En 1978, mi querido y desaparecido amigo Fernando Sánchez Dragó escribió un maravilloso libro titulado Gargoris y Habidis. Una Historia Mágica de España. La actual situación de esta vieja Piel de Toro engarza a la perfección con ese mundo entre real y mítico del pasado patrio y recupera casi todas sus peores y ancestrales tradiciones: la picaresca, la omnipotencia gubernamental, la incompetencia política, la astucia sin horizonte, la mediocridad rampante y un sin fin más de gloriosas notas para describir un país lleno de esperanza y ambición nacional.

Ante este panorama, la tentación cuasi irresistible es el rasgarse las vestiduras, elevar voces de indignación, apelar a la regeneración nacional etc etc etc. Sin embargo, entonar ese discurso épico-trágico es un error en tanto supone conceder a este Gobierno una grandeza de la que carece incluso para el mal.

Es pues mucho más realista emplear el humor y la sátira, géneros clásicos de la literatura patria para enfrentar la realidad de un país gobernado por una maravillosa síntesis de Rinconete y Cortadillo unidos a Luis Candelas y actualizados ambos por Torrente.

La economía está en manos de una versión virtual de una Lola Flores en Fa menor que no es capaz siquiera de entender el PIB y la Hacienda por bulerías. La política laboral es competencia de una emula post moderna de Evita travestida por el realismo fantástico de Cortázar y que día a día es un ejemplo proteico de ignorancia y fluidez.

El Ministerio de Economía está dirigido por un entrañable caballero caracterizado por una sutil levedad del ser. Y el resto del equipo económico del Gobierno social comunista está compuesto por seres tan pintorescos como en la mayoría de los casos ignotos.

Un país gobernado por una maravillosa síntesis de Rinconete y Cortadillo unidos a Luis Candelas y actualizados ambos por Torrente.

Y esta singular Corte de los Milagros, que hubiera causado las delicias de Valle Inclán, dirige una economía enfrentada a unos desafíos enormes, en fase de desaceleración, con unos desequilibrios descomunales, con una tasa de desempleo heroica, con una productividad precaria etc etc etc y sin plan alguno para superar esa situación pero sí para convertir España en una economía controlada por el Gobierno y con un creciente porcentaje de la población abrevado en los pesebres de un Estado decrépito que vive de extraer riqueza a la declinante parte del país que la crea. Esta es la España del pasado, del XVII, la que buscaba en las migajas del poder un mal vivir.

Y, en medio de ese glorioso panorama emerge galana la figura del pícaro, eso si a gran escala, y con una cohorte de cómplices que se extiende de las tapias de los palacios a las covachuelas. Ahí se sitúa el Koldo Gate, protagonizado por un personaje salido de una película de Torrente y que es sólo, según parece, la punta del iceberg de una gigantesca trama corrupta de dimensiones y ramificaciones estremecedoras que ascienden a las altas esferas del Estado.

El enriquecimiento de una tropa de facinerosos durante una pandemia con miles de muertos, gracias a las prebendas obtenidas del poder, recuerda a los lucrativos negocios realizados por sus antecesores en las eras de las grandes pestes de tiempos pretéritos.

Esta nueva versión de la España Mágica de Dragó ha de ser contemplada con ironía pero no con desprecio porque éste es el que el Gobierno muestra de manera consistente hacia los ciudadanos. Amarrada al poder y con la convicción de que no será desalojada de él, la coalición social comunista ha decidido saquear el país sin complejo alguno, con la frescura de quien se cree propietario de España y de todo lo que hay en ella.

Suceda lo que suceda, el Dr. Sánchez seguirá, cual vigía de Occidente, sin otro objetivo que mantenerse al timón de un barco a la deriva. Y tiene por delante cuatro años para deshacer lo que queda de España y para extender el manto del olvido sobre sus desmanes.

Hay un Gobierno zombie, incapaz de desplegar una acción coherente, sometido a los caprichos de su variopinta colección de socios y para quien la gobernabilidad depende sólo de las transacciones realizadas en un mercado persa. Y es además un Gabinete débil y, por tanto, peligroso porque carece de cualquier restricción para conservar el poder.

Amarrada al poder y con la convicción de que no será desalojada de él, la coalición social comunista ha decidido saquear el país sin complejo alguno.

Ha cuasi desmantelado todos los límites institucionales a su actuación y ahora intentará controlar lo que queda de libertad de empresa en España. La recreación de la Comisión Nacional de la Energía, la Oficina para la Protección Financiera del Consumidor, el INI digital y la SEPI serán los instrumentos junto a la rampante fiscalidad y la regulación los instrumentos para asaltar o amenazar el mundo empresarial.

En sólo dos legislaturas, la izquierda patria pretende y puede conseguir lo que le costó al peronismo décadas: construir un Estado clientelar, corrupto y omnipotente con los ropajes de una democracia occidental. Quedará el envoltorio, pero vacío de contenido.

La corrupción es la consecuencia inevitable del poder absoluto o de su búsqueda. Y el Koldo Gate y sus extensiones son la prueba palpable de eso. Se gestó y desarrolló en una situación en la cual el Gobierno tuvo facultades extraordinarias y, de facto, incontroladas al amparo de una situación de emergencia.

Ante este panorama no hay que llorar sino ejercer el sarcasmo. España es más sensible al ridículo que al desgobierno y la mejor crítica a este Gobierno es poner de manifiesto su patética pero letal ridiculez.