“You dropped a bomb on me” Lonnie Simmons.

En toda Hispanoamérica saben exactamente lo que está pasando en España. Desde México y Venezuela a Chile y Argentina, no paran de advertirnos. “Venimos del futuro”, repiten nuestros amigos venezolanos. “¿No se dan ustedes cuenta de que esto es un cambio de régimen?”.

La oposición parece obcecada en pensar que esto pasará y que la alternancia democrática y las instituciones independientes van a mantenerse intactas.

Quien piense que esto se termina con unas elecciones se equivoca. El socialismo está implementando su golpe de 1934 actualizado a la era moderna, la demolición de las instituciones y el asalto a las cúpulas económicas a largo plazo.

El doble objetivo es dejar un racimo de bombas de relojería al siguiente en caso de que pierdan las elecciones y permanecer en el poder real, aunque no ganen. Los casos de corrupción son solo un síntoma.

Sánchez cuenta con un as: si pierde en las próximas elecciones o no es capaz de gobernar, el próximo presidente no se atreverá a deshacer la madeja de contrataciones, nombramientos y relaciones económicas tejidas por el sanchismo junto a sus socios.

La miope élite europea está encantada ante el avance de este socialismo depredador porque piensa que es mejor que su ridículo miedo al “avance de la ultraderecha”

Y desde ese entramado gobernarán sin estar en La Moncloa, unido a unos sindicatos que tomarán las calles, aunque el nuevo gobierno mantuviese todas las políticas laborales y económicas del anterior (Dios no lo quiera).

¿Nadie se pregunta por qué personas de prestigio y carreras valiosas acceden a implementar la red de corrupción y a expandir las tramas que copan los titulares? Estamos ante un cambio de régimen en el que muchos creen porque se sienten llamados a un objetivo superior: el control total.

Lo triste es que los que se entregan a la causa del socialismo sanchista, que no es otra cosa que el alumnado aventajado del Grupo de Puebla chavista, serán los primeros purgados. Los comisarios políticos y fieles vasallos de la causa son los que están cayendo como peones reemplazables de una partida de ajedrez que va mucho más allá de los innumerables casos de corrupción que se amontonan alrededor del presidente Sánchez.

¿Nadie se pregunta por qué la Comisión Europea y las instituciones mundiales se sientan silbando ante el intento de asalto a las entidades estadísticas, empresas, instituciones independientes, prensa y justicia? Si la décima parte de lo que hace Sánchez lo hiciera Orbán, habría repercusiones inmediatas.

La miope élite europea está encantada ante el avance de este socialismo depredador porque piensa que es mejor que su ridículo miedo al “avance de la ultraderecha”. Y Sánchez no es un caso aislado. Es el alumno aventajado del socialismo depredador del Grupo de Puebla y el Foro de Sao Paulo. Es la punta de lanza para que el totalitarismo chavista entre en Europa aprovechando el desmantelamiento de la democracia más frágil de la eurozona.

La carga de la deuda se ha disparado de 9.200 a 33.300 euros por habitante, como refleja el informe del Día de la Deuda del Instituto Juan de Mariana

Mientras nos indignamos con los casos de corrupción, no vemos el resto del iceberg: un gigantesco entramado económico e institucional de poder en la sombra que Sánchez sabe —o cree— que no va a ser desmantelado.

Un elemento esencial de ese camino hacia la extorsión es la deuda. No solo la deuda emitida, sino los pasivos comprometidos y no financiados, que superan el 500% del PIB según Eurostat. Un racimo de bombas de relojería que explotarán en la cara del próximo gobernante si cae en el error del gradualismo.

La factura del aumento de inmigración ilegal en la deuda, el incremento de salarios públicos periodificado que se concentra en la próxima legislatura, los compromisos aprobados con la reforma de Escrivá que saltarán en medio del siguiente mandato, el agujero de intereses de deuda que seguirá creciendo, unido a la necesidad de aumentar inversión en defensa e infraestructuras, se convierten en las losas que harán casi imposible ajustar las cuentas si no se cercena el gasto.

Parte de ese entramado creado tiene como objetivo que en España no se reduzcan gastos ni impuestos jamás, haciendo muy ricos a los que están dentro y más pobres a los demás españoles. Kirchnerismo de libro. La quita-fake de la última semana es otra bomba de relojería que busca imposibilitar la gestión de los ingresos y gastos de manera eficiente.

No es un tema pequeño. La carga de la deuda se ha disparado de 9.200 a 33.300 euros por habitante, como refleja el informe del Día de la Deuda del Instituto Juan de Mariana, y el coste anual de financiarla es ya una de las tres partidas más importantes del presupuesto, disparándose desde los 29.000 millones de 2018 hasta los 42.000 millones estimados para 2025.

Al próximo gobierno le va a caer un aumento de déficit de al menos 10.000 millones

Sánchez sabe que el espíritu de gestor cauto del líder de la oposición, y su aversión al déficit, le van a hacer imposible mantener políticas socialdemócratas y cuadrar las cuentas. Por eso le pasa, como hicieron en 2008, el enorme agujero al siguiente: el objetivo es que le salte en la cara y, además, que no haga nada radical y, con ello, retomar la senda de expolio y empobrecimiento cuatro u ocho años después.

Una Seguridad Social quebrada es la gran bomba de relojería, con un saldo contributivo negativo de más de 60.000 millones y patrimonio neto deficitario de 98.500 millones con 126.000 millones de deuda. El próximo gobierno estará maniatado por los sindicatos si implementa el gradualismo y se encontrará con una gigantesca subida de impuestos cuando le salten los compromisos de sostenibilidad de Escrivá, que no se cumplirán.

