La semana pasada comentábamos que los precios de la energía podrían darnos una sorpresa grata. Pues bien, nos la dieron: el martes empezó una bajada considerable del precio del barril de petróleo Brent, que continuó el miércoles, hasta llegar a acumular 13,5 dólares de caída en tan solo dos días.

Después, el precio del Brent recuperó un tercio de lo perdido, pero el saldo de la semana siguió siendo de bajada de los precios. De este modo, para el subíndice que mide la evolución de los precios de la energía (lo que incluye también gas natural, gasoil y otros destilados del petróleo) la subida acumulada en lo que va de 2022 ha bajado de 51% hace siete días a 44% (una bajada en las cinco sesiones de la semana pasada del 4,82%).

Hay que recordar que, hace justo un mes, los precios de la energía habían acumulado en 2022 una subida conjunta del 70%, tomando como referencia para el caso del gas natural el precio del mercado de EEUU.

En Europa, la situación no es tan favorable pues el precio del gas natural ha vuelto a los niveles máximos de finales del año pasado, si bien está muy lejos del nivel, mucho más alto, que alcanzó en los primeros días de la invasión de Ucrania por el ejército ruso.

Es muy curioso el comportamiento del precio del gas natural en Europa comparado con el que tiene en el mercado de EEUU pues, aunque en ambos casos ha llegado a tener en momentos del año 2022 revalorizaciones del 150%, esos momentos no han coincidido a ambos lados del Atlántico.

En todo caso, desde que hace un mes se anunció que Rusia podría no poner en funcionamiento el gasoducto Nord Stream 1 después de la parada técnica de este verano para efectuar trabajos de mantenimiento, se puede afirmar, simplificando, que el precio del gas natural en Europa se ha disparado al doble mientras que el precio en el mercado de EEUU se reducía a la mitad. Misterios del arbitraje…

El precio de las demás materias primas continúa también su tendencia bajista: desde el mes de marzo no han dejado de caer, aunque en la última semana las materias primas agrícolas han subido un 1%.

El precio del gas natural en Europa se ha disparado al doble mientras que el precio en el mercado de EEUU se reducía a la mitad

Con ello, el comportamiento del precio de las materias primas sigue la misma senda que en 2008 (subida muy fuerte en los primeros meses del año y posterior declive), por lo que esa caída de precios se está interpretando como un síntoma más de que la economía global se está desacelerando o ha entrado en recesión, como ya estaba en 2008 por estas mismas fechas. Pero hay muchos más síntomas. Aunque también hay datos que no encajan en esa perspectiva unidireccional.

Entre las informaciones nuevas que apuntan a que la economía estadounidense pudiera estar ya en recesión técnica, está el que la variación del PIB durante el primer trimestre del año se quedó finalmente en -0,40% trimestral y el que las estimaciones no oficiales que se hacen, por ahora, para el segundo trimestre bordean la variación entre nula y negativa de nuevo.

Hay algo que apunta a desaceleración económica muy rápida tanto en Alemania como en EEUU y es el hecho de que, según los PMI, la cartera de nuevos pedidos de clientes a las empresas manufactureras está creciendo mucho menos de lo que crecen las existencias.

Eso augura que la producción detendrá su crecimiento o, incluso, decaerá, para ir dando salida a los inventarios. Es más, para el caso de EEUU, las cinco últimas ocasiones en que la diferencia entre cartera de pedidos y existencias era negativa, la economía estadounidense ya estaba en recesión.

Lo que no encaja con ese diagnóstico de que EEUU pudiera haber entrado en recesión es el comportamiento del empleo, pues la tasa de desempleo actual (3,6%) sigue siendo una de las más bajas de los últimos 75 años: solo en febrero de 1969 (3,4%) y en mayo de 1953 (2,56%) llegó a niveles mínimos más bajos.

Tampoco encaja que, a pesar de los malos datos de crecimiento del primer trimestre y las malas expectativas para el segundo, esa tasa no haya empezado a crecer. Y no encaja porque en los últimos 75 años, en EEUU y en el mayor número de casos, la tasa de desempleo empezaba a subir coincidiendo con el comienzo de la recesión o un mes antes de ese inicio. En un caso raro (2001) empezó a subir tres meses antes de que la recesión comenzara y en otro (2020) un mes después.

En la actualidad, y si fuera cierto que la contracción económica se hubiese iniciado en el primer trimestre de 2022, resultaría muy raro que la tasa de desempleo continuara todavía en junio sin incrementarse. Aunque hay algo que pudiera explicar al menos parte de la discrepancia: la tasa de participación en la población activa de EEUU está en 62,5, que es un 0,8% por debajo de donde estaba al iniciarse la pandemia y 1,3% menos que la de hace 36 meses.

Para Europa, tal y como habíamos pronosticado en esta columna, la situación la está complicando aún más la bajada de la cotización del euro frente al dólar, que llegó el viernes a 1,0070 dólares por euro, lo que prácticamente puede considerarse la paridad.

Y ello sin necesidad de que los gestores de activos financieros hubieran tomado fuertes posiciones especulativas contra el euro. Más bien ha sucedido lo contrario: hasta mediados de junio esas posiciones especulativas apostaban por la apreciación del euro, lo que quiere decir que han venido equivocándose desde diciembre de 2020.

Eso hace sospechar que, con el cambio de las apuestas, el euro seguirá muy probablemente debilitándose, lo que dificultará el control de la inflación: recuérdese que la cotización internacional de las materias primas se expresa en dólares, y un fortalecimiento del dólar encarece la factura exterior, en especial esa que tiene tanta importancia, la del petróleo y el gas natural.

El euro seguirá muy probablemente debilitándose, lo que dificultará el control de la inflación

El que la balanza comercial alemana haya incurrido en déficit (de 1.000 millones de euros) por primera vez en 31 años (cuando en Alemania lo normal es el superávit comercial desde 1952) da idea de lo delicado de la situación para la economía europea y, a la vez, explica parte de la debilidad del euro. También augura una mayor debilidad de la divisa europea en el futuro.

No pinta bien para las promesas vanas hechas por los gobiernos sobre el control de la inflación en el segundo semestre (tras haberlas hecho, e incumplido, para el primero) esa perspectiva de que el euro vaya a continuar depreciándose. A pesar de que las materias primas parecen dispuestas en esta ocasión a ayudarles en su permanente “pensamiento desiderativo”.