Esta semana terminó el cuarto año triunfal de Gobierno socialista y comienza el quinto de una Era cuyo balance, al menos en el campo de la economía, va camino de ser el peor desde la instauración de la democracia en 1977.

Esto no obedece a la mala suerte ni a una coyuntura desfavorable. Sin duda la irrupción de la pandemia y el impacto negativo provocado por la escalada de los precios de la energía han sido dos potentes shock de oferta que explican la mala evolución económica de España.

Pero esta crisis ha sido y es un test fundamental para contrastar la incapacidad del marco institucional para adaptarse a un entorno adverso y la ineficacia de la política destinada a combatirlas. La Vieja Piel de Toro suspende en ambas asignaturas.

Desde esa óptica, la economía española ha mostrado y muestra día a día todas las debilidades preexistentes: unos mercados de factores (laboral), de bienes y de servicios demasiado rígidos para responder con rapidez y con el menor coste posible a una perturbación externa inesperada y una situación de las finanzas públicas que no permitía emprender ninguna acción significativa para paliar aquella sin llevar el binomio déficit-deuda a una posición insostenible. Este era el panorama previo a la irrupción del Covid-19, una fuente de debilidad-vulnerabilidad denunciada urbi et orbi.

La coalición social-comunista no ha aprovechado la crisis para corregir esas deficiencias, sino las ha agravado con una finalidad ideológica: lograr el mayor control posible de la actividad productiva por parte del Estado-Gobierno. La expresión de esa filosofía es el incremento brutal del gasto social estructural, de los impuestos y el aumento de la intervención estatal en los mercados cuya última expresión es la derogación de la reforma laboral de 2012 con el vergonzoso e incomprensible apoyo de la CEOE.

Ajustes

El resultado de esta estrategia ha sido, es y será la imposibilidad de crecer de forma intensa y estable, el agravamiento de los desequilibrios macroeconómicos y la necesidad de acometer, antes o después, un duro ajuste para evitar el colapso financiero del Estado.

Como se ha comentado en otras ocasiones, la coyuntura española y su trayectoria son la manifestación del agotamiento de un modelo socio-económico, el consagrado por el consenso socialdemócrata que con distinta intensidad ha dominado la escena desde hace casi cuarenta años. El Gabinete Rajoy intentó, típico de un conservador, ser el taller de reparaciones de la socialdemocracia; el liderado por Sánchez ha agudizado la deriva estato-dirigista del sistema, lo que ha acelerado su insostenibilidad.

Quien no entienda esto cometerá un grave error de análisis. La tesis según la cual el Estado Grande está para quedarse yerra porque su financiación se ha vuelto incompatible con el crecimiento y la estabilidad de la economía. Quien suceda a este Gobierno al frente de los destinos patrios se enfrentará a esta desagradable realidad. Ya no caben los retoques ni los parches.

Eso se verá con mayor claridad a medida que la mix bajo crecimiento-alta inflación comience a percibirse, de hecho ya se percibe, como un fenómeno persistente. Todo el mundo sabe o se va a enterar de que una estanflación no se supera con medidas keynesianas de expansión de la demanda agregada ni con acciones que restringen el despliegue de la oferta. Esto, perdónese la arrogancia, no puede ser y, por tanto, no será. La experiencia de los años setenta del siglo pasado lo muestra con una extraordinaria claridad. Además, con el manual keynesiano en la mano, con la actual combinación de políticas fiscal y monetaria, la economía española debería estar creciendo a tasas de dos dígitos…Obviamente, esto no sucede ni va a suceder.

Es triste repetirlo pero España va mal y no mejorará con la estrategia económica aplicada por el Gobierno. Por eso, nadie ha de llamarse a engaño ni depositar falsas esperanzas porque las verá frustradas. La economía no es una ciencia exacta pero es la menos inexacta de las ciencias sociales y tiene sus leyes. Estas no poseen la exactitud de las físicas pero vulnerarlas pasa factura y la alianza socialista-podemita las está pateando de manera persistente y con verdadero entusiasmo.

Realizar predicciones oscuras nunca es agradable pero es un obligado ejercicio de responsabilidad. 2021 no ha sido el año de la recuperación sino el de un repunte débil que lo será aún más, con suerte, en 2022. Si se ponen las luces largas, esto no tiene ningún recorrido y terminará mal.