Maricarmen en su casa del distrito de Retiro a sus 87 años.

Maricarmen en su casa del distrito de Retiro a sus 87 años. Nieves Díaz

Sociedad

Un fondo quiere desahuciar a Maricarmen tras subirle un 247% el alquiler: "Tengo 87 años; sin familia, sólo tengo mi casa"

El desahucio programado para finales de octubre fue paralizado "hasta que las administraciones provean una alternativa habitacional para ella".

Más información: Suspenden el desahucio de Maricarmen: la mujer de 87 años de Madrid que no puede pagar 2.500 € a un fondo

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Las claves

Maricarmen, de 87 años, enfrenta un proceso de desahucio tras casi 70 años viviendo en un piso de renta antigua en el distrito de Retiro, Madrid.

El fondo de inversión propietario del edificio le subió el alquiler de 440 a 1.650 euros mensuales, una cifra inasumible con su pensión de 1.450 euros.

El Tribunal Supremo falló en contra de Maricarmen, considerando que la subrogación del contrato no cumple los requisitos legales, a pesar de argumentos sobre la normativa franquista.

El desahucio fue paralizado temporalmente gracias al apoyo vecinal y sindical, mientras se reclaman alternativas habitacionales y se presentan nuevos recursos legales.

La casa de María del Carmen Abascal, apodada Maricarmen, en el número 46 de la calle Alcalde Sainz de Baranda, es uno de esos sitios donde se respira hogar nada más entrar. Cuadros, fotos, flores y un montón de figuritas decoran el piso ubicado en el distrito de Retiro, en Madrid.

"Son de mis viajes", apunta la mujer señalando todos los recuerdos que ocupan la mesa central del salón. Lleva viviendo ahí casi 70 años, desde que su padre firmó el contrato de alquiler en 1956.

Ahora, a sus 87 años, se enfrenta al "shock" que le sigue produciendo la situación que está viviendo desde hace cinco años. Y es que en 2020 el fondo de inversión Urbagestión adquirió el edificio y, con él, el piso de Maricarmen.

"En diciembre [de dicho año] me llaman a la puerta y un oficial del juzgado me trae un sobre. Lo abro y me encuentro que los dueños actuales, un fondo buitre, me iban a llevar a juicio porque querían, y quieren, echarme", explica a Madrid Total.

Además de presiones mediante burofaxes, omisiones de mantenimiento y propuestas de mudanza temporal mientras se reformaba el edificio, la empresa le notificó una subida del 275% del alquiler. Así, le fijaban una nueva renta de 1.650 euros mensuales, frente a los 440 euros que tenía estipulados. Cantidad que a día de hoy sigue "pagando cada mes rigurosamente".

Maricarmen en su casa del distrito del Retiro, en Madrid.

Maricarmen en su casa del distrito del Retiro, en Madrid. Nieves Díaz

Se trata de una "oferta" -según ellos- por debajo de los 2.650 euros a los que ya se alquilan otros pisos del bloque, recién reformados. Pero con una pensión de 1.450 euros es algo imposible de asumir para Maricarmen.

Por ello, a principios del pasado mes de octubre le llegó la notificación de desahucio previsto para el pasado miércoles día 29. "Me dieron 20 días para mover una casa de 69 años". Finalmente, fue paralizado "hasta que las administraciones provean una alternativa habitacional para ella", según el Sindicato de Inquilinos (quien la apoya en su caso).

—Pregunta.- ¿Por qué se mudaron a este piso?

—Respuesta.- Mi familia tenía ganado lechero y mi padre quiso venir a esta zona porque le pareció buena para poner su negocio.

Esto ahora se ha convertido en un barrio frío, pero cuando nos vinimos a vivir aquí era muy distinto. Ya no es lo que era el Retiro. Ahí detrás estaba la estación del tren de Arganda. Por aquí estaban las vías. Todo lo que hay en Doctor Esquerdo eran huertas. Moratalaz no existía. Enfrente había unas casitas bajas que lo llamaban el barrio ciego, porque no tenían ni agua ni luz. Eso era el barrio, donde estaba el pequeño comercio y toda la gente nos conocíamos y saludábamos.

—P.- Supongo que tendrá muchos recuerdos en esta casa.

—R.- De toda una vida. Vivimos aquí mi madre, mi padre, mi hermano y yo. Tenía 17 años. Tengo recuerdos muy buenos: de mi infancia, mi juventud... Mi padre falleció en este piso en el 1960. Mi madre también, en 2005. Está como entonces, solo han ido cambiando algunos muebles.

—P.- ¿No tiene más familia?

—R.- No. Mi hermano falleció también en 2003. No tengo a nadie más. Esta casa es mi todo.

Intento de desahucio

Tras una primera notificación, Maricarmen en seguida se puso en contacto con su abogada, Beatriz Barba. Consiguieron ganar un primer juicio, "pero fueron a la Audiencia Nacional y ahí se lo dieron a ellos", añade la mujer.

"Vengo luchando desde entonces. Presentando recursos de casación. Pero lógicamente ellos no paran. Ellos lo que quieren es que eso se quede libre para poderlo vender y sacar unos beneficios brutales, porque es gente deshumanizada. Es gente que no le importa el ser humano. Solo les importa su bolsillo", expresa.

Maricarmen durante la entrevista con Madrid Total.

Maricarmen durante la entrevista con Madrid Total. Nieves Díaz

El contrato firmado por su padre era de renta antigua. Garantizaba alquileres asequibles y derecho de subrogación familiar. Tras su fallecimiento, se subrogó en 1961 a su mujer. Y, en 2005, a Maricarmen, quien durante dos décadas ha mantenido una renta actualizada conforme al IPC y al IBI.

Sin embargo, la empresa (y el fallo del Tribunal Supremo) estableció que la segunda subrogación, de madre a hija, no cumple los requisitos legales, ya que solo se permitiría durante dos años o si se acredita una discapacidad del 65% o más. Maricarmen tiene reconocida un 50 %, insuficiente según la ley actual.

Ante esto, colectivos vecinales y juristas sostienen que el Supremo ignoró un precedente esencial: la primera subrogación en favor de la madre respondió a las leyes franquistas que impedían a las mujeres figurar como titulares de contratos. En consecuencia, la de Maricarmen debería considerarse la primera subrogación legítima.

Posteriormente, volvieron a contactar con ella en febrero del 2024 para decirle que tenía que entregar las llaves del piso en el mes de mayo. "Yo ni entregué mi piso ni entregué las llaves. Yo me quedé en mi casa".

—P.- ¿Cómo lleva esta situación en su día a día?

—R.- No es muy agradable. Unos ratos son mejores y otros peores. Lo que tengo claro es que quiero quedarme y voy a seguir luchando. Nunca me esperé que a mí, a mis 87 años, me pudiera ocurrir encontrarme en la calle. Yo, sinceramente, pensaba terminar mis días en esta casa

La verdad es que gracias a Dios soy fuerte. Tengo mucha fortaleza y carácter fuerte gracias a la educación de mis padres. Cuando murió mi padre yo tenía 21 años y, de alguna manera, tuve que sacar la casa adelante, porque mi hermano estudiaba.

—P.- Se movilizó mucha gente ese miércoles 29 de octubre, día que estaba programado el desahucio inicialmente. 

—R.- Se paralizó el día 28 a última hora de la mañana y el desahucio era a las diez y media del día 29. Tuve muchísima gente apoyándome: del sindicato, de esta zona y de fuera. Previamente, el lunes tuvimos un paseíllo desde el Retiro hasta mi casa. Hubo niños que vinieron a acompañarme en ese tramo de la calle. Me dio muchísima fuerza. Porque ver a niños defendiendo algo de siete hasta catorce años da fuerza. Me decían: "No te preocupes Maricarmen, a ti no te van a echar".

El contrato original de alquiler del piso que firmó el padre de Maricarmen en 1956.

El contrato original de alquiler del piso que firmó el padre de Maricarmen en 1956. Nieves Díaz

—P.- ¿Qué van a hacer ahora?

—R.- Hemos presentado el pasado 4 de noviembre nueva documentación clave. Ahora decidirá el juzgado si pone fecha a un nuevo desahucio o cuáles son los trámites a seguir. Pero en estos momentos no tengo ni idea de qué va a pasar.

—P.- Se paralizó el desahucio por no tener una alternativa habitacional. ¿Le han propuesto algo los servicios sociales?

—R.- He ido dos veces a los servicios sociales y tengo otra cita pendiente para finales de noviembre. Ellos me ofrecen, si me tengo que ir a la calle, una residencia pública o un piso tutelado. Por el momento, estoy en las listas.

Es una solución que no me parece bien, porque insisto, yo tengo vitalidad para vivir sola. Yo puedo hacer mis cosas y no hay ninguna necesidad de ayuda. Yo, sinceramente, en una residencia no me veo. No tengo espacio para mi forma de ser, para mi carácter.

—P.- ¿Y tiene alguna otra alternativa? ¿Qué haría con los muebles?

—R.- No, porque como yo no me voy a ir, no tengo alternativas pensadas. No sé a donde irían los muebles si me tengo que ir. A veces me lo pregunto, pero en estos momentos no puedo pensar que me voy a ir, porque yo sigo pensando que me voy a quedar. Porque creo que tengo la razón. Y la justicia debería ser justa.

—P.- Es una situación que ha ocurrido otras veces. ¿Piensa que puede ser un ejemplo a seguir para ellos?

—R.- Hay mucha gente en esta situación. Yo lo que quiero también es que la gente entienda que tienen que salir a quejarse, tienen que salir a protestar y tienen que salir a las calles. Es ahí donde ganamos. La unión hace la fuerza.