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Opinión

Europa cierra el grifo a Rusia: España, ante la oportunidad real de convertirse en poder energético

José Parejo
Publicada

Europa ha decidido cerrar el capítulo ruso de su historia energética. El acuerdo del 4 de diciembre para eliminar todas las importaciones de gas ruso antes de 2027 es un acto de soberanía; pero también, el reconocimiento silencioso de que Europa no controla aún los vectores que determinan su seguridad.

Cerrar un capítulo no significa escribir el siguiente; esa tarea exige visión y anticipación. Y en ese equilibrio inestable, España aparece como uno de los pocos países capaces de influir en la forma final del nuevo sistema energético europeo.

La lectura dominante en los mercados, basada en precios bajos, reservas razonables, llegada masiva de GNL estadounidense… no debe confundirnos.

Porque los precios describen el presente, es la estructura del suministro la que describe el futuro. Y, tal como vemos, ese futuro apunta hacia el cambio fundamental de reemplazar la dependencia conocida europea, por otra que apenas empieza a comprender.

Mientras Rusia va desapareciendo del mapa energético europeo (pasando de suministrar el 40% del gas en 2021 a menos del 8% en 2025), Estados Unidos se convierte en actor clave.

Más del 50% del GNL que llega al continente procede de terminales estadounidenses, y esto, en términos geoeconómicos, nos deja como consecuencia que Europa haya ganado autonomía frente a Moscú, pero no necesariamente frente a Washington.

En este punto, recordemos que España, como principal plataforma de entrada de GNL en Europa, vive esta tensión en primera persona.

España ¿infraestructura crítica… o posible centro de poder?

España concentra una capacidad de regasificación y almacenamiento que no tiene equivalente en Europa, aunque durante años, fue vivida como activo infrautilizado. Hoy es, por primera vez, un instrumento de influencia. Pero la influencia no es automática: requiere visión estratégica, alineamiento institucional y capacidad real de ejecución.

No nos limitemos a pensar que esa ventaja reside solo en las plantas de GNL, porque España es uno de los pocos países europeos capaces de proporcionar flexibilidad al sistema, en un momento en que la flexibilidad es el bien más escaso.

Esa capacidad es la que convierte a un país en “hub” en sentido estratégico. Y conviene aclararlo: aquí “poder” no significa superioridad ni dominio, sino capacidad de garantizar seguridad, estabilidad y progreso económico en un entorno global en continua competencia.

Por tanto, convertir esa ventaja en poder no es trivial, y está cargada de riesgo: si España se limita a ser un punto de entrada del GNL estadounidense, su posición será relevante… pero derivada.

La infraestructura será necesaria, pero el poder permanecerá fuera.

Para que España sea un actor —y no una infraestructura de tránsito— debe controlar mejor su red eléctrica, acelerar el almacenamiento y consolidar su papel en las cadenas de valor tecnológicas emergentes.

Sin eso, seguirá siendo crítica, pero no decisiva. Perderá el poder que hoy le otorgan geografía y flexibilidad, y, sin duda, esa ventaja será capitalizada por otros.

El cuello de botella estructural: la red

El verdadero límite del liderazgo español no está en el gas. Está en la electricidad.

Los 12 GW de centros de datos que esperan conexión (con cientos de miles de millones asociados) revelan un desajuste estructural: la inversión en red no ha seguido el ritmo de la transición energética, ni de la nueva demanda industrial. La CNMC lo ha señalado repetidamente, pero la realidad va más rápido que la regulación.

En un mundo donde los centros de datos son ya infraestructuras críticas de facto, no poder conectarlos es una forma de fragilidad estratégica. Y esa fragilidad erosiona la posición española como hub.

El reciente real decreto (Real Decreto 997/2025, de 28 de octubre) que impulsa el almacenamiento y agiliza autorizaciones es un avance. Pero los próximos dos años decidirán si España consigue transformar un liderazgo renovable en estabilidad sistémica que impulse desarrollo e incite inversión: porque sin red, no hay transición; sin almacenamiento, no hay seguridad… y sin seguridad, no hay inversión industrial.

