"Me parece una vergüenza […] que no me pueda pedir ni un cubata. […] Entiendo que los tampones son más importantes, […] pero qué te cuesta comprarme una cerveza ya que vas". Estas son algunas de las lapidarias frases con las que un joven denunciaba ayer su secuestro y el de otros tantos en un hotel de lujo de Mallorca a raíz del brote de coronavirus que han provocado.

Las redes sociales llevan días ardiendo con testimonios de este tipo, pero también con una avalancha de críticas despiadadas de quienes saben que la mayor parte de sus quejas son auténticas chorradas. El problema es que los que protestan son chavales y los que critican, adultos.

No hay que ser muy listo para saber que es una barbaridad comparar un producto de higiene femenina con una cerveza o la urgencia de emborracharse con la de evitar una crisis de salud pública. Pero tal vez sí haya que ser un poco maduro para verlo. Todos hemos sido jóvenes y dicho y hecho tonterías como casas. La diferencia está en que las generaciones previas no disponíamos de un enorme mentidero virtual donde ser atacados en masa.

De la misma manera que nadie juzgaría a un niño por llorar desconsoladamente por un juguete, tampoco podemos culpar a los adolescentes por cometer los típicos errores de la edad. Lo que sí deberíamos hacer es educarles sobre las consecuencias de la exposición pública con la que conviven desde que nacieron.

La diferencia está en que las generaciones previas no disponíamos de un enorme mentidero virtual donde ser atacados en masa

Dicen que es mejor estar callado y parecer tonto que abrir la boca y confirmarlo. Sin embargo, las nuevas generaciones se han criado viendo cómo los adultos publicamos vídeos, intimidades y cualquier cosa que se nos pase por la cabeza, sin que nadie les ha dicho que su historial digital puede perseguirles de por vida.

Hace unas semanas, otra chavala acabó sorteando un bolso Louis Vuitton ante la burla generalizada que provocó un vídeo compartido por ¡su madre! para anunciar que se lo regalaba. ¿Qué pasará cuando llegue a la universidad o a su primera entrevista de trabajo? ¿Se acordarán de ella?

En 2018, una estudiante perdió la beca que había conseguido en la NASA tras anunciarlo en un tuit con un lenguaje un tanto soez que llegó hasta un alto cargo de la agencia.

Puede que esto le parezcan naderías, pero tenga en cuenta que cada vez es más común que se hurgue en el pasado de la gente para exponer públicamente sus errores o contradicciones, como si nadie tuviera derecho a madurar y cambiar de opinión. De hecho, ya existen empresas especializadas en borrar cualquier pasado digital que pueda comprometer la imagen de sus clientes.

En el caso de los jóvenes, es su falta de experiencia vital la que reduce su amplitud de miras. Con suerte, la irán aumentando con los años, los que no tenemos excusa somos nosotros. No se tardan ni cinco minutos en ver alguna barrabasada online publicada por un adulto, políticos incluidos.

Si los mayores lo hacemos, ¿por qué no van a hacerlo ellos? ¿Por qué no van a usar las redes sociales para denunciar o compartir lo que consideren, por muy absurdo que nos parezca a los que ya peinamos canas?

Creemos que como los jóvenes han crecido en internet ya tienen todas las herramientas para usarlo correctamente, pero la realidad es justo la contraria. La escasez de educación sexual sumada a la explosión de pornografía online está provocando una distorsión en la imagen que los adolescentes tienen del sexo. La falta de protocolos sociales en torno a los dispositivos móviles ha naturalizado que interrumpan cualquier cosa para mirar el teléfono.

Pero fuimos los adultos los que nos olvidamos de crear normas de comportamiento para los dispositivos móviles y los que empezamos a compartir nuestras miserias en internet. Los jóvenes solo siguen nuestros pasos, sin la sabiduría y el pudor (y la soberbia) que da la experiencia. Así que la próxima vez que quiera criticarles, párese a pensar en que hubiera pasado si la cosa más estúpida que hizo en su juventud si se hubiera vuelto viral.

No, los adolescentes de Mallorca no son niñatos tontos, solo son jóvenes y nativos digitales, con las luces y las sombras que conlleva. Que alguien le dé un cubata a ese pobre descerebrado, que ya se arrepentirá cuando crezca (si es que la caverna tuitera se lo permite).