A lo largo de 2022 la evolución de los principales índices de Bolsa de EEUU fue extraordinariamente similar a la que tuvieron en el año 2008. Lo hemos venido comentando así desde el último mes de febrero.

Ese parecido palideció un poco en el otoño, dejando de ser tan perfecto para las empresas tecnológicas (representadas por el índice Nasdaq 100) desde el inicio de noviembre, aunque se mantuviera para el índice general S&P 500 hasta hace solo 15 días. Ambos índices deberían haber tenido, cada uno a su ritmo, fuertes bajadas, uno en noviembre y otro en diciembre, si el parecido con 2008 se hubiera mantenido.

En lugar de eso, los índices han estado ondulantes en los dos últimos meses, con altibajos que dejan al S&P 500 algo mejor (y al Nasdaq 100 casi igual) que estaba el 15 de octubre, que fue el peor momento del año.   

¿Qué es lo que puede haber provocado que la semejanza con 2008 se resintiese? Las explicaciones sobre lo que sucede en los mercados siempre son un brindis al sol, pero, de haber una que sea mínimamente convincente, tiene que ver con la recuperación de la liquidez que hubo en los mercados en octubre y la primera quincena de noviembre, junto con un hecho que diferencia esta crisis de la de 2008: no ha habido, por ahora, ningún accidente “sistémico” que pusiera en grave riesgo el entramado financiero internacional y que desencadenara el pánico consiguiente. 

Y no es que las amenazas que lo habrían podido poner en riesgo hayan sido pequeñas o infrecuentes, pues al menos en tres o cuatro ocasiones dentro del año se bordeó el precipicio. Empezando por la llamada de socorro que hicieron las empresas dedicadas a la compraventa de materias primas a principios de marzo, acuciadas por las enormes garantías que tenían que aportar a las plataformas donde se realiza la negociación (lo que a su vez ponía en riesgo a los bancos que les prestaban).

En, al menos, tres o cuatro ocasiones del año pasado se bordeó el precipicio

Luego vino un episodio parecido que se repitió a finales de agosto, y que esta vez afectaba a las empresas eléctricas y gasísticas, algo que llevó a los gobiernos de media Europa a aprobar planes de contingencia para rescatarlas en caso de quiebra (coincidió con la subida de precio del Gas Natural en Europa hasta los 350 euros por MWh).

Si la experiencia de 2008 sirvió para algo no fue para limitar la toma imprudente de riesgos, pero sí para evitar que entidades que se consideran piezas clave del sistema empresarial y financiero pudieran quebrar.

El gobierno alemán ha dedicado ya del orden de los 35.000 millones de euros a la supervivencia de la gasística Uniper que podría arrastrar en su caída a la finlandesa Fortum, su principal accionista. A principios de septiembre el peligro fue de tal calibre que el propio BCE se vio obligado a recomendar a los gobiernos de la zona euro que prepararan líneas de crédito para eventuales rescates de sus empresas de gas y electricidad.

Otro momento crítico fue la huida en desbandada, en octubre, de los inversores en deuda pública del Reino Unido, con riesgo de quiebra de fondos de pensiones británicos, situación que solo se tranquilizó tras la intervención en los mercados del Banco de Inglaterra y la dimisión de la primera ministra Liz Truss.

El Gobierno alemán ha dedicado cerca de 35.000 millones a la superviviencia de la gastística Uniper

Puede ser que gracias a la actitud atenta de gobiernos y bancos centrales a problemas como los mencionados haya tranquilizado a los mercados (a pesar de que hayan seguido subiendo los tipos de interés) a la vista de que perecen decididos a no inhibirse ante la amenaza de catástrofe financiera, una actitud muy distinta a la que mantuvieron ante la quiebra de Lehman Brothers. 

Pero hay una explicación más “municipal y espesa” y que, seguramente, tiene mucha más relevancia, pues no se basa en lo que suponemos que puede haber sido una recuperación de la confianza de los mercados, lo que, al fin y al cabo, es tautológico y difícil de medir.

Se trata, según lo apuntado más arriba, de que, a pesar de que tanto el BCE como la Reserva Federal han iniciado la reducción del tamaño de sus respectivos balances, la disminución de la liquidez puede haber pasado ya por su peor momento. De modo que, si en el mercado de EEUU la liquidez disminuyó entre enero y octubre la enorme cantidad de 1,07 billones (trillion) de dólares, en los meses de octubre y noviembre (hasta mediados de mes) se recuperó liquidez por valor de 313.638 millones.