Hidrógeno: la ventana que solo se abre una vez

H2Med representa más que una infraestructura. Es la primera oportunidad real para que España se convierta en nodo energético europeo con influencia propia. La combinación de recursos renovables, tecnología emergente y una posición geográfica privilegiada sitúa a España y Portugal en un lugar excepcional.

H2Med está pensado para transportar dos millones de toneladas anuales de hidrógeno en su fase inicial (el 10% del consumo europeo previsto en 2030) con una inversión superior a 2.600 millones de euros solo en infraestructura española.

Es una cifra que muestra ambición, escala y compromiso… ¿se puede dejar pasar?

El riesgo es evidente, dado que otros actores están moviéndose más rápido bajo criterios de seguridad energética y de seguridad económica nacional (estándares en la planificación europea): Alemania y Francia han intensificado sus alianzas energéticas con Marruecos, explorando acuerdos para asegurar volúmenes de hidrógeno verde antes de 2030, incluidos compromisos preliminares para sus industrias química y siderúrgica.

Países Bajos avanza en proyectos (como el eje North Sea–Nordic) para canalizar hidrógeno desde Noruega y Dinamarca hacia Rotterdam.

Italia explora con Túnez y Argelia un corredor propio en el sur del Mediterráneo (complementario al TransMed). Egipto impulsa proyectos industriales en el Canal de Suez, respaldados por acuerdos de cooperación energética con Alemania y puertos como Róterdam.

Turquía busca integrarse en el corredor oriental del Hydrogen Backbone europeo, reforzando su papel como puente energético. Y Reino Unido ha firmado acuerdos con Omán y Arabia Saudí para garantizar suministro temprano de amoníaco e hidrógeno renovable.

Si España no acelera su cadena industrial (electrolizadores, almacenamiento, aplicaciones industriales), corre el riesgo de convertirse en un mero corredor de transporte. Importante, sí; pero no determinante. Y en geoeconomía, lo no determinante acaba siendo prescindible.

Minerales críticos: el nuevo terreno de competencia

Aunque España lidere la integración renovable, depende casi por completo de minerales críticos controlados por China y de tecnologías donde Europa no tiene posición dominante. La transición energética europea entra así en una nueva fase: la de la competencia por el acceso a materiales estratégicos.

La reciente actualización estadounidense de su lista de minerales críticos (y la presión creciente entre Washington y Pekín) indican que esta será una de las grandes líneas de fractura de la década. A Europa se le acaba el tiempo para desarrollar minería, refino y capacidades industriales, mecanismos que exigen ciclos de más de una década. Hasta entonces, la autonomía energética será, en buena medida, estadística y aspiracional.

Diversos análisis (incluidos los últimos que hemos realizado sobre la posición estratégica de España en cadenas de suministro de materias primas críticas) muestran que la ventana para asegurar acceso preferente a materiales esenciales se está estrechando con rapidez. No es solo una cuestión tecnológica, sino geoeconómica: quién controla el litio, el cobalto o las tierras raras, controla la velocidad de la transición energética.

Por eso, en concreto, para España esto significa que su liderazgo renovable y su potencial exportador de hidrógeno verde están tan condicionados por decisiones tomadas en Beijing y Washington como por las que se toman en Madrid o Bruselas. Así, en nuestro contexto, ser hub energético no es solo tener más regasificadoras, sino controlar nodos críticos de red, almacenamiento, tecnología y materias primas.

Conclusión: una oportunidad que exige acción, no inercia

El cierre europeo al gas ruso abre una ventana de dos o tres años. Este es el periodo crítico en el que España debe decidir si quiere ser actor, o infraestructura. Los ciclos políticos, por naturaleza más cortos que los estratégicos, no siempre coinciden con el ritmo al que deben tomarse decisiones de país.

Mientras Europa está redefiniendo su seguridad energética, España tiene, por primera vez, la capacidad real de influir en esa definición.

No aprovecharla sería un error que solo se percibe cuando ya es demasiado tarde.

Y cuando Europa mire hacia atrás en 2030, la pregunta no será si España tenía la infraestructura. Será si tuvo la visión.

*** José Parejo es CEO de Jose Parejo & Associates, la firma asesora a instituciones públicas y privadas en Europa y América mediante análisis estructural, anticipación sistémica y arquitectura regulatoria aplicada a riesgos y decisiones estratégicas.