Cuando Francis Fukuyama, profesor de Harvard, escribió “El Fin de la Historia y el Último Hombre” (1992) parecía que el mundo salido del fin de la guerra fría estaba definitivamente construido. Su tesis es que se había llegado a la combinación perfecta: economía de mercado (capitalismo), libertades personales y democracia liberal. A partir de la caída del muro de Berlín (1989) se había llegado al fin de la historia, no se podía descubrir nada más. Todos los países del globo irían desarrollándose hasta llegar a esa meta.

Para Fukuyama capitalismo y democracia eran no sólo inseparables, sino sinérgicas. No podía existir el primero, sin la segunda y viceversa. Los Estados Unidos de Reagan y el Reino Unido de Thatcher eran los ejemplos mágicos  de esa combinación.

Pasado el siglo XX y adentrándonos en la segunda decena del XXI es posible que Fukuyama hubiera deseado matizar su teoría. Hay un capitalismo ligado a las democracias liberales. Pero también otro ligado a situaciones políticas diferentes.

Dos hechos recientes lo han resaltado. La compra de Telefónica por una empresa de telecomunicaciones de propiedad saudí y la llegada a Europa de coches eléctricos muy competitivos. Una operación financiera y productos de empresas de países que no pertenecen a lo que conocemos como “el mundo occidental”. 

Ni Arabia Saudí, ni China se pueden considerar democracias en el concepto de Fukuyama. La primera es una mezcla de régimen familiar y teocracia, la segunda está gobernada por un partido comunista. No obstante, sus capitalismos se mueven en los mercados financieros y comerciales internacionales.

Hay un capitalismo ligado a las democracias liberales

Pero no son los únicos países “no democráticos” en los que hay capitalismo empresarial. Tener elecciones no es la única condición para ser democracia. En muchos países en los que hay elecciones su representatividad es discutible. Resultados a favor de un líder, que repite y repite sus victorias mucho tiempo, son sospechosos. Además, junto a las elecciones la democracia necesita la división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial), el respeto a las leyes y la defensa de los “derechos humanos”; fundamentos de la verdadera democracia. 

Rusia, Irán, algunos países americanos y muchos otros asiáticos y africanos hacen elecciones, pero no son democracias liberales como lo entiende Fukuyama. Hay un amplio abanico de regímenes políticos que difieren de distintas maneras de una verdadera democracia liberal. Son diferentes grados de autoritarismo político, incluso de dictaduras oficiales o, más o menos, disimuladas. No obstante, sus empresas actúan en el mercado capitalista internacional. Incluso pueden cotizar en los mercados bursátiles. 

La realidad es que la “democracia liberal”, ligada a la economía de mercado capitalista, es un régimen político raro en la historia de la humanidad. No ha sido lo normal. Puede decirse que su inicio data de hace poco más de dos siglos y su consolidación en USA y Europa menos de uno. De hecho, sólo después de la Segunda Guerra Mundial, la Europa central entró de lleno en la democracia. España lo hizo a partir de la Constitución de 1978. 

La realidad es que la “democracia liberal”, ligada a la economía de mercado capitalista, es un régimen político raro en la historia 

El problema es que las empresas de los países “no democráticos” pueden utilizar “ventajas” competitivas artificiales. Pueden ejercer el dumpìng fiscal, laboral e incluso político para competir: ¿deben las democracias occidentales defenderse de estas ventajas que distorsionan el mercado?

Es discutible. Si se cree en la libertad de mercado, es una incongruencia tratar de impedir aumentos de la ofertas de empresas en el mercado sean de donde sean, aplicándolos restricciones y distorsionando el mercado de manera artificial. Pero se puede caer en ingenuidad, si no se utilizan armas para defenderse de la utilización de ventajas artificiales y competencia desleal.

Por eso Úrsula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, ha anunciado la apertura de un informe sobre la llegada de los coches eléctricos chinos baratos. También las leyes españolas dan al Gobierno mecanismos para defender los intereses nacionales ante compras de empresas que puedan crear dificultades a los intereses españoles. Por ejemplo, en materia de defensa.

Las democracias occidentales han descubierto que hay un capitalismo procedente de otras latitudes políticas. Ahora tienen que decidir cómo actuar respecto a este fenómeno. Lo que está claro es que Fukuyama sigue vivo, pero su teoría ha muerto, al menos de momento.

** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.