Por circunstancias laborales he estado apartada de este medio casi dos meses. Me fui hablando del matonismo y el mercantilismo de Trump. Y al cabo de todo este tiempo, Trump ha acentuado esas dos características de su mandato. Llevamos más de una semana de sorpresa en sorpresa, de arancel en arancel.
La gran duda es, como me decía un amigo, si esto es una táctica o una estrategia. Porque en el segundo caso, el fracaso es seguro. Pero si se trata de provocar determinados efectos a nivel global para alcanzar objetivos que no son vivibles para quien no esté en el ajo, tal vez le salga bien. Pero ¿qué quiere decir “bien” en este caso y quiénes serían los beneficiados? ¿Y hay consecuencias de segundo orden imprevisibles que, a medio o largo plazo, pueden revertir ese supuesto beneficio que, tal vez, pueda estar persiguiendo Trump?
Las personas que conozco que aplauden a Trump me explican que no hay que atender a sus palabras sino a lo que hace, y, a la vez, me mandan vídeos donde el presidente estadounidense asegura que está dispuesto a negociar. Sus asesores más prudentes están entrenados para justificar cualquier decisión por bizarra que sea, a posteriori. Lo que me lleva a dudar de la hipótesis de la existencia de un plan meditado.
Pero una de las consecuencias peores que estoy viendo en muchos ciudadanos españoles en redes sociales es, paradójicamente, el acercamiento a los aranceles y la desconfianza en el libre comercio. “Pues a China sí que le va bien”, me han dicho esta mañana. “Quiero un libre comercio sensato, uno que favorezca a todos”.
¿Hay un libre comercio insensato? ¿Hay un libre comercio que no favorece a todos? Por pura definición, no. El comercio es sensato y favorece a todos cuando es libre. El año que viene se cumplen 250 años de la publicación de la magna obra La Riqueza de las Naciones, del escocés ilustrado Adam Smith. Él demostró que el comercio no es una guerra en la que uno pierde y otro gana, sino que, al producirse voluntariamente, beneficia a todos los participantes.
Las personas que conozco que aplauden a Trump me explican que no hay que atender a sus palabras sino a lo que hace
Luego vino la teoría de la ventaja comparativa de David Ricardo, el teorema de Hecksher y Olihn y las defensas más recientes por parte de todos los autores liberales. El libre comercio es la forma no coactiva más eficiente de redistribuir las rentas internacionales. Es, hasta cierto punto, sustitutivo de la libertad de movimientos de los factores de producción y el camino a la prosperidad de los ciudadanos del mundo. Proporciona incentivos para mejorar la producción y compensa la falta de demanda interna, como lo saben los empresarios españoles que sobrevivieron gracias a las exportaciones en el 2007.
Por otro lado, es cierto que no existe un comercio internacional sin aranceles al 100% puro. Pero eso no se debe a que no se pueda estrictamente, sino a que los Estados no van a renunciar a financiarse también gracias al libre comercio. Porque recordemos que quienes intercambian no son los países, sino las personas. Es Rubén, que tiene una fábrica de quesos artesanos en Valladolid, el que viaja a Estados Unidos, arregla los papeles y logra exportar a este restaurante o a ese otro proveedor de Nueva York o de Boston.
El comercio es el intercambio que se produce entre personas de manera voluntaria. Otra cosa es que, apelando a la protección de los productores de quesos de Estados Unidos, o a cualquier otra razón, el Gobierno decida que el queso de Rubén tiene que costar más caro. Teniendo en cuenta siempre que ese sobreprecio lo paga el ciudadano americano que compra el queso de Rubén.
Pero ¿protege el arancel a los productores locales? La respuesta fácil es que sí. Pero la realidad es que no. Porque no dejar que un producto se exponga a la competencia exterior implica subvencionar la mediocridad, facilitar que el empresario no espabile y que no tenga incentivos para producir quesos de la misma calidad que Rubén. ¿Y si el queso estadounidense nunca va a ser tan bueno? Si entre los recursos de Estados Unidos, los necesarios para producir queso de la calidad de los de Rubén no son los más eficientes, le sale mejor a este país especializarse en aquello en lo que usa más intensivamente el mejor de sus recursos.
Es cuestión de hacer números. Lo que no beneficia a ningún país, y tampoco a Estados Unidos, es empeñarse en producir todo. Porque entonces, los precios de los bienes que incorporan componentes producidos fuera subirán y la capacidad de compra del estadounidense medio se va a ver muy resentida. Eso sin entrar en el puñetazo en el hígado que supone para las empresas estadounidenses que utilizan esos componentes importados.
Lo que no beneficia a ningún país, y tampoco a Estados Unidos, es empeñarse en producir todo
El comercio, cuando es libre, es sensato. Cuando se producen injerencias del Estado, sea buscando financiarse a costa del consumidor, sea porque necesita congraciarse con los lobbies que piden protección, el famoso “capitalismo de amiguetes”, entonces vemos a unos y otros jugar con los ciudadanos en el tablero internacional.
¿A China le va muy bien? Siendo un país comunista, China ha sabido incorporar las características del capitalismo necesarias para ser líder mundial. Sin elecciones democráticas y sin Estado de derecho, pero con una apertura limitada. Y recordemos que la libertad condicional, no es libertad, estás bajo amenaza constante. ¿Qué sí tiene China?
Una conciencia del largo plazo muy superior a Occidente. Compra oro, tierras raras o bonos estadounidenses en silencio, sin grandes alharacas y los emplea para dominar económicamente a otros países en su propio beneficio. No es liberalismo económico, es la dominación comunista del siglo XXI. ¿De verdad queremos eso? ¿Es más sensato que la democracia liberal? Yo no lo creo.
Lo que tampoco es sensato, ni es liberal, es utilizar los aranceles como herramienta de extorsión, no para negociar un acuerdo real de libre comercio con Europa, sin la hipocresía de las barreras no arancelarias o cualquier traba entre las muchas con que nos machaca la Unión Europea, sino para lo que sea que tiene en mente el presidente Trump y que todavía no sabemos.