La deuda es otro gran problema. Con ingresos récord, el estado necesita emisiones netas nuevas de 55.000 millones anuales. La falsa “mejora” de la ratio deuda/PIB tras la pandemia no obedece a una consolidación genuina, sino al crecimiento nominal del PIB. Es decir, más inflación, inmigración y gasto público en el denominador.

Con déficits primarios cercanos al 1% del PIB y una factura financiera en ascenso, el coste de intereses de la deuda se come el 2,4% del PIB y las estimaciones se mueven entre el 2,5 y el 2,9% del PIB en los próximos tres años, según el informe del Día de la Deuda. Es más, el déficit estructural no se ha reducido.

Por lo tanto, se avecina otra bomba de relojería cuando se acabe el efecto placebo de la inflación en los ingresos, el maquillaje de los fondos europeos y se incorpore el coste astronómico de esa inmigración ilegal que regularizan cada año. Es más, el abandono de las infraestructuras exigirá al próximo invertir y no va a tener cómo.

En términos de esfuerzo tributario, los intereses de la deuda equivalen a cerca del 82,6% del Impuesto de Sociedades, 37,5% del IVA, 26,8% del IRPF y 19% de las cotizaciones. La presión sobre los ingresos públicos es evidente, explica el informe del Juan de Mariana.

Es claro que, si se opta por el gradualismo, el aumento de gastos ya comprometidos y el coste de la deuda van a consumir cualquier intento modesto de mejorar la eficiencia de manera suave. Es más, la maquinaria ya creada por el sanchismo se encargará de culpar al próximo de la deuda y los impuestos si cae en el error de volver a “verse obligados” a subirlos.

En un país donde ya te han vendido que la crisis del 2008 y el rescate de las cajas fue culpa del PP, pensar que estoy exagerando es equivocarse mucho.

Al próximo gobierno le va a caer un aumento de déficit de al menos 10.000 millones y un tsunami de gastos si no saca la motosierra y acaba con la estrategia del socialismo de gobernar cuando no está en el Gobierno.

Sitio para recortar hay mucho. Cuando escucho a algunos decir que “no se puede cortar del grupo 1, 2, 3 ni 4”, me aterra. Pero es que, además, el Gobierno de España ha estado regando de dinero sin espacio presupuestario todas las semanas a todo tipo de ONGs y entes alucinantes. La disciplina fiscal es inexistente. Entre 2004 y 2024, España solo cumple en torno al 35% de las reglas europeas.

Además, desde 2023, Sánchez gobierna con presupuestos prorrogados, pero le da igual, ya que la ejecución de 2025 ya sobrepasa significativamente las cifras de esas cuentas. El Gobierno de España concedió en 2024 más de 41.000 millones en subvenciones y operó más de 19.000 entes y organismos, la inmensa mayoría ruinosos.

La solución para España es motosierra e impulso privado. Es decir, crecer más de verdad, no maquillando, bajar impuestos y eliminar (ELIMINAR, no modificar) regulaciones absurdas, atraer muchísimas más inversiones y grandes empresas, muchos más “ricos” y rentas altas y, además, cortar gasto de verdad.

España tiene que construir de manera urgente. También debe reducir el gasto, o el agujero que heredó la administración Rajoy se convertirá en una anécdota. Además, esto podría ser la tumba del centro derecha si se aborda con soluciones temporales.

La solución para España no puede ser presentarse como el contable del desastre heredado, como el fontanero de la gotera del sanchismo. Hay que proponer un proyecto de país donde los ciudadanos se hagan más ricos y prósperos, sean propietarios y emprendedores y la productividad crezca, no un país que se resigne a ser pobre mientras le dicen que es un cohete.

Los españoles no son tontos ni adolescentes. Lo primero es decirles la verdad sobre el maquillaje del paro, la economía y la situación de España, sin complejos. La segunda parte es abandonar la socialdemocracia que solo supone ruina. La tercera es recordar cada día el agujero que han creado.

Un buen amigo me dijo recientemente que Aznar ganó por su viaje al centro. El problema es que lo que ha sido el centro liberal de toda la vida es lo que la neoinquisición de izquierda, sus medios y sus socios llaman “ultraderecha” ahora, una soberana imbecilidad. El debate económico se ha escorado tanto hacia el expolio socialista que hasta los partidos de derecha tienen miedo a hablar de ajuste y liberalización. 

Sánchez cuenta con la inacción del próximo gobernante y el silencio de la Comisión Europea. Sánchez, además, cuenta con la impunidad si asalta las instituciones y la insurgencia si no le da tiempo a completar el asalto: 1934 Hipster. Si les pareció patética la imagen de Kirchner en el balcón tras ser condenada, piensen en lo que vamos a ver en España. Hagamos que se equivoque.

No hay otra. El próximo gobierno debe eliminar 40.000 millones de euros anuales de gasto, mínimo, debe levantar la bota regulatoria y fiscal a la actividad privada, debe restaurar la independencia de las instituciones y debe desmantelar la red creada por el sanchismo para perpetuarse.

El que considere que eso es imposible y solo busque heredar el sanchismo para pillar un sitio en algún organismo depredador en el futuro, está firmando la sentencia de muerte de España.

O el próximo gobierno desmantela la red creada por el sanchismo, o la cadena de bombas de relojería le explotará en la cara y el bolsillo de todos los españoles.

La estrategia de Sánchez es la misma que la del kirchnerismo en Argentina, y solo desmantelándolo con convicción se puede prevenir.

El próximo gobierno no fracasará por implementar las políticas que necesita España. Fracasará por mantener las que nos arruinan.