Y es que, ¡oh, casualidad!, precisamente en el período de la reducción de la liquidez en más de un billón de dólares el índice S&P 500 perdió un 25,5% y el Nasdaq 100 un 35,5%. Posteriormente, con la recuperación de la liquidez, esas pérdidas se moderaron (durante los meses de octubre y noviembre) hasta ser, respectivamente, de -15% y -27% a finales de noviembre.

La disminución de la liquidez puede haber pasado ya por su peor momento

La decepción de quienes esperaban que esa recuperación de las Bolsas fuera sostenida vino en el mes de diciembre con reiteradas caídas que llevaron de nuevo a los índices tecnológicos a cerrar el año en niveles parecidos a los del 15 de octubre (y consiguientemente a pérdidas abultadas en el año del 33%) y al índice general a pérdidas del 20%.

Otra vez (y ya resultaría sospechoso que fuera por casualidad) coincidiendo con que la liquidez empezó a disminuir de nuevo en la última semana de noviembre, acentuándose ese retroceso durante diciembre de tal manera que, al cierre del año, era inferior a la del 15 de octubre en 346.069 millones de dólares (o, visto con mayor benevolencia, 200.000 millones menos que al cierre del tercer trimestre).

¿Qué va a suceder a continuación? La gran reducción de la liquidez producida a finales de año augura un inicio muy agitado para 2023, en tanto se ve si esa reducción era solo un fenómeno estacional provocado por el cierre de los balances a 31 de diciembre o hay algo más inquietante detrás.

Con esa disminución de la liquidez de casi 350.000 millones las Bolsas de EEUU deberían estar entre un 8% y un 10% por debajo de su nivel actual. Y si se toma el otro dato (el de los 200.000 millones) entre un 5% y un 7% por debajo de su nivel de cierre de 2022.

La reducción de liquidez producida a finales de año augura un inicio muy agitado para 2023

El espejismo del aumento de la liquidez entre mediados de octubre y finales de noviembre permitió que las Bolsas no efectuaran en esos meses de 2022 la caída que anunciaba su comparación con 2008. Si se superponen los gráficos de Bolsa de ambos años parece que en 2022 han trazado un puente sobre el abismo al que la pauta de 2008 parecía querer arrastrarlas. Un puente sobre aguas turbulentas.

¿Se quebrará ese puente? Es probable que las Bolsas inicien el año 2023 quebrándolo, pero también que se agarren a un “compás de espera esperanzado”, confiadas en que la fuerte disminución de liquidez de finales de diciembre sea un fenómeno estacional, propio del cierre del balance anual de los bancos. De no ser así, veremos súbitamente ese ajuste a la baja que nos deben las Bolsas.

Y, ¿para el conjunto del primer semestre? Hay buenas razones para pensar que la reducción de liquidez no vaya a ser tan drástica en los primeros meses del año 2023 como lo fue en los meses equivalentes de 2022, aunque, con la expectativa de nuevas subidas de tipos de interés y de reducción adicional del tamaño de los balances de los bancos centrales, las dudas se mantendrán, y lo mejor que podrá esperarse de las Bolsas para el primer semestre es que tengan un buen pasar. 

Es decir, altibajos de nuevo, como los habidos entre septiembre y diciembre, sin decantarse por tomar una dirección claramente al alza o a la baja. En favor de esta expectativa estará el hecho de que China tiene que salvar a su sistema bancario y no tendrá más remedio que inundarlo de liquidez.

Hay razones para pensar que la reducción de liquidez no será tan drástica en los primeros meses del 2023

Ese buen pasar puede verse (y se verá, con toda probabilidad) interrumpido en cualquier momento por cualquiera de los numerosos problemas aún por resolver, desde un repunte de la inflación (o un simple retraso en seguir moderando sus tasas de variación anuales) hasta un desfase en los factores que afectan a la liquidez que provoque una disminución real o aparente de ésta. O sea, lo ya dicho metafóricamente: un puente tendido sobre aguas turbulentas y en riesgo permanente de quebrarse. 

Preparados, pues, para realizar en 2023 un viaje en diligencia, con nosotros, los pasajeros, zarandeados en su interior. 

¡Que el año nos sea propicio!