La identidad del pueblo malagueño está representada en los pequeños símbolos que conforman su día a día. La idiosincrasia antropológica de la ciudad no reside únicamente en la verde y morá o el escudo municipal (que también), sino que va más allá. La búsqueda de lazos comunes que justifiquen ese sentimiento vecinal está presente en la forma de pensar y sentir que, generación tras generación, se ha mantenido en los barrios más icónicos de la ciudad. 

Los Percheles, Capuchinos, Segalerva, la Cruz Verde... Todos coinciden en que sus elementos identificativos son fácilmente reconocibles. Sin embargo, no es fácil que pervivan en el tiempo. Los cambios urbanísticos, la sustitución de construcciones clásicas por nuevas promociones inmobiliarias, la desaparición del histórico tejido habitacional... Todos esos fenómenos sociales han provocado un cambio generalizado que se ha encontrado con pequeñas Galias, como la Trinidad. 

¿Cuáles son los motivos que han permitido a esta histórica almendra seguir siendo uno de los grandes bastiones de la tradición malagueña? La lista de justificaciones es amplia y su alcance afecta tanto a cuestiones materiales como espirituales.

Entre las razones que explican la Trinidad como un ecosistema vecinal se encuentra su propia configuración urbanística. El arquitecto especializado en patrimonio, Enrique Bravo, defendía que la estructura de los edificios es un factor determinante a la hora de establecer vínculos emocionales entre los residentes de un lugar. ¿La causa? El uso que se le da a los inmuebles.

Frente a lo que ha ocurrido en otros sitios, la Trinidad o la Victoria han sido capaces de contemporanizar la vida comercial de sus bajos. De esta forma, frente a la defensa de las fachadas, está la finalidad de su interior. Allí sigue existiendo esa base identitaria alrededor de bares, floristerías, alfareros o mercerías que mantienen vivo el arraigo a unas calles y unos edificios que los vecinos sienten como propios. Una evidente sinergia entre lo público y lo privado.

Alcance internacional

Desde hace cuatro años, Pedro Medina vive en Montreal. Sin embargo, sus orígenes se encuentran en la Trinidad, donde ha vivido desde que nació, hace 25 años. En conversación con EL ESPAÑOL de Málaga desde Canadá explica que el barrio ha sabido "conservar bastante" esa identidad tan característica, especialmente en la zona comprendida entre calle Trinidad y calle Mármoles: "Se ha mantenido esa edificación de casas bajas y una concepción arquitectónica original". 

"Esto ha permitido que perviva la cultura propia de corralas, patios interiores y apoyo vecinal que se ve reflejado en las iniciativas concursales que crean sentimiento de barrio", subraya. Precisamente, la propiedad de esos inmuebles es una cuestión "muy relevante": "Las casas siguen en manos de las mismas familias, por lo que el papel de los promotores externos no ha condicionado el desarrollo natural".

Sin embargo, al norte de esta vía, todo este fenómeno "se ha perdido". Medina argumenta que las casas modernas, alejadas de los inmuebles bajos, no propician que sobreviva "esa forma de vida".

Además, en todo este fenómeno desempeña un papel clave la imagen de Jesús Cautivo, una figura con "mucho tirón" que actúa como vínculo de los vecinos con el barrio: "Es un elemento identitario del distrito que aúna a todos en torno a Él. Esos signos culturales se mantienen, a diferencia de lo que pasa en otros sitios. La arquitectura y la religiosidad popular han facilitado que se siga viendo igual que antaño".

Este fenómeno se ha podido apreciar recientemente, con la procesión de María Santísima de la Trinidad. Varios vecinos relatan cómo, en los días previos, sus buzones amanecieron con papeles pidiendo que las calles de la feligresía se engalanaron con mantones y reposteros al paso del cortejo. Los trinitarios cumplieron y durante el pasado fin de semana se pudo apreciar como los balcones de calle Zamorano, Jaboneros o Carril lucieron revestidos.

El imaginario colectivo

Las razones que esgrime el arquitecto colombiano Dan Gamboa se basan en su propia percepción del entorno. Alejado de cánones academicistas, razona que el barrio, como realidad, es un ente con "venas y sangre": "Las calles son las venas; la gente es la sangre. Gente que ha crecido con allí, que tiene recuerdos de su primer día de clases o en el parque donde se dio su primer beso".

Todos esos factores convierten a la Trinidad en un espacio identificable en el que la historia de cada persona sigue vigente: "Es ahí donde es importante, no solo conservar la memoria, sino preguntarnos cómo construirla para el futuro", destaca Gamboa. 

"¿Están los proyectos de La Trinidad pensados para darle vida a esa misma calle? ¿Qué podría pasarle a un barrio si este llega a conformarse sólo en pisos turísticos? Porque no es solo cómo se disfruta el barrio hoy sino quienes lo heredarán mañana", reflexiona.

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