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Opinión

La guerra arancelaria de Trump podría ser el bumerán que le golpee en las elecciones de medio término

Pablo Gil
Publicada

Donald Trump se enfrentará al juicio más importante en menos de dos años: las elecciones de medio término. Más allá de su retórica agresiva, hay elementos estructurales que podrían poner en riesgo su posición política. Uno de los principales es el impacto económico de los nuevos aranceles que ha anunciado, especialmente el del 145% sobre productos chinos.

El déficit comercial con China sigue siendo el más abultado de todos los que mantiene Estados Unidos, y esa decisión proteccionista podría desencadenar presiones inflacionistas importantes. Ni los consumidores ni las empresas están dispuestos a soportar indefinidamente un aumento sostenido de precios. La paciencia tiene un límite y, si la inflación se dispara, las consecuencias económicas podrían derivar en una crisis que afecte directamente al bolsillo del votante medio.

En ese contexto, Trump podría perder el control del Senado y la Cámara de Representantes en menos de dos años. Un golpe político que lo dejaría prácticamente paralizado para seguir adelante con su agenda, atado por una oposición que tendría mayoría legislativa.

En el otro extremo del tablero geopolítico está Xi Jinping. A diferencia de Trump, el líder chino opera en una dictadura política con un férreo control sobre su población. Esto le permite jugar con el tiempo a su favor, resistiendo mejor las turbulencias de corto plazo.

Mientras en Estados Unidos cada decisión se traduce rápidamente en un costo político, en China el margen de maniobra del Gobierno es mucho mayor. Esa fortaleza estructural explica por qué China ha sido uno de los pocos países en responder con medidas recíprocas a los aranceles de Trump. Pekín sabe que tiene más capacidad de resistencia interna, aunque también es consciente del daño económico que puede sufrir.

Mientras en Estados Unidos cada decisión se traduce rápidamente en un costo político, en China el margen de maniobra del Gobierno es mucho mayor

Para suavizar el impacto, China ya ha anunciado estímulos fiscales, inversiones en infraestructuras y posibles recortes de tipos. Además, el Gobierno chino podría usar su control sobre las exportaciones estratégicas para contrarrestar parte de los efectos, sin necesidad de recurrir a represalias generalizadas. Pero la tensión comercial con Estados Unidos también es una amenaza para la estabilidad interna de China, en un momento en que su economía ya muestra signos de desaceleración.

Los inversores, sin embargo, siguen más pendientes de la bolsa que de lo que realmente debería preocuparles: el mercado de bonos. La Reserva Federal no quita el ojo de las rentabilidades a largo plazo. Trump, por su parte, busca desesperadamente reducir el coste de financiación del Estado, dado que la deuda pública estadounidense se encuentra en máximos históricos en relación con el PIB.

Sin embargo, sus políticas han conseguido hasta ahora justo lo contrario: elevar la incertidumbre, tensar las expectativas inflacionistas y empujar las rentabilidades al alza, lo que encarece la financiación del déficit y añade presión al mercado de deuda. Si éstas vuelven a superar el 5%, es probable que la Reserva Federal dé un giro drástico: abandonar el actual programa de ajuste cuantitativo (QT), que retira liquidez del sistema, para volver a implementar expansión cuantitativa (QE), con compras masivas de deuda para reducir las rentabilidades.

Los inversores, sin embargo, siguen más pendientes de la bolsa que de lo que realmente debería preocuparles: el mercado de bonos

El QT —quantitative tightening— consiste en dejar que los bonos que posee la Fed venzan sin reinversión, drenando dinero del sistema. El QE, por el contrario, es expansivo: busca inyectar liquidez y bajar los tipos a largo plazo comprando deuda pública y otros activos. Cambiar de una estrategia a otra sería una señal clara de preocupación, pero también entraña un riesgo evidente: reactivar las presiones inflacionistas que la Fed intenta contener desde hace más de un año.

A esto se suma otra amenaza latente: China posee más de 700.000 millones de dólares en deuda estadounidense. Si decidiera usar esa cartera como herramienta de presión geopolítica, vendiendo bonos en el mercado abierto, podría provocar un repunte súbito en las rentabilidades a largo plazo, agravando la situación del Tesoro y forzando una respuesta inmediata de la Fed. Es un arma de doble filo, porque también impactaría en el valor de sus propias reservas, pero en un escenario de confrontación abierta, es una posibilidad que no puede descartarse.

En resumen, el verdadero juicio que enfrenta Trump no será en los tribunales, sino en las urnas. Y el veredicto dependerá en gran parte de cómo evolucione la economía bajo el peso de sus propias decisiones. Si el boomerang arancelario provoca una crisis de deuda o un repunte inflacionista, podría no solo perder el Congreso, sino dejar la economía estadounidense a las puertas de un nuevo ciclo de inestabilidad, algo que el ciudadano americano podría no perdonarle a su presidente.

*** Pablo Gil es economista y analista de mercados.