Ha sido un itinerario tortuoso. Con trampas, recovecos, indecisiones, intervenciones, intereses nobles y no tan nobles, ejercicio de poderes institucionales legítimos y no tan legítimos, presiones políticas, análisis europeos, nacionales y autonómicos, aspiraciones personales y deseos de permanencia, … Todo se ha dado en el recorrido que hemos contemplado en la opa BBVA-Sabadell.

El BBVA intentó comprar el Sabadell desde 2020. Pero fue en mayo de 2024 (hace casi 14 meses) cuando se lanzó la opa hostil que se puede cerrar, o no, entre esta semana y principios de octubre.

Los accionistas tienen un mes para decidir algo sobre lo que los “expertos” técnicos y políticos han estado debatiendo más de un año. 

La opa se ha planteado como un juego “suma cero”; en el que unos ganan y otros pierden, en parte es así. 

Si la opa triunfa, pierde el Consejo de Administración del Sabadell, que se ha opuesto a ella; pierde el Gobierno Sánchez contrario a la opa; pierden los independentistas catalanes empeñados en mantener el instrumento financiero dentro de su territorio; pierden los expertos de instituciones que quisieron poner palos en las ruedas de la operación; gana el Consejo del BBVA que se ha empeñado en el proyecto; ganan los expertos europeos que se decantaron por la fusión para tener bancos grandes  europeos competitivos a nivel internacional.

Los accionistas minoritarios con un porcentaje significativo de cada una de las entidades o los accionistas minoritarios dispersos

Si la opa no llega a buen término, pierde el Consejo del BBVA para el que parecía importante; pierden los expertos europeos y nacionales que se decantaron por ella; gana el Gobierno de Sánchez y sus independentistas coligados; gana el Consejo del Sabadell que siempre quiso mantenerse independiente.

¿A quién le importan todos estos intereses?

Lo que de verdad importa es si los accionistas del Banco de Sabadell y del BBVA ganan o pierden ¿Los accionistas? ¡No! El accionista, cada uno de ellos. Esos van a ser los que decidan. Los accionistas minoritarios con un porcentaje significativo de cada una de las entidades o los accionistas minoritarios dispersos.

Unos y otros. Los accionistas del Sabadell pensando si el precio ofrecido por sus acciones les compensa; calculando si la fortaleza de tener el patrimonio en una entidad mayor les da más seguridad, o no, o mayor liquidez, o no, si alguna vez tienen que venderlas en el futuro. Los accionistas del BBVA evaluando si la compra les beneficia o no al aumentar el tamaño de la nueva sociedad.

En función de estos cálculos individuales, los accionistas del Banco de Sabadell venderán, o no, sus acciones en la opa o en el mercado bursátil. Lo mismo los accionistas del BBVA: si les compensa la operación, mantendrán la propiedad de sus acciones; si no les convencen, las venderán en la bolsa.

Un gobierno experto en paralizar operaciones, salvo que le favorezcan directamente a él

De manera que, lo quieran o no, los Consejos de Administración de ambas entidades, es la hora del accionista.

Lo lamentable es que por los “intereses” de unos y otros se ha tardado más de un año en llegar a este momento.

Y no es lo único que ha retrasado este gobierno. Un gobierno experto en paralizar operaciones, salvo que le favorezcan directamente a él. Lo hemos visto tomando partido en la lucha por el poder en Prisa o en Indra; mientras aceleraba Telefónica (ahí como le interesaba allanó inconvenientes). Lo estamos viendo en los ferrocarriles, cada vez más deteriorados por la inacción del Gobierno. 

Y, por supuesto, en la “no convocatoria de elecciones generales”, cuando todos los indicadores apuntan que sería lo mejor para desatascar la situación política.

Lo grave es que la falta de acción se debe tanto al “egoísmo” del Gobierno, como a su incapacidad. 

¿Qué hemos hecho los españoles y, dentro de ellos, los accionistas del BBVA y el Banco de Sabadell para merecernos esto?

Probablemente, no ser suficientemente conscientes de lo que estaba ocurriendo. Mientras el egoísmo y la incapacidad del Gobierno interfería los legítimos intereses de los accionistas de ambas entidades en provecho de los de Sánchez y coligados, sólo el propio BBVA y algunos expertos nacionales y europeos denunciaban la irregularidad. 

Cuando el Gobierno interfiera en algunos de nuestros legítimos intereses, a lo mejor, ya no queda nadie para protestar por y con nosotros.

** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.