Empresa y negocio no son lo mismo. La empresa es duradera, tiene una misión social y económica. El negocio es temporal, su objetivo es básicamente económico. Para Trump Ucrania es negocio. Para Putin es una mezcla de negocio y empresa. Negocio económico y empresa patriótica.
El objetivo de Trump es que las empresas estadounidenses no pierdan la oportunidad de explotar las tierras raras de Ucrania y el resto de sus recursos naturales.
La guerra es un gran negocio. Lo dijo el protagonista de la “lista de Schinder”: “solo sé hacer negocios en guerra”. Hay personas capaces de sacar “provecho económico” del caos que es una guerra. Seguro que lo ha habido en Ucrania. Hasta los gobiernos, como el chino, el iraní o el de Corea del Norte, han maniobrado. No digamos los llamados oligarcas rusos e intermediarios del tráfico de armas. Operaciones de dinero rápido. El precio, vidas humanas y destrucción. Pero no lo pagan los “negociantes”.
Sin embargo, parece que la guerra de Ucrania no da para más como negocio. Para los dos contendientes básicos, Rusia y EEUU, la conclusión es que su negocio ahora es la paz.
La parte invadida por tropas rusas es rica en minas y agricultura. Los “empresarios rusos” necesitan tranquilidad para trabajarlas. También les vendría bien la retirada de sanciones para recuperar parte de los mercados occidentales de energía y otras materias primas rusas.
La guerra es un gran negocio. Lo dijo el protagonista de la “lista de Schinder”: “solo se hacer negocios en guerra”
Trump ha visto que en otras partes de Ucrania también hay “botín”. Los botines se consiguen en la tregua o en la paz y se los llevan los vencedores, que en este caso no van a ser ni Zelenski, ni sus partidarios. Mientras hay guerra, los negocios son de otra naturaleza.
De manera que el zorro americano y el oso ruso se han puesto de acuerdo: uno se queda con las gallinas del corral y el otro con la miel de la colmena.
¿Y Europa? Europa paga su timidez. Sus ayudas, palabras y sanciones, han tenido efectos limitados.
Y ahora quiere llamarse a la parte ¿Con qué derecho?
Con el de la vecindad del conflicto. Una vecindad que los líderes europeos han usado dialécticamente, sin ninguna acción efectiva. No hay tropas europeas en el territorio del conflicto. Algunos estados de la UE, como España, han seguido comprando energía rusa directo o indirectamente. El dinero y el armamento europeo enviado a Ucrania ha sido insignificante.
¿Y Europa? Europa paga su timidez. Sus ayudas, palabras y sanciones, han tenido efectos limitados
Además, algunos gobiernos no están de acuerdo con enfrentarse a Trump o Putin. La UE de los 27 no es un bloque monolítico. En París no estuvieron todos y de los que estuvieron alguno (¿Meloni?) tampoco está por ese enfrentamiento.
¿Tiene derecho Europa a sentarse en la mesa?
Europa quiere que la Ucrania entre en la OTAN y la UE; que participe en la defensa y el negocio comercial y político europeo. Olvida que en la OTAN manda Trump que aporta parte importante de su presupuesto.
A EEUU no le interesa que Ucrania entre en la OTAN, porque esa exclusión es una posible moneda de cambio con Rusia. Tampoco le interesa que la Ucrania no rusa entre en la UE. Lo esgrimirá como postura de negociación para ceder en ella. Otra moneda de cambio.
La presencia de la UE en la mesa de negociación dificultaría el acuerdo porque los intereses de EEUU ya no son los mismos que los de la UE. No es una aliada; es un primo lejano que quiere tener parte en la herencia porque lloró mucho en el funeral del finado. La reunión de París ha sido un lloro más, pero sin pañuelo en el que enjugar las lágrimas.
Europa no tiene fuerza, no tiene ejército y, al parecer, tampoco tiene buenos negociantes. Somos la Grecia antigua en el Imperio Romano. Una reliquia histórica sin importancia estratégica para venir de vacaciones o estudios culturales.
El Atlántico ha sido sustituido por el pacífico en las prioridades estratégicas norteamericanas y Europa está en el lado este del primero; demasiado lejana del escenario fundamental de los negocios del siglo XXI. Encima la UE tiene problemas con China y no da suficiente importancia a la India y otras potencias asiáticas. Así le va.
** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.