 

Lo que hemos visto en las revistas queda muy pequeño. Para mí, Tita Thyssen es una superviviente que se ha hecho a sí misma y se ha reconstruido hasta siete veces, como las siete vidas de los gatos, pero cada una de esas vidas llenas de anécdotas y de aventuras.  

Por ejemplo, si no hubiera existido su relación con la Casa Real, hoy la colección Thyssen no estaría en España. Estaban intentando que el barón comprara un Goya que había salido de forma ilegal del país pero, en ese momento en el que estaban viendo dónde instalar la colección, ella dijo: “¿Por qué en vez de un cuadro, no pensáis en 1.400 cuadros?”. 

Hay que recordar que Thatcher también la quería. De hecho, ella acaba harta de que Tita ponga pegas a que la colección acabara en Inglaterra. Todo eso evidencia que ella es una de las grandes promotoras del arte en España. 

Creo que le falta un homenaje, porque nos hemos quedado con la parte frívola y no tanto con la apuesta decidida por la pintura y la cultura. Es algo que nadie le ha reconocido. No sé si ese acto debería ser en Andalucía, por el hecho del museo Thyssen de Málaga, o en España, pero creo que sería justo que lo recibiera y me alegraría muchísimo, de verdad. Solo le deseo bien, paz y que sus ángeles estén siempre. 

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