Al terminar la semana pasada el precio del gas natural acumulaba en lo que va transcurrido del año una subida del 95%. Una semana antes, el presidente del gobierno aseguraba que en 2021 se pagará por la electricidad la misma factura que en 2018.

¡Al fin parece que 2018 se ha puesto de moda!

Y es que, como decíamos hace un mes, ya en enero pasado se empezó a ver que el porcentaje de revalorización de casi todos los activos estaba siendo muy parecido al que tuvieron hace tres años, desde las Bolsas a la cotización del euro contra el dólar y desde el oro y la plata hasta el Bitcoin. Además, esa revalorización, durante buena parte del año, se estaba produciendo en muchos casos exactamente al mismo ritmo que entonces (aunque no en el caso del gas natural, para el que iba este año más rápido desde marzo).

Resumiendo: los activos que subían de precio en 2018 (como los índices de las Bolsas de EEUU, el petróleo y el trigo) han estado subiendo de precio en 2021, y los que bajaban de precio entonces, también bajan de precio ahora (como los índices de las Bolsas chinas, el oro, la plata y el platino). Incluso los que primero subieron y después bajaron de precio aquel año (como la madera o las materias primas agrícolas) también han hecho esa doble trayectoria en 2021.

Hay excepciones, como el precio de los metales industriales (que bajó en 2018) o el coste del transporte marítimo de mercancías que se ha disparado en 2021 pero que no tuvo una tendencia definida en 2018. En cambio, la subida porcentual de la rentabilidad de la deuda pública de EEUU a largo plazo también tiende a nivelarse con la de hace tres años.

El problema es que, debido a los “chutes” de dinero en vena que han estado aplicando los gobiernos a sus economías esto empieza a ser como “un 2018 pasado de vueltas”: buena parte de las revalorizaciones máximas alcanzadas por los diferentes activos en aquel año ya han sido o están siendo superadas por las de 2021.

Uno de los últimos en hacerlo ha sido el precio del gas natural que, al ser el que supone para las empresas eléctricas (para las que tienen centrales térmicas de ciclo combinado) un mayor coste de oportunidad (y en ausencia de capacidad suficiente de los otros tipos de fuentes de energía para suministrar toda la que se necesita) es el que condiciona en las subastas la tendencia del precio de la electricidad.

Justo, pues, en el momento en el que Pedro Sánchez afirmaba que la factura eléctrica de este año sería igual que la de 2018, el precio del gas empezaba a ponerle el pronóstico cuesta arriba. Es decir, hasta hace quince días podía tener sentido decir algo así dado que la revalorización del precio del gas desde comienzos de año era prácticamente la misma que en 2018 (un 66%) pero desde entonces el precio del gas natural ha seguido subiendo y acumula ya en 2021 una revalorización del 95%.

Para más complicarle las cosas al presidente la subida del precio del gas natural este año ha sido más temprana de lo que lo fue en 2018 (desde marzo los precios ya son mucho más altos que en aquél año) y, además, el precio máximo que alcanzó entonces el gas en el mes de noviembre lo ha superado ahora a finales de agosto, con lo que tenemos por delante dos meses más que entonces de precios máximos (si es que siguen sin ceder que, tal y como indica el mercado de los contratos de futuros del precio del gas, será lo más probable).

¿Podría ser que de aquí a finales de año el precio del gas cayera? “Todo es posible en Granada” pero para que se produjera una situación así, tendría que darse una condición necesaria: los mercados tendrían que bajar de las altas revoluciones a las que están operando recientemente y reacomodarse a un 2018 “más estricto”, con un comportamiento como el que llevábamos hasta el mes pasado.

Es decir, las Bolsas de EEUU y Europa deberían caer ahora, ya en el otoño, y tendría que ensombrecerse considerablemente el panorama de ralentización del crecimiento económico global, algo que en China ya tienen claro que les está pasando, como muestran sus datos de evolución de la Financiación Social Total y sus indicadores adelantados. Esa desaceleración incluso la tienen claro en EEUU, pero parece que en Europa nadie quiere aceptarla como una dura realidad probable (no hay más que pensar que el BCE acaba de realizar un pronóstico de crecimiento para el año que viene del 5%).

Si eso fuera así (fuerte desaceleración global) con suerte, la curva de los futuros del gas natural para los próximos doce meses dejaría de estar invertida (algo que suele ser, en su caso, poco frecuente; “invertida” quiere decir que los precios de los próximos meses son más altos que los de los meses más alejados) y pasaría a lo que es su ser natural, el contango (que no es un baile argentino, sino una situación en que los precios de corto plazo son menores que los de largo plazo) ya que tiene en cuenta el coste del almacenamiento.

O, dicho con palabras más claras: el precio del futuro del gas natural para entrega en enero de 2023 está un 21% más barato que el de entrega en enero de 2022.

Quizá eso aliviaría algo la presión que tendrá el presidente del gobierno a finales de año para que su arriesgada afirmación se cumpla, aunque se vería en esa situación tan normal en la vida que es no saber “si cortarse con los cristales o resbalarse con el gazpacho”. Una caída del precio del gas natural acompañada por una desaceleración económica generalizada y un retroceso importante de las Bolsas no parece tampoco una buena combinación para nadie. Con el agravante de que podría producirse lo segundo sin haber conseguido lo primero.