¡Qué rápido gira el mundo! Hace solo dos semanas Madrid era el Infierno de los contagios de la Covid-19, para España y para el resto del mundo, y ahora parece que ya solo es el Purgatorio o, al menos, un infierno entre muchos otros. ¡Cosas de la Covid-19! que nadie acaba de entender muy bien, con su permanente ritornelo (o, si se quiere, permutación circular) y que, por eso, es el tema ideal para hablar por no callar…

Y es que estamos en un final de ciclo: “lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer”. Y eso, que podría decirse de casi cualquier año, en este caso adquiere una significación especial. De ahí que la situación parezca extremadamente complicada, a pesar de lo sencilla (aunque desagradable a corto plazo) que es: estamos en la antesala del infierno económico y a dos etapas de que empecemos a vislumbrar “las mañanas que cantan”.

¿Qué tenía Truman en común con Donald Trump? Salvo el intento de revalidar la Presidencia de los EEUU, poca cosa, aparentemente

De modo que este es el calendario: muy pronto abandonaremos el purgatorio económico para entrar en el infierno (económico también) tras el que los aumentos de productividad, que ya se han iniciado, auguran una etapa expansiva de largo plazo de las economías norteamericana y mundial.   

Pero antes de todo eso hay unas elecciones a la Presidencia de los EEUU que, aunque en apariencia tienen una trascendencia enorme, en la práctica, sea cual sea el resultado, alterarán poco el desarrollo de ese calendario. Porque es que ya hay precedentes.

En la madrugada del 3 de noviembre de 1948, el diario Chicago Tribune daba la noticia de que Thomas E. Dewey (candidato republicano) había ganado las elecciones a la Presidencia de los EEUU. Un paso en falso que se hizo famoso porque las había ganado Harry Truman, el demócrata, a quien las encuestas daban como perdedor por mucho margen. Para Gallup, aquello fue su peor error de predicción. 

¿Qué tenía Truman en común con Donald Trump? Salvo el intento de revalidar la Presidencia de los EEUU, poca cosa, aparentemente. Sin embargo, si escarbamos un poco bajo la superficie, hay más elementos comunes y, entre ellos, uno muy importante: el inicio de una Guerra Fría durante su primer mandato, en su caso frente a la Unión Soviética, y en el de Trump contra China. En 1948 hubiera dado igual quien hubiera ganado las elecciones: la Guerra Fría se hubiera iniciado de todos modos. Ahora, con China, ya está iniciada. 

Pero aún hay más. Ambas presidencias (Truman y Trump) comparten la calificación de fracasadas, pero en ambas se puede decir que se sentaban las bases de la prosperidad futura por los enormes saltos de productividad que se avecinaban. Para hacerse una idea, durante la primera Presidencia de Truman (heredada de Franklin D. Roosevelt, que falleció apenas iniciado su cuarto mandato consecutivo) se inauguró el primer ordenador, el llamado ENIAC (Electronic Numerical Integrator And Computer ó Computador e Integrador Numérico Electrónico).

También se lanzó el Plan Marshall y la fabricación masiva de televisores, además de aprobarse (a pesar de que Truman la vetó) la Ley Taft-Hartley que limitaba el poder de los sindicatos. La productividad por hora trabajada en los siguientes veinte años subió un 80%. En esos veinte años la Unión Soviética competía en cabeza con EEUU en la carrera espacial y armamentística, pero era un “tigre de papel” que aún tardaría veinte años más en caer. ¿Cuál era la clave? La mala evolución de la productividad por hora trabajada de su economía.

A veces, se confunde productividad con competitividad (los políticos se hacen un lío con eso) aunque sea muy fácil entender en que se diferencian, con un ejemplo: la economía china es más competitiva que la de EEUU, pero la de EEUU es mucho más productiva que la de China.

Con independencia de lo que dicen las encuestas o los argumentos más o menos razonables de los politólogos, profesionales y aficionados, Donald Trump llega a las elecciones que se celebrarán dentro de ocho días con tres argumentos “objetivos” y medibles a favor y medio en contra. En favor de Trump juegan: 

- Ese ciclo constatable de la alternancia entre republicanos y demócratas que hace que cada presidente y sus respectivos partidos estén en el poder al menos ocho años seguidos y que, de 20 presidentes, sólo conoce cuatro excepciones en los últimos 124 años. O, dicho de otra manera, en los 120 años que van de 1896 a 2016, durante 104 años la Presidencia de EEUU ha estado ocupada por candidatos que fueron reelegidos al menos una vez, o por sus sustitutos (también reelegidos) cuando murieron durante su mandato de muerte natural o asesinados. Haciendo cálculos frecuenciales con las distintas combinaciones de casos en que puede pensarse, la probabilidad de que Trump no sea reelegido varía entre un 5% y un 27%.

- El único presidente no reelegido (sin que su partido hubiera acumulado más de un mandato) fue el demócrata Jimmy Carter, que es el que peor desempeño tuvo en términos de productividad de la economía norteamericana durante los últimos 70 años. Trump ocupa el cuarto peor puesto en esa liga de diez participantes y en los doce últimos meses (que presumiblemente tienen mayor importancia para la memoria de pez de los electores) está en quinto lugar: “aurea mediocritas”. Con este último criterio, Carter también es el peor situado, con un ejecutoria desastrosa, -0,5% (casi igualada por Eisenhower, a quien sí reeligieron). 

- La tasa de paro en EEUU está en este momento en 7,9%, algo que, obviamente, complica y mucho la reelección de Trump, aunque no necesariamente la impide: Ronald Reagan y Barak Obama fueron reelegidos con una tasa de desempleo solo ligeramente por debajo de ese 7,9%, aunque Carter las perdió con ella en el 7,4%.

- Pero ese mal dato de Trump se combina en esta ocasión, y de forma extraordinaria, con una elevada confianza de los consumidores (102) y ningún presidente ha perdido la reelección (desde 1967 que existe ese indicador) con ese nivel tan elevado (aunque sí la ha perdido su partido cuando, tras ocho años en el gobierno, había cambio de candidato).

¿Quiere esto decir que, necesariamente, Donald Trump vaya a ganar las elecciones de la semana próxima) No. Solo quiere decir que las regularidades históricas mencionadas juegan en su favor, y que Joe Biden puede ganar, lo mismo que podría hacer un pleno al 15 con 12 variantes. 

La siguiente etapa inminente del calendario es la de pasar del purgatorio actual al Infierno económico (algo que, cuando había Purgatorio, no se daba). Como decíamos la semana pasada, lo mismo España que los demás países avanzados están “viviendo del aire” (de los entre 12 y 18 billones de dólares en estímulos que mencionábamos) con lo que la sensación de crisis económica no está a la altura de lo que debería: de ahí que el estado de ánimo de los consumidores en EEUU sea tan elevado.

La economía china es más competitiva que la de EEUU, pero la de EEUU es mucho más productiva que la de China.

Pero, esta crisis tiene un elemento mucho más destructivo que la anterior y que hace que se parezca a las crisis clásicas y es que, a pesar de los estímulos monetarios y fiscales, se va a destruir mucho tejido empresarial, en parte, porque los pequeños negocios de hostelería no tienen capacidad de sobrevivir a períodos tan largos cerrados y en parte porque, cuando todo haya pasado, muchas costumbres habrán cambiado y esos negocios no tendrán ninguna opción de regresar (pequeño comercio).

También grandes empresas del sector de turismo y transportes serán eliminadas o tendrán que reducir enormemente su capacidad instalada: las líneas aéreas y sus proveedores lo saben bien. La tarea de achatarramiento de empresas que no fue tan elevada en la pasada recesión sí lo va a ser en ésta.

Es el llamado “reseteo” de la economía mundial, que hace que esta crisis tenga algunos aspectos de las del pasado lejano, cuando Occidente no era tan rico: achatarraban capital y el que sobrevivía podía volver a rentabilizarse a buen ritmo.     

Para colmo, la probabilidad de una segunda recesión a raíz de la pandemia es muy elevada. En EEUU, en los últimos 102 años, cada pandemia (gripe de 1918, gripe asiática de 1957 y gripe de Hong Kong de 1969) ha ido acompañada de una recesión, a la que ha seguido otra posterior, separada de aquélla por, respectivamente, nueve meses y casi dos y casi tres años. Los elevados estímulos económicos de esta vez podrán alterar el ritmo con que llega la segunda, pero difícilmente podrán evitarla.

Para colmo, en la zona euro y en Japón parece como si esa segunda recesión ya estuviera a las puertas, o así lo indican, al menos, los PMIs respectivos del sector servicios, muy lastrado en el primer caso por Francia, Italia, España y hasta por la propia Alemania. Por suerte, y de momento, los gestores de compras de la industria manufacturera muestran en su PMI correspondiente más entereza de ánimo, como corresponde al mejor comportamiento que está teniendo la industria. 

Y… “las mañanas que cantan” vendrán gracias a esa faceta tan destacada de esta crisis que es el que todo lo que se pueda convertir en digital se habrá convertido ya o se va a convertir en digital. Y eso traerá un enorme salto de la productividad americana y global que será la base de la nueva prosperidad. En medio de la II Guerra Fría, esta vez con China. Con o sin Trump. Y con un calendario que sigue casi la letanía de nuestras postrimerías de ultratumba: muerte, juicio, infierno y gloria. Subidos a una montaña rusa.