La búsqueda de la igualdad ha sido y es uno de los estandartes de la izquierda a lo largo de la historia. La idea según la cual el capitalismo de libre empresa conduce a una creciente desigualdad es la versión 2.0, la recreación de la vieja hipótesis marxista acerca de la inexorable tendencia a la concentración de la renta y de la riqueza en unos pocos y a la proletarización de la mayoría en una economía capitalista. Ello justifica la creciente expansión del gasto público, de los impuestos y la retórica anticapitalista de las fuerzas políticas y de los gobiernos colectivistas entre los cuales el español ocupa un triste lugar de honor.

En este contexto, se ha tenido acceso a un importante informe del Instituto Juan de Mariana que se hará público la semana entrante con el sugestivo título La Desigualdad, en España y en el mundo. En él se realiza un análisis exhaustivo de esa cuestión y dinamita los mitos y leyendas creadas a su amparo y, en el caso de la Vieja Piel de Toro, permite extraer y avanzar algunas interesantes conclusiones.

De entrada, la tesis sobre la inexorable tendencia del capitalismo a aumentar la desigualdad es falsa. Este argumento no resiste el test de la realidad. Los países con mayor libertad económica tienen un nivel de renta diez veces superior al de aquellos con modelos más estatistas y la desigualdad del ingreso en menor en los primeros que en los segundos, medido por el Índice de Gini, 32,4 y 37,5 respectivamente. En consecuencia, la identidad mayor peso del Estado-mayor igualdad es falsa y, por tanto, las políticas estatistas no son la respuesta.

En España, a diferencia de lo sostenido por la izquierda patria, el porcentaje de la riqueza en manos del 1 por 100 de la población no sólo no ha aumentado sino que se ha reducido, cayendo del 60 por 100 al 20 por 100 en la última década y media. Por otra parte, relevante, la movilidad de los ricos ha sido enorme. Sólo el 18% de quienes ocupaban esa posición en 1978 la mantienen en 2024. A ello cabe añadir que España es uno de los países de la OCDE en el que la desigualdad, medida por la riqueza, es de las más bajas. Es inferir, por ejemplo, a la existente en Alemania, Francia o Italia.

Por lo que se refiere a la desigualdad de renta, la variable determinante de ella no ha sido ni es el resultado de un “capitalismo sin frenos”, inexistente en España, sino del desempleo. Existe una correlación entre ambas variables del 80,4%. La desigualdad fue a menor tras la reforma laboral del 2012; esto es, la reducción de las rigideces en el mercado laboral introducida por ella permitió crear puestos de trabajo y la consiguiente disminución de la desigualdad.

En España, a diferencia de lo sostenido por la izquierda patria, el porcentaje de la riqueza en manos del 1 por 100 de la población no sólo no ha aumentado sino que se ha reducido

¿Sucede ahora los mismos? No, porque la contrarreforma de la Sra. Díaz y su alquimia contable no han generado una mejora sostenida del empleo real, como muestra la brecha entre las tasas de paro estadístico y efectivo. Y pese a ello, España tiene un desempleo que casi dobla el de la media de la UE y de la Zona Euro.

¿Son eficaces y eficientes las políticas empleadas por el Gobierno para reducir la desigualdad? ¿Contribuye a lograr ese objetivo la subida de impuestos? De acuerdo con los datos ofrecidos por FEDA, el IRPF apenas contribuye (un 4%) a la reducción de la desigualdad y la tributación patrimonial, inexistente en casi todos los estados de la UE-OCDE, no sólo es marginal a efectos recaudatorios, sino, aunque resulte paradójico, eleva levemente la desigualdad en la distribución de la renta (López-Laborda J., Marín, C. y Onrubia J., Observatorio sobre el reparto de los impuestos y de las prestaciones entre los hogares españoles, 2024). 

Si la voraz estrategia fiscal del Gobierno, la creciente subida de los impuestos tiene un impacto irrelevante sobre la disminución de la desigualdad, cabría pensar que la brutal expansión del gasto público tendría más éxito. Sin embargo, esto tampoco sucede.

Si la voraz estrategia fiscal del Gobierno, la creciente subida de los impuestos tiene un impacto irrelevante sobre la disminución de la desigualdad

Después de considerar las transferencias e impuestos, España es el séptima país de la UE-27 que menos reduce la desigualdad. Esta es una muestra clara y contundente de la ineficiencia de la política gubernamental. Si se añade a ese cuadro, el elevado porcentaje de españoles, analizado aquí en otras ocasiones, en riesgo de pobreza y exclusión social y en situación de carencia material severa, el panorama es desolador y el fracaso de la estrategia redistributiva del Gobierno queda patente.

Por último, la actuación del Gobierno, si se desagrega, arroja unos resultados “sorprendentes”. Sólo los hogares con personas de más de 65 años registran una mejora neta de sus ingresos al tomar en cuenta los transferidos por el Estado y los impuestos que pagan. Además, tienen un nivel de renta medio superior al de los menores de 65 años.

En cambio, el resto de las familias son contribuyentes netos y aquellas con, al menos, una persona menor de 30 años son los que tienen una mayor tasa de pobreza y, al mismo tiempo, es el segmento que destina una mayor parte de su renta a pagar impuestos (el 48%). Este escenario regresivo es inédito en cualquier Estado desarrollado.

Ante este panorama, las afirmaciones realizadas por el Presidente del Gobierno en su comparecencia en el Investors Day sólo pueden entenderse como un sarcasmo.