El pasado domingo, Argentina hizo historia. Por primera vez, un candidato liberal libertario, como él se define, gana las elecciones con el mayor apoyo recibido nunca, y se convierte en presidente de la república. Se trata de Javier Milei, economista al que alguien cometió el error de desafiarle en televisión instándole a que, en vez de criticar al peronismo, fundara un partido político para desbancarlo. Y así lo hizo. Milei es un personaje único, que suscita filias y fobias por igual, pero que ha sabido aunar voluntades y canalizar el descontento de la mayoría de los argentinos, hartos de la miseria en la que el peronismo y la corrupción les ha sumido. 

Desde el día siguiente de su proclamación, los desafíos a los que se enfrenta el Gobierno de Milei son enormemente complicados. 

Uno de ellos es vigilar lo que sucede más allá de las alturas ministeriales, en provincias, en las instancias del Gobierno más granulares, porque es allí donde la corrupción, que está cada vez más arraigada en la cultura popular, puede arruinarle el mensaje de limpieza y transparencia. La dureza en la lucha contra la corrupción ha de ser ejemplarizante, implacable y sin sesgos.

Además, la oposición, nutrida de estómagos agradecidos, tiene que dejarle gobernar sin quemar las calles y recurrir a la violencia. Y ese no es el estilo de la izquierda, cada vez menos sensata y más polarizada y agresiva, tanto en Argentina como en muchos otros países, como el nuestro, por desgracia.

Pero, el reto definitivo es, sin duda, el económico. Muchos argentinos que no entendieron determinadas compañías muy conservadoras del libertario, están deseando que se centre en la economía y lo demás, ya se verá.

La dureza en la lucha contra la corrupción ha de ser ejemplarizante, implacable y sin sesgos

Sin embargo, la economía argentina está gripada. ¿Cómo salir del entuerto? La hazaña a la que se enfrenta Milei es similar a la de Teseo, quien, además de vencer al Minotauro, hubo de encontrar el camino de salida del laberinto.

Una vez derrotado al peronismo, si no saca a la economía argentina del laberinto de miseria en el que se encuentra, los argentinos corren el peligro de que el minotauro peronista reviva con más fuerza. 

¿Y cuál va a ser el hilo de Ariadna que le ayude a lograrlo? Las recetas clásicas: desatascar la moneda, reducir gasto político, desnacionalizar los agujeros negros peronistas y favorecer la generación de riqueza. Dicho así, suena sencillo. No lo es, en absoluto. Me centraré solamente en una de las ramas del problema: desatascar la moneda.

La cuestión de la moneda, es extremadamente compleja. A grandes rasgos son tres los agujeros negros que la sustentan: la inflación, el cepo cambiario y las letras de liquidez o leliqs.

La inflación en Argentina, es decir, la pérdida del poder adquisitivo del peso, es una veterana compañera de todos los gobiernos, desde hace treinta años, con la excepción de los 10 años de la caja de conversión patrón dólar. El ritmo acelerado y los niveles desbordan la imaginación de cualquier español. Por ejemplo, entre 2010 y 2019 la inflación acumulada ascendió a 1.144%. 

La cuestión de la moneda, es extremadamente compleja

Tantos años de una inflación tan elevada destruye la cultura de ahorro e inversión de cualquier ser humano. Y, lo peor, arrasa con la credibilidad de la propia moneda y del Estado que la respalda. Es decir, la tarea de Milei en este punto consiste, no solamente en frenar la inflación, sino en generar propensión al ahorro y a la inversión de los ciudadanos. Los argentinos nunca van a creer en el peso. Serían unos locos. Por eso una de las propuestas es estudiar anclar el peso al dólar. ¿Cómo? Pues esa respuesta es un enigma. Pero que la solución a la inflación no pasa por el peso argentino es una certeza. 

Además, en Argentina existe control de divisas, el cepo cambiario. Eliminar el cepo es un requisito necesario pero peligroso para estabilizar la moneda. Muy peligroso. Porque si no hay confianza suficiente, en el momento en que se levante el cepo, los argentinos van a hacerse con dólares y van a inundar el sistema monetario con pesos, generando hiperinflación. Así que esas dos medidas combinadas son una bomba de relojería, que le puede estallar en la cara.

Finalmente, están las letras de liquidez, o leliqs. En origen, las leliqs se emitieron para solucionar el problema de la inflación. Son como bonos que el Estado emite a un interés muy alto, a los bancos, para que los bancos ofrezcan a los ciudadanos depósitos en “leliqs”. Cuando el Gobierno vende letras, es decir, promesas de pago, está drenando la liquidez del sistema. Los ciudadanos mantienen depósitos en “leliqs” porque les da mucha rentabilidad y tiene “la garantía del Estado”. El problema viene cuando el volumen de bonos es enorme y el Estado ha perdido la credibilidad. 

El Gobierno argentino no tiene dinero para cumplir con esas promesas de pago. Y, si lo hace, y elimina el cepo cambiario, esos pesos se van a transformar inmediatamente en dólares, y Argentina caería en el abismo de la hiperinflación.

El equipo de Milei ya dijo en los meses pasados que estaba estudiando la ingeniería financiera necesaria para acabar con las letras de liquidez, como punto de partida. Luego podría eliminar el cepo y generaría confianza en ciudadanos e inversores. Previsiblemente, la inflación se contendría, al menos, con el tiempo. Difícil, se mire por donde se mire.

En España ya vivimos una situación parecida en los años 50, cuando hubo que diseñar el Plan del 59. Había control de divisas, tipo de cambio múltiple, control de precios y salarios, las industrias más importantes estaban nacionalizadas, y los bancos no eran independientes de la voluntad política. Eso sí, contamos con préstamos extranjeros y con la ayuda técnica del FMI. Pero, por encima de eso, el Plan del 59 se aplicó bajo un régimen dictatorial. Es decir, no se votaba democráticamente. No había partidos de la oposición. No había derecho a huelga o manifestación. Era una dictadura en toda regla. 

Milei tiene un porcentaje de los argentinos a los que se les ha acabado el rancho del Estado, y que tienen en mente que si no le dejan gobernar, el minotauro peronista va a volver y va a devolverles sus privilegios, a costa de la miseria para todo el país.

Solamente cabe desearle al nuevo presidente que encuentre su hilo de Ariadna y se aferre a él para salir del laberinto económico.