Javier Llerandi, dueño de la tienda Casa de Diego.

Javier Llerandi, dueño de la tienda Casa de Diego. Rodrigo Mínguez

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La aldea gala 'de Diego', el comercio madrileño de más de 200 años que aún sobrevive en Sol: "Somos un dinosaurio"

Casa de Diego es uno de los dos únicos establecimientos en la Puerta del Sol que no son una franquicia.

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Si hablamos de tiendas míticas en Madrid, Casa de Diego tiene que ser una de las que encabece la lista. Casi tan emblemático en la capital como el Oso y el Madroño. Uno de esos sitios donde entrar es como viajar al pasado. De los que no solo tienen solera; tienen historia. Ni más ni menos que 202 años.

Nació en 1823 en la Calle del Carmen. Unos 35 años después se mudó a la Puerta del Sol, donde permanece desde entonces. Con sus imponentes y coloridos escaparates llenos de abanicos y el nombre con grandes letras plateadas presidiéndolos.

De hecho, es uno de los dos únicos establecimientos no franquiciados que aún sobreviven en la plaza. "Solo quedamos nosotros y La Mallorquina", señala Javier Llerandi, actual dueño de la tienda de paraguas y abanicos, junto con su hermano, Arturo.

Son la sexta generación de una saga familiar procedente de Asturias. De ahí trajeron los paraguas. "Los abanicos los añadimos para vender algo durante el verano, aunque ahora vendemos muchos más". También tienen mantones y bastones, aunque menos. "Me han pedido guantes, pero no voy a añadirlos".

Se trata, por tanto, de unos artesanos con un oficio de los que ya no hay. "Somos la mejor tienda de paraguas y abanicos del mundo. Ya no hay tiendas así en ninguna parte. Esta es como un museo; un dinosaurio".

Abanicos y paraguas

Su fundador fue el tío de su tío bisabuelo. Un tal Fernando de Torres, que cuando murió sin hijos le traspasó el negocio a su sobrino político: Luis Manuel de Diego y de Torre. Él fue quien le puso su apellido al negocio, para pasar a llamarse como se conoce ahora.

También fue quien llevó el negocio a Sol, "porque la intención de todo buen comerciante era poder un tener el local lo más cercano a la vía por donde circulaban las compras". Es decir, el recorrido que hacía la alta burguesía en ese entonces en sus coches de caballos por las zonas del centro de la ciudad: el Paseo del Prado, el Palacio Real, la calle Arenal, la Plaza Mayor y, por supuesto, el punto neurálgico: la Puerta del Sol.

La tienda Casa de Diego en la Puerta del Sol.

La tienda Casa de Diego en la Puerta del Sol. Rodrigo Mínguez

Más tarde, abrieron otra en la calle Mesonero Romanos, que hacía las veces de taller. Aunque ahora ya se usa solo de almacén.

Javier habla de esa época como si la hubiera vivido él mismo. Después de toda su vida en la tienda, de escuchar las historias que se han ido traspasando en su familia generación tras generación, lo tiene tan interiorizado como si realmente hubiera estado allí en persona.

Y es que empezó a trabajar en la tienda con 18 años, hace más de tres décadas. Pero ayudaba desde que tiene "uso de razón". "Yo venía aquí de pequeñito. Me sentaba ahí con seis años a merendar", dice mientras señala una mesa de la trastienda que aún sigue en su mismo sitio, como casi todo. Hasta el sombrero de su abuelo está donde lo dejó la última vez antes de irse.

Fuera de este cuarto, en una esquina del largo mostrador de madera, preside la estancia el cuadro de su abuela. Una pintura de Agustín Segura que le da el aspecto señorial que se respira nada más entrar.

Javier Llerandi en Casa de Diego con el cuadro de su abuela.

Javier Llerandi en Casa de Diego con el cuadro de su abuela. Rodrigo Mínguez

Fue cuando murieron estos, precisamente, que decidieron ambos hermanos ayudar a su padre, quien estaba al frente del negocio. "Arturo se quedó con él en la tienda y yo me fui a la fábrica. Así aprendí el oficio".

Un oficio que durante todos estos años no ha cambiado nada. Al menos, en su tienda, siguen vendiendo los mismos productos artesanos. Algún abanico queda que es del siglo XIX. Auténticas obras de arte, pues están hechos y pintados a mano con materiales cómo el nácar o el hueso.

En su elaboración pueden invertir "más de un mes" para fabricar uno solo. En este caso, su precio puede llegar hasta los 6.000 euros. Para otros menos laboriosos, hay por 30 euros.

Lo mismo ocurre con los paraguas. En este caso hay desde 50 hasta los más de mil euros. "No son de los que te venden en el chino. Te van a durar toda la vida. Y si se te rompe, lo arreglamos sin coste. Pero esto ya la gente no lo valora".

Clientas mirando el escaparate de Casa de Diego en Sol.

Clientas mirando el escaparate de Casa de Diego en Sol. Rodrigo Mínguez

Ahora, la mayoría de sus clientes  ("más del 70% y rozando el 90 en algunas épocas del año") son turistas "nacionales o extranjeros". "Esta ubicación es una oportunidad. Esto no existiría si no estuviera aquí". Un estudio de 2020 de la inmobiliaria Knight Frank apunta una media de 25.000 personas diarias transitando por la plaza.

También a ella acuden coleccionistas buscando joyas únicas que no se encuentran en otro lado, clientes que llevan "toda la vida" comprando abanicos para ocasiones especiales... E, incluso, figuras reconocibles del mundo del arte o la política. No solo en España, sino internacionalmente.

Todos los abanicos de la tienda son artesanos, hechos y pintados a mano.

Todos los abanicos de la tienda son artesanos, hechos y pintados a mano. Rodrigo Mínguez

Actores de cine como Angelina Jolie, Samuel L. Jackson... "Con Lorenzo Caprile tenemos muy buena relación".

También de la Casa Real Española, "desde el rey Juan Carlos, hasta las hijas de Alfonso XII". Y de monarquías de otros países, está el ejemplo de Fabiola de Mora de Aragón, quien fue reina de Bélgica -de origen español-. "Con el rey de Tailandia tuvimos que cerrar la tienda una vez y hacer el séquito aquí, de rodillas". El paraguas transparente de Isabel II de Inglaterra o el abanico que llevó la actual reina Letizia en su boda también son elaboraciones de Casa de Diego.

Algunas películas también tienen sus productos artesanos. "Hicimos dos paraguas para Todo sobre mi madre, de Pedro Almodóvar. Alguno para Mary Poppins". Y, más reciente, para el filme Altamira.

No vende por Internet. "Yo quiero tratar a la gente; que vengan aquí". Así que la página web es un mero escaparate.

En la Puerta del Sol

En la céntrica plaza madrileña, pocas cosas quedan ya que tengan tantos años como esta tienda. Por eso, Casa de Diego es una auténtica 'aldea gala' que resiste incluso a las tentativas de compra de negocios que no encuentran ya locales con tan buena posición.

"Vienen todos los días. Con cheques en blanco. Pero en la vida no todo es dinero". Según el portal Idealista, los únicos comercios en venta cercanos que quedan (no llegan ni a la decena) tienen un precio de unos 6.000 euros el metro cuadrado en su mayoría.

Sus ventas se centran en los abanicos y los paraguas, aunque también tienen bastones y mantones.

Sus ventas se centran en los abanicos y los paraguas, aunque también tienen bastones y mantones. Rodrigo Mínguez

"Aquí hemos visto de todo históricamente. Cambiar el régimen político, el golpe de Estado del 81. Las distintas manifestaciones del famoso 15M, que nos hundió, nos fastidió y no sirvió para nada. Y he visto desaparecer a muchos". Enumera así -rodeando la plaza- tiendas como Lainez, "la mejor tienda de corbatas de España"; La Pajarita, de caramelos; Ipemar, "un comercio que había en la esquina que ahora es Vodafone"; Gil, que vendía mantones...

"También he visto desaparecer a Pueyo, una librería preciosa que había ahí enfrente. A Lanas El Gato Negro o Calzados Coimbra, hace muy poco. He visto desaparecer a todos". Ahora, en su lugar, están el Primor, Vips, Zapshop, Apple, Carrefour o el McDonald's.

"Ser los únicos se vive con orgullo, pero también con miedo. Asusta saber hasta cuándo podremos aguantar". Afirma que gracias a que el local es suyo, no han "sucumbido a la especulación de los locales". Pero la "presión fiscal", que "ahoga a los comercios pequeños y autónomos", y la falta de recambio para los artesanos son un problema.

"Cada vez nos cuesta más encontrar monturas buenas. En esta casa tenemos unos grandísimos almacenes y todavía podemos fabricar paraguas ingleses que no se fabrican en Inglaterra desde hace 30 años porque mi abuelo compraba 5.000 monturas que duran todavía. Pero ya no existen esas fábricas", argumenta.

Por eso, con respecto al futuro de la tienda, Javier se muestra ajeno. "No sé qué pasará. Cuando todos los demás no están, por algo será". Tiene hijos y sobrinos, que por ahora no están involucrados en la tienda.

"Tengo el mayor en Dubai haciendo negocios. El pequeño estudiando bolsa. Y mis sobrinos son muy pequeños todavía. Pero a todo padre le gustaría que su hijo siguiera sus pasos. Sobre todo en estas cosas", comenta.

Y es que para él Casa de Diego, en sus propias palabras, es su vida. "Cuando cerramos el local de Mesonero -el cual tiene una parte alquilada a un comercio de souvenirs-, a mí me costó la salud".