Francisco Sánchez
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Cuando las playas se llenan de bañistas en busca de descanso, un grupo de profesionales permanece atento para que la diversión no se convierta en tragedia: los socorristas. Su trabajo, a menudo invisible, combina prevención, pedagogía y acción rápida ante emergencias, todo ello bajo condiciones ambientales extremas.

El calor es uno de sus mayores desafíos. Estudios en la Costa del Sol y Barcelona muestran que más del 77% de los socorristas sufren quemaduras solares al menos una vez durante la temporada, y la exposición diaria a radiación ultravioleta supera los límites seguros para la piel.

“Con este calor, a veces los que necesitamos un rescate somos nosotros”, reconoce Mario, socorrista con años de experiencia. “Somos humanos, y como cualquiera, necesitamos momentos para recuperarnos”, declara.

La mayor parte de su labor es anticiparse a los problemas: el 95% del trabajo es preventivo, desde advertir riesgos hasta educar al público. “La mayoría de la gente viene con ánimo de disfrutar y relajarse, respetando las normas y siguiendo nuestras indicaciones”, asegura Mario.

Pero siempre hay excepciones: un pequeño porcentaje ignora las advertencias, sobre todo ante la bandera roja o con prácticas prohibidas como la pesca en zonas de baño. “Los turistas generan más incidencias, aunque se trata de casos puntuales. La paciencia y la pedagogía son clave”, añade.

La realidad del rescate dista mucho de la imagen cinematográfica que dan las películas de Hollywood. “Lo más habitual es ayudar a personas mayores o con movilidad reducida a entrar y salir del agua. Contamos con sillas anfibias que permiten que todos disfruten del mar. La cara de felicidad de esas personas al bañarse es la mayor recompensa”, dice Mario.

Pese a la alta responsabilidad, los socorristas denuncian carencias estructurales: salarios bajos, falta de beneficios laborales y ausencia de protocolos eficaces de fotoprotección. Los expertos insisten en la necesidad de mejorar la regulación de turnos y los descansos, así como reforzar la protección frente a la radiación solar.

Al final, ser socorrista es asumir la responsabilidad de velar por la seguridad de miles de personas bajo condiciones exigentes. Como resume uno de ellos: “Para poder cuidar de los demás, primero tenemos que estar bien nosotros